LO QUE NO SABÍAS DE...

El director Salvador Calvo nos cuenta las anécdotas del rodaje del drama 'Adú'

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Eduardo de Vicente

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Salvador Calvo (1898. Los últimos días de Filipinas) estrena esta semana Adú, un interesante y necesario drama sobre el polémico tema de la emigraciónAdú, protagonizado por Luis Tosar, Anna Castillo (El olivo), Álvaro Cervantes (El árbol de la sangre) y el pequeño debutante Moustapha Oumarou. La acción arranca en Camerún, cuando un par de niños que acaban de quedarse huérfanos y son perseguidos por unos cazadores furtivos huyen de su país con la intención de viajar a España donde iniciar una nueva vida. Paralelamente, un hombre que ha montado una ONG para defender a los elefantes se reúne con su problemática hija y unos guardias civiles en Melilla intentan salir inocentes de un juicio por una muerte en las vallas.

El filme cuenta tres historias que guardan una cierta relación pero, en el fondo, la que más nos interesa es la del niño que intenta llegar a nuestras costas como si fuera la tierra prometida. Te deja con el corazón encogido desde la dramática escena inicial en las vallas de Melilla y con imágenes fuertes como la del elefante ejecutado para arrancarle los colmillos.

Te identificas fácilmente con el niño protagonista, sientes su dolor y sufres por él. En una escena clave al niño le dicen que es un ilegal se le queda una cara de total sorpresa ¿qué es eso? ¿por qué me llaman así? Ojalá la película sirva para que la gente empatice con los problemas de esos africanos (no solo niños) que no tienen otra opción y esperan encontrar la ayuda que merecen, Lo mejor es que es una película que puede servir para crear conciencia del problema. Su director nos explica las anécdotas del rodaje.

-Memorias de África. “Me preguntan continuamente si tuvimos problemas de salud (diarreas, fiebre, etcétera) durante el rodaje en África. Lo cierto es que filmando mi película anterior en Guinea (1898. Los últimos días de Filipinas) sí que un especialista tuvo que volver a Madrid porque se puso fatal. Creíamos que era paludismo, malaria o algo parecido, al final solo fue una diarrea. En este caso concreto, Anna ha estado regulín y los pobres de Tele 5 Cinema que vinieron una semana a controlar cómo iba todo volvieron y estuvieron una semana malitos. Pero poco más”.

-Conejillos de indias. “Durante el primer viaje de exploración a Benín (el país donde rodamos, al lado de Nigeria), el productor nos pidió que probáramos dos caterings para que luego no hubiera problemas. Uno de los días probamos uno y al día siguiente estábamos que nos moríamos. Menos mal que ya nos pilló en España. Tres miembros del equipo acabaron en el hospital y el médico tuvo que venir a casa a visitarme. Lógicamente, ese menú fue rechazado y contratamos el otro”.

-Las bicicletas no son para el rodaje. ”En el filme tiene un papel muy importante una bicicleta y escogimos una que era muy bonita, pero imposible de conducir. Al principio pensé que los niños africanos que la utilizan no habían montado nunca en bici. Al niño le regalé una para que fuera ensayando y era normal, pero la de atrezzo era imposible. Estuvimos una semana que pensábamos que se nos mataban, era indomable. En los planos cortos está cogida con unos inventos y llevamos a los niños casi como si fueran en un palio de Semana Santa”.

-La escena eliminada. “Había una secuencia que nunca se montó en la que Luis hacía footing y Anna corría al lado en paralelo en la bicicleta sin hablarse. Ella me dijo que si era el último plano de la peli se subía, pero si no ni hablar, porque cuesta abajo era peor y se iba a matar. Al final lo intentó y, la cara de tensión que ponía ella nos hizo darnos cuenta de que no valía la pena”.

-Un lugar ¿tranquilo? “Rodamos durante un mes en Benín y fuimos a Melilla, Marruecos, Murcia y Madrid. La guardia civil nos recomendó que la escena que transcurre en el mar la rodáramos en Mazarrón porque es un lugar donde jamás hay oleaje. Pues se cumplió la Ley de Murphy y cuando rodamos había un temporal que parecía el Cantábrico. El equipo estaba dentro de unas cuevas y el agua se metía por dentro. La gente me decía que esto no había ocurrido en la vida. Tuvimos que suspender la secuencia en la que el pequeño enseñaba al mayor a nadar. Además hacía muchísimo frío, estábamos a menos 4 o 5 grados. El niño se metió un segundo en el agua y tuvo que salir inmediatamente para no congelarse”.

