CRÓNICA

Brighton 64, culto revitalizado en Sidecar

El grupo barcelonés estrenó su formación de quinteto con un fibroso concierto en el que presentó su álbum más político, 'Como debe ser'

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Jordi Bianciotto

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El concierto navideño en Sidecar es una tradición moderna de Brighton 64 a la que su gente atiende con suma devoción, pero esta vez, la sala, con un aforo de poco más de 200 personas, se quedó pequeña y algunas decenas de admiradores del grupo se quedaron en la calle. Ya habrá otras ocasiones para disfrutar del buen momento de los hermanos Gil y compañía, propulsado por este disco expeditivo y deslenguado llamado ‘Como debe ser’, el cuarto que publican desde el 2012.

Cierre de filas en el subterráneo de la plaza Reial en torno a una banda que no ha querido aferrarse a los viejos trofeos y que enfocó el concierto a partir del material contemporáneo: ‘Solo hasta el final’, cuña de la noche en dirección a un correoso clásico, ‘La próxima vez’, y la selección de siete canciones del nuevo álbum como eje de la sesión. Sonido identificable desde la primera nota, con el teclado ‘sixties’ de Jordi Fontich en infeccioso diálogo con las guitarras de los Gil: ahora por duplicado, dado el debut de David Abadía como bajista, que ha liberado a Ricky de esa misión.

Power-pop contra el poder

Denominación de origen simple y llana: “Som els Brighton 64, un grup de Barcelona”, presentó Ricky antes de atacar con la acusatoria ‘Juez y parte’, realzada por un estribillo con armonías vocales y madera de himno. De ahí al power-pop fulminante de ‘El Estado de la nación’ y esa pieza más reflexiva, a lomos de un ritmo disco-rock marcado por la batería de Eric Herrera, titulada ‘La cara infame del poder’, sobre la utilización a la carta de la palabra ‘libertad’. Tríada poderosa, a la altura del mejor Brighton, culminada con ‘Avui he tornat a casa’, una pieza de hechuras más melancólicas, con vistas “al gener del 39” y en honor al abuelo Augusto Gil Cánovas, murciano emigrado a Catalunya, exiliado y depurado por el franquismo.

Brighton es uno de esos grupos cuyos fans son muy fans, y para ellos hubo rescates como ‘Conflicto con tu ayer’ y ‘Ponte en marcha para mí’, ecos de la Barcelona modernista de los 80, a la que aludió luego el irónico autorretrato de ‘La balada de los pérfidos hermanos Gil’, con la voz de Irene de la Riva (ex-Grushenka, Decepción Cromática). El imaginario ‘mod’ fue pionero en la integración de la música negra, como nos recordó ‘El mejor cocktail’ con sus guiños a Sam Cooke, pieza que encauzó una recta final a través de ‘Bola y cadena’, ‘Barcelona blues’ y el bis último con ‘La casa de la bomba’ y ‘Haz el amor’, remate de una banda que ha mantenido vivo un culto y una mística en los caminos del ‘underground’.