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'Euphoria': un delicioso cuento que enseña a crecer con danza, circo y magia

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Eduardo de Vicente

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Solo muy de vez en cuando descubres montajes muy pequeñitos programados casi a escondidas y poco conocidos por el gran público que te fascinan, te hipnotizan, quedan en tu recuerdo como una pequeña joya y quieres que todo el mundo los vea. Este es el caso de Euphoria, una maravillosa pieza que combina danza, ballet, gimnasia rítmica, circo y magia, entre otras disciplinas. Solo quedan, por ahora (esperemos que sigan representándola) cuatro días de funciones en el Poble Espanyol dentro de su campaña navideña. Hay que darse prisa...

Está interpretada por una quincena de niñas y jóvenes, formadas en el Fòrum Licano de Lliçà de Vall, que se turnan en los ocho papeles y que muestran virtuosismo, coordinación, compenetración, brillantez y un talento incuestionable. Lo que hacen en el escenario, lo que dibujan con sus cuerpos, sus piruetas, sus acrobacias y su destreza es simplemente increíble. Y todo ello envuelto en una historia que es otra delicia sobre la evolución de una niña que va convirtiéndose en mujer.

La niña que soñaba con hacer magia

Euphoria se representa en la carpa situada al norte del Poble Espanyol. A la entrada pasamos por un pequeño pasillo con luces blancas y un atrapasueños y descubrimos que estamos en un escenario circular, como una pista de circo envuelto en un semicírculo metálico. El suelo es de madera y del techo cuelga un aro. Se apagan las luces y los espectadores aplauden expectantes. Será la única vez que puedan hacerlo hasta el final ya que, pese a la dificultad de algunos números, están engarzados de tal manera que nadie se atreve a romper el hechizo.

La protagonista es Arlet, una niña que viste de rojo, es algo temerosa, su mejor amigo es un peluche y sueña con hacer magia. Suena una música dulce mientras la acompañan en sus evoluciones otras chicas de distintas edades vestidas de gris. Una de ellas, la que parece más pequeña, viste de blanco, se columpia sobre el aro mostrando una flexibilidad que haría palidecer a la Elastigirl de Los increíbles, baila y salta como en una competición de rítmica y nos deja con la boca abierta.

Los temores y los móviles

Descubrimos que Arlet tiene una amiga con la que se encuentra frecuentemente. Junto a otras chicas juegan a las piratas encima de la cama, fingen luchas con espadas y saca del baúl un sombrero y el muñeco, que hace desaparecer para sorpresa de sus compañeras. Alguien pide silencio pero es inútil. Finalmente se duerme junto a su inseparable compañero. Llega la tormenta y se escuchan unas voces susurrantes, unos inquietantes personajes aparecen en escena con capas y máscaras aterradoras (unos niños del público se ríen, pero otros se quedan inmóviles). Son sus temores.

La protagonista ha cambiado, Arlet (siempre reconocible por su vestido rojo) es ahora más mayor. Descubre que su mejor amiga le ha escrito una carta donde le dice que tiene que irse y le pide que no deje de creer. La siguiente escena, por realista, es aún más terrible. Todas las chicas deambulan por la ciudad con los móviles encendidos, no se comunican entre ellas, solo les importa hacerse selfies, teclear algún mensaje o hablar con alguien. En el fondo queda ella en el suelo, pero nadie le hace caso, la ignoran, la única que parece fijarse lo hace para hacerse una foto. Una reflexión que da miedo.

El peluche y el dragón

Unos zapatos de claqué sirven para que taconeen un poco bajo la tormenta junto a unos