Crónica teatral

Heridas que no acaban de cicatrizar

Paco Zarzoso y Lurdes Barba tejen en 'La casa de les aranyes' un sobrio drama, con aire de 'thriller', con personajes marcados por el pasado

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José Carlos Sorribes

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Solo por el hecho de que se trate de una producción entre el TNC y el Institut Valencià de Cultura habría que acercarse a la Sala Petita del TNC. No deja de ser una anomalía que 'La casa de les aranyes', del dramaturgo Paco Zarzoso y con dirección conjunta con Lurdes Barba, haya llegado casi como un acontecimiento. Y lo es, aunque no en el sentido más positivo. No hay ni que explicar por qué esa colaboración escénica entre dos organismos públicos debía haber llegado mucho antes. Aún queda mucho camino por ‘normalizar’ si no es habitual que un dramaturgo del Port de Sagunt una su talento al de una directora barcelonesa y lo pongan en manos de actores, valencianos y catalanes, que hablan la misma lengua.

Escrito el preámbulo del contexto de política cultural, 'La casa de les aranyes' es un drama construido como un 'thriller' sobre heridas tanto personales como colectivas que no cicatrizan, y sobre la carga de un pasado que reclama una redención. O de un presente que ahoga hasta la asfixia, y en el que no hay lugar para la esperanza. El regreso de un médico al lugar donde pasó su infancia y adolescencia abrirá el capítulo de recuerdos y cuestiones pendientes. Àngel (Francesc Garrido) vuelve a la casa de las arañas, ubicada en una zona cercana a la presa hidroeléctrica que sepultó el idílico pueblo donde él creció. Tiene como nuevos vecinos a una pareja madura, Ivan (Pep Ricart) y Emília (Rosa Renom), que (sobre)viven con su hija Anna (Àgueda Llorca), en la llamada casa de las dalias. La compraron como única salida después de que la crisis dejara sin trabajo a Ivan, fotógrafo, hoy enfermo por los efectos del tabaco.

El dramaturgo
valenciano luce
su acreditada escritura teatral y levanta paso a paso un complejo entramado argumental

Zarzoso dibuja ese cuadro con aquellos silencios y miradas que lo dicen todo y nos lleva de forma paralela -gracias al resultón juego con la escenografía de Max Glaenzel- a otro lugar en el que una pareja, Júlia (Verònica Andrés) y Joan (Santi Ricart), mantiene una tormentosa relación. Ella, que bebe de forma compulsiva, está a punto de coger un avión para asistir al entierro de su padre, el ingeniero que construyó en su día el pantano. El dramatugo entreteje ahí la conexión con el entorno áspero en el que ha aterrizado Àngel, hermano de Joan. Manifiesta así una acreditada escritura teatral levantando paso a paso el entramado argumental. Su capacidad para alimentar el suspense, junto a la distanciada dirección de Lurdes Barba, aleja a la historia de caer en el pantanoso terreno del culebrón.

No está en esa línea tampoco el compacto trabajo del reparto catalano-valenciano. Garrido, por ejemplo, vuelve a dar el tipo, como siempre, con un personaje herido y entre tinieblas. No es el único perdedor de 'La casa de les aranyes', lo son todos y ahí también destaca el brío de Rosa Renom y de Verònica Andrés, esta como una mujer atrapada entre el alcohol y su pasión por los libros.