Lucía Alemany: "El aborto juvenil sigue siendo un tabú"

La directora volvió a su pueblo para rodar 'La inocencia', cuya protagonista es una joven adolescente que se enfrenta a un embarazo inesperado

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Beatriz Martínez

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Durante su periodo de formación en la ESCAC a Lucía Alemany se le quedaron grabadas unas palabras: "conócete a ti misma, y habla de lo que tú solo sabes". Por eso se fue a su pueblo, La Traiguera, en Castellón y rodó allí un cortometraje, '14 años y un día', que se convertiría en el germen de su ópera prima, 'La inocencia'. En ella nos presenta a Lis (Carmen Arrufat, nominada al Goya a la mejor actriz revelación), una adolescente atrapada en una minúsculo pueblo donde el tiempo parece haberse detenido entre procesiones, fiestas patronales y cuchicheos malintencionados. Sus sueños de vivir en la ciudad se verán amenazados por culpa de un embarazo inesperado y la presión de sus estrictos progenitores, encarnados por Laia Marull y Sergi López. 

-¿Se ha contado la adolescencia muchas veces, ¿qué tiene de especial 'La inocencia'? 

-Quería contar ese pueblo, por una cuestión de que sé de hablo, lo he vivido y pensé que podría transmitir cierta sensación de autenticidad. Además, quería incorporar el elemento realista, actores naturales e improvisación. Que la cámara se infiltrara y se hiciera invisible para captar tanto la atmósfera del lugar.

-Sin duda el pueblo se convierte en un auténtico protagonista, así como la cerrazón que lo caracteriza.

-Yo quería adentrarme en un espacio anacrónico. Me interesaba reflejar la presión que genera el qué dirán, los estigmas que provocan. Ese no poder hacer nada sin que te critiquen, que las paredes tengan ojos. Cada pueblo tiene su propio programa de cotilleros, su particular ‘Sálvame’. Lo que en las ciudades pasa en la tele o en el ‘Lecturas’, aquí pasa yendo a comprar el pan. 

-La adolescencia y los cotilleos, una combinación explosiva.

-La gente se mete en la vida de otras personas y cuando eres joven, si te agarras mucho a eso, puede ser peligroso, porque no sabes hasta qué punto te han puesto una etiqueta. Es muy fácil pensar que estás encasillado y al estar creciendo y formándote cargar con eso toda la vida. 

-La película plantea un choque entre arquetipos y espacios retrógrados y la modernidad que se hace camino.

-La idea era contraponer lo joven y lo viejo, lo nuevo y lo antiguo, lo moderno y lo tradicional. Las cabras bebiendo del botellón del día anterior. Esa juventud emergente está chocando con una realidad que no ha evolucionado. Y en el subtexto de la película está la inocencia, estar libre de culpa y de miedo, dos valores que se suelen asociar a los valores cristianos y católicos arraigados en el pensamiento. Detrás de la madre y el padre de Lis están esos símbolos represivos con los que hay que romper. 

-¿Ha significado esta película para usted una especie de exorcismo personal? 

-En una entrevista conté que, como el personaje, yo también había abortado de joven, y lo utilizaron de titular. No era mi intención poner el foco en eso. Pero me di cuenta de que este tema, el del aborto juvenil, sigue siendo todavía un tabú. Si cargas con un secreto, se convierte en algo más turbio, así que no me importa que se sepa, no tiene sentido ocultarlo, sería poco honesto. 

-En realidad, la película no trata del aborto, sino de cómo enfrentarse a una situación de adultos siendo todavía niños.

-La peli va más allá de una niña que no sabe cómo gestionar lo que le ocurre porque a su alrededor sólo la van a juzgar. Si tu propia familia te oprime, te está cargando con sus propios miedos y mierdas. Y ella quiere romper con todo eso. Además, estoy cansada de ver a las mujeres victimizadas con el tema de aborto. 

-La película en ese sentido es muy luminosa.

-Quería sol, luz, brillo de verano, Mediterráneo molón. Y luego la niebla del invierno. Al final es una peli esperanzadora. La niña no ha perdido la inocencia y está preparada para evolucionar.