LO QUE NO SABÍAS DE...

Los misterios escondidos tras el rodaje de filme de terror 'Malasaña 32'

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Eduardo de Vicente

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Uno de los estrenos más ambiciosos de la semana es la película española es Malasaña 32, un filme de terror dirigido por Albert Pintó (Matar a Dios) y protagonizado por actores poco conocidos pero habituales en la pequeña pantalla como es el caso de Bea Segura (Cites, Hospital Central), Iván Marcos (Fariña) o Begoña Vargas (La otra mirada), además de nuestro monstruo favorito, Javier Botet ([REC], Mamá) que hace de administrador de fincas y, maquillado, uno de sus habituales personajes escalofriantes, y una actriz famosa que aparece por sorpresa, por lo que mantendremos la intriga…

La acción transcurre en el año 1976, cuando una familia deja el campo para instalarse en una vivienda en Madrid. Pero allí son víctima de unos extraños fenómenos que pondrán en peligro a todos sus miembros. Es una cinta terrorífica con todos los elementos habituales: ruidos mosqueantes, silencios incómodos, puertas que se abren, bombillas que se funden y respiraciones entrecortadas. Todo ello tiene lugar en un piso antiguo y tenebroso entre un susto y otro. Destaca por su meritoria reconstrucción de la época, realmente te sientes en aquella época y podríamos definirla como un Cuéntame de terror.

Se notan las múltiples influencias que pueden recordar a Poltergeist (la escena de la televisión), Al final de la escalera donde la inquietante pelotita se convierte, en el prólogo, en una canica, así como por la época y el latiguillo “basada en hechos reales” puede hacernos pensar en Verónica, de Paco Plaza. Su director, el catalán Albert Pintó, nos explica las curiosidades del filme.

-Un trabajo inútil. Durante la preproducción uno de los primeros actores que cerramos fue Iván Marcos (que interpreta al padre), un crack. Pero debido a las prisas de la peli tardé en conocerle y la verdad es que él llevaba un mes pensando en el personaje e incluso se había ido a Extremadura para trabajar el acento extremeño. El resto de actores no pudieron hacerlo por falta de tiempo y, al final, él tuvo que deshacerse de lo que había aprendido y decidimos que todos lo interpretaran con un acento más neutro.

-Preparando los personajes a distancia. Cuando me leí el guion me apasionaron todos los personajes. Fue agobiante ya que, por pre-producción y tiempos, no me daba tiempo de estudiar con ellos sus rasgos y su pasado y sus características eran bastante complejas: un tartamudo, alguien con alzheimer, una parálisis cerebral o un niño de 6 años. Menos mal que el equipo de coach consiguió trabajar estos aspectos con cada uno de ellos. Me pasaban vídeos y les iba indicando.

-Una gran profesional. El primer día que rodamos con (esa actriz mítica que mantenemos en secreto) era la primera vez que trabajaba con ella y había una toma en la que los personajes se encuentran en el rellano de las escaleras. Detrás de ella había un timbre marrón y parecía que le sobresalía de la cabeza. Le pedí que se moviera un pelín a la derecha para que quedara mejor, y lo hizo, pero aún así molestaba el timbre. Ella me dijo “¿Qué es lo que quieres?”, se lo expliqué,  y me dijo “¡Ah!, pues me lo dices y ya está” y se movió perfecto. Fue como una cura de humildad.

-El mejor silbato, por accidente. El personaje de Lola (María Ballesteros) va en silla de ruedas y tiene siempre un silbato al lado de la cabeza que es el que le sirve para comunicarse.  El equipo de arte se curró uno de época metalizado pero alguien lo rompió y cuando Maria silbaba hacia un ruido deshinchado menos estridente. Al final acabó inspirando a la diseñadora de sonido, Laia Casanovas, para hacer un sonido mejor que el pitido inicial.

-Lo viejo y lo nuevo. En la historia salen las fábricas de Pegaso y fue un problema porque son unas macroespacios y no podíamos rodar en las actuales. Tuvimos que ir a la antigua Pegaso para respetar la arquitectura del edificio y filmar varios planos en una nave más pequeña. Para  que fuera creíble, en producción tuvimos que alargar el escenario y poner más camiones.

-El plano más complejo. Quería rodar un plano de la fachada desde arriba, un plano aéreo, a la altura del balcón. Tenía una altura de 12 metros y teníamos que meter una grúa, por lo que era imposible. Era un dolor de cabeza para producción meter la cámara allí arriba. Finalmente, metimos un cable que colgaba del edificio hasta el balcón y una cámara flotante tipo dron y pudimos hacer una serie de planos muy chulos.

-El plano secuencia. Hay un plano en el que la familia sube por las escaleras que quería que fuera filmado en continuidad, sin cortes y nos llevó toda una tarde de rodaje, fue muy complicado. Me parecía importante por el giro que lo que ocurría iba a dar a la vida de la familia. Tuvimos problemas con sombras de la cámara, eran tres plantas en continuidad y los actores acabaron muy cansados, pero al final salió todo bien.

-Calor, pero no tanto. La acción del filme representa que pasa en verano, en agosto y septiembre y queríamos que fuera calurosa, con mucho sol. Fue un problema por el desgaste del equipo, los actores tienen los ojos como cerraditos. Tuvimos que intentar entoldar las calles, y los vecinos tenían que ayudar y no se pudo. Finalmente construimos un palio de 6 por 6 con tela negra para ir tapando el sol en cada toma.

-¿La maldición? Estábamos rodando con Javier Botet y sucedió algo extraño. Durante la toma escuchaba unos ruiditos que estaba haciendo Javi y cuando le dije que dejara de hacerlo, que esos sonidos ni me encajaban ni me interesaban me dijo que él no había hecho ningún ruido. Al escuchar la toma de audio comprobamos que sí se escuchaban pero Javier me juró que él no había abierto la boca. Fue muy inquietante.