CRÍTICA DE TEATRO

'Celebraré mi muerte', el Estado contra la eutanasia.

Alberto San Juan y Víctor Morilla llevan a la Sala Beckett el vitalista testimonio del primer médico condenado por eutanasia en España.

Marcos Hourmann en un momento de 'Celebraré mi muerte' en la Beckett.

Marcos Hourmann en un momento de 'Celebraré mi muerte' en la Beckett. / periodico

Manuel Pérez i Muñoz

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Marcos Hourmann no es actor. Su soltura y desparpajo en escena nos hacen pensar lo contrario. Pero no lo es. Según nos cuenta en la Sala Beckett es médico, el primer facultativo condenado por aplicar la eutanasia en España. Alrededor de su testimonio real gira 'Celebraré mi muerte', obra salida de las trincheras del Teatro de Barrio madrileño, y un poco también de un 'Salvados' de 2016. El mismo Jordi Évole es productor de esta pieza que mezcla el debate sobre la muerte digna con el periplo vital del acusado que se sentará en el banquillo escénico. 

Los directores Alberto San Juan y Víctor Morilla han vestido la pieza con apariencia de juicio. La idea es celebrar el que Hourmann nunca tuvo: llegó a un acuerdo con la fiscalía para declararse culpable y evitar la prisión. Parte del público hará de jurado frente a una declaración dramatizada con detalle. Para justificar las decisiones tomadas, repasaremos sus antecedentes familiares. Reviviremos las consecuencias laborales y mediáticas de su condena. La identificación con el inculpado nos ayudará a verlo como la víctima. 

Acompañado de una cuidada ambientación visual y sonora, Hourmann tira de sinceridad y empatía para ganarse la absolución. Dice cumplir en lo profesional con el tópico del médico cascarrabias, un doctor House que se rebela pirandelliano contra el texto y la voluntad de los directores de hacerle decir lo que no siente. También se saltó el protocolo cuando decidió poner fin a la vida de una paciente terminal de 82 años que le había pedido no sufrir. Subyace en la controversia la naturaleza de la vida, nuestro poder de decidir sobre ella. El vitalismo descarado del protagonista y su arrebatadora presencia escénica atraviesan las defensas del más pintado. Amar la vida, aquí está la tesis. 

El juicio de la emoción

Pese a la conveniencia de llevar el tema de la eutanasia a la escena pública, la causa planteada carece de las garantías de la contraargumentación. Como en 'Antígona', el debate del individuo contra las leyes del Estado se apoya más en la tragedia personal que en el cruce de ideas. Apenas hay espacio para exponer otras posturas con fragmentos de vídeo, y se pasa de puntillas por la discusión filosófica sobre el juramento hipocrático. La historia personal redime la responsabilidad social, sin apenas entrar en el marco jurídico que es la base del problema. Más que para reflexionar y llegar a las raíces de la materia, el proceso parece planteado para reafirmar posturas.

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