-Buscando a Adú. “El niño protagonista tenía que ser africano. A los 6 años no son capaces de hacer otra cosa que interpretarse a sí mismos y alguien que solo lo parezca no resulta creíble. No vas a encontrar en España a un niño actor que sepa, con naturalidad, andar descalzo, caminar por la selva, comer con las manos, dormirse en un cartón... un montón de cosas. Un adulto puede, pero un niño no. Por eso lo intentamos encontrar en el lugar de rodaje. La jefa de casting de calle se puso a buscar en las escuelas y tras un mes y medio se iba a dar casi por vencida. Nos pidió permiso para ir más al norte a la frontera con Niger aunque era una región peligrosa, pero ella estaba empeñadísima. Tras hacer pruebas en una escuela, se le acercó un niño que vivía en una choza y le preguntó qué hacían allí unas blancas y resultó ser él. Sabía leer y escribir, el guion se lo contaba como si fuera un cuento, pero no sabía lo que era un elefante porque en su zona no había, ni un avión. Cada vez que pasaba uno se quedaba paralizado mirando al cielo…”

-Aterriza como puedas. “Los dos niños estaban alucinados durante la escena que transcurre en el tren de aterrizaje del avión porque nunca habían visto un objeto así y les daba miedo. Evidentemente los interiores de esta secuencia fueron realizados en un plató porque ninguna compañía aérea nos iba a dejar trastear por allí poniendo en peligro el vuelo”.

-En busca del barco perdido. “Rodábamos en Benín y en el guion imaginábamos que los niños en Mauritania dormían en la playa en uno de esos esqueletos de barcos abandonados. En Benín no había ninguno, pero nuestro diseñador de arte encontró uno por Google Maps en la costa de Nigeria, muy cerca, y pensamos en rodarlo con la segunda unidad y luego juntar las dos imágenes. Cuando llegaron los vecinos les advirtieron que si iban hasta el barco los secuestrarían porque era un cebo para atrapar turistas. Los estaban esperando para raptarlos y pedir un rescate exprés. Al final, lo cambiamos por las cuevas”.

-Un inicio complicado. “La primera escena transcurre en la valla de Melilla, pero solo rodamos allí los planos generales. La recreamos en Madrid y la hizo la misma empresa que construyó la auténtica de Melilla. Excepto, claro, la concertina que fue de efectos especiales. Las cuchillitas eran de plástico y tuvimos que pegarlas una a una a mano. Era peligrosa y la hicimos con especialistas en todos los planos generales aunque uno de los actores era bombero y pudo participar. Recreamos la parte de arriba de la valla a la altura de los pies e hicimos los planos cortos”.

-Réquiem por un elefante. “En una de las escenas, los cazadores furtivos han matado un elefante. He visto fotos de una matanza de 80 paquidermos, en Botswana, donde los guerrilleros de Sudán los utilizaban para cambiar el marfil por armas y es de lo más terrible que he visto en mi vida. Es un animal que llega a nuestra misma edad, no es lo mismo que matar una hormiga. El elefante muerto era de porexpan y fue tallado por Raul Romanillos, un gran artista de los efectos y es impresionante. Lo veías al natural y daba mucha impresión. Aun así trajeron carne comprada en un matadero para poner por alrededor y que hubiera moscas y el olor que sufrimos fue infernal. No quiero ni imaginar lo que es con uno de verdad”.

-El campamento. “En el tramo final aparece un campamento de africanos en espera del momento de saltar la valla. Algunos planos los rodamos a escondidas con una mini unidad en la zona auténtica, el monte Gurugú de Marruecos. Creíamos que le iba a dar mucha verdad, las porteadoras de la frontera también reales. Cuando rodamos en nuestro set recreado, entre la figuración había mucha gente que había estado en el Gurugú, se les ponían los pelos de punta y creían que era importante contar algo que no se había explicado. Había gente que tenía vivencias muy fuertes que había perdido dedos en las concertinas o casi se ahogan en el mar. Historias tremendas que provocaron que aquel fuera un día de rodaje muy especial”.