CRÓNICA

Angel Olsen, arte pop con doble fondo en Razzmatazz

La cantante y compositora embrujó la sala con las sinuosas canciones del elogiado 'All mirrors', arropada por un sexteto que incluyó violín y violoncello

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Jordi Bianciotto

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Con su cuarto disco, ‘All mirrors’, quinto si contamos la colección de rarezas ‘Phases’ (2017), Angel Olsen ha destapado otros perfiles, un tránsito de la ‘cantautoría’ asentada en los vestigios del rock y el folk a un pop de atmósferas sinuosas. Un álbum acogido con vítores por la crítica (también en este diario, donde coronó la lista de mejores obras internacionales del 2019) que contó este domingo con una puesta en escena a la altura del refinamiento discográfico.

Hay que valorar que, a diferencia de tantos otros, la artista de San Luis, Missouri, no tenga suficiente con venir a vernos para actuar en macrofestivales y siga cultivando el tú a tú más recogido en salas como Razzmatazz. Su propuesta actual es particularmente degustable en un entorno acotado y silencioso. Así lo fue para Hand Habits, identidad de Meg Duffy, la cantante y guitarrista, conocida por los fans de The War on Drugs o Weyes Blood, que abrió la sesión con su delicado ‘Placeholder’ y predisponiéndonos a un cierto ejercicio de ensoñación.

El refugio mental

Olsen, vestida de negro con una larga falda que le daba un aire de sacerdotisa, se abrió paso yendo al corazón del nuevo repertorio, la pieza ‘All mirrors’, haciendo brillar su eléctrico timbre de voz sobre un manto frondoso, de sintetizadores, violín y cello, que adoptó una corpulencia física con la entrada de la batería. Sexteto que desplegó con finura las tres piezas de estreno que siguieron, ‘Spring’, ‘Impasse’ y ese ‘Lark’ en el que Olsen alzó la voz ‘in crescendo’ a medida que desarrollaba su canto a la soledad, buscando un escondrijo, como dice la letra, en el interior de su cabeza.

Hay mucho interiorismo tanto en esa arquitectura sonora como en su discreta presencia en escena, y la comunicación con la audiencia se produjo entre líneas, pero a través de un sólido conducto mental. También cuando el rescate de ‘Sister’ trajo a una Olsen más trovadora que fue escorándose hacia el rock en ‘Sweet dreams’, ‘Shut up kiss me’ y sendas piezas del expresionista segundo álbum, ‘Burn your fire for no witness’ (2014).

El don de Angel Olsen para las canciones con doble fondo, que ganan relieves inesperados con cada escucha, fue lo que mantuvo a la sala poco menos que conteniendo la respiración. Esas piezas quebradizas: ‘Endgame’, embrujada cumbre del último álbum, ante la cual los compositores del viejo Tin Pan Alley, como un Hoagy Carmichael, sonreirían complacidos. La sesión nos trajo todavía un ‘Unfucktheworld’ a voz y guitarra, y la despedida con ‘Chance’, lamento desamparado de una creadora que, vistos sus poderes artísticos, no tiene motivos para sentirse frágil.