CRÍTICA DE CINE

'Las aventuras del doctor Dolittle': un fiasco bestial

Ningún animal sufrió daños durante el rodaje de esta incompetente película; aquí los únicos damnificados son los espectadores

Estrenos de la semana trailer de la película ' Las aventuras del doctor dolittle'

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Nando Salvà

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Lo que más asombra de esta película es que exista; que los estudios Universal se gastaran 175 millones de dólares -eso es lo que dicen ellos, así que podría ser mucho más- en hacerla y luego no se tomaran la molestia de comprobar en qué se gastaba su dinero hasta que fue demasiado tarde. Tras ver la versión de la película que les presentó el director Stephen Gaghan, en su día guionista de 'Traffic' (2000) y director de 'Syriana' (2005) -y, por tanto, no necesariamente la persona más adecuada para hacer cine infantil-, los ejecutivos de la productora decidieron que le hacían falta unos retoques y contrataron a Jonathan Liebesman para que rodara varias escenas adicionales. No sirvió para nada: 'Las aventuras del doctor Dolittle' es tan genuinamente incompetente que casi le hace a uno sospechar que, después de todo, 'Cats' no está tan mal.

Tercera adaptación a la pantalla de los cuentosde Hugh Lofting sobre un veterinario capaz de hablar con los animales que -por motivos demasiado largos de explicar- viaja a una isla mítica, la película es poco más que una excusa para que una manada de animales generados por ordenador paseen por la pantalla para contar chistes de pedos y cacas y culos, a menudo mientras el peor Robert Downey Jr. que se recuerda emite gruñidos o farfulla a su lado -¿qué llevó al actor a escoger precisamente esta película como su primer proyecto post-Marvel, además de la pasta? Misterio-. Cualquier atisbo de comportamiento humano reconocible brilla por su ausencia; cada vez que la película corre el riesgo de decir algo de relieve sobre el estado mental o emocional de su protagonista, una flatulencia emerge al rescate.

'Las aventuras del doctor Dolittle' avanza a ritmo frenético, probablemente con la intención de impedir que nos demos cuenta de su flagrante desinterés por la coherencia espacial, la continuidad entre escenas y la lógica en general. Pero es demasiado obvio. Algunos personajes aparecen y desaparecen de la acción sin que haya una explicación para ello, los animales hablan y los movimientos de sus bocas no casan con lo que supuestamente dicen, y al menos una tercera parte de los diálogos de Downey suenan cuando él no está en pantalla, lo que deja claros los esfuerzos que tuvieron que hacerse, incluso después de rodar escenas adicionales, para intentar que la película tuviera un mínimo de sentido. No hubo suerte. Ningún animal sufrió daños durante el rodaje de esta película; aquí los únicos damnificados son los espectadores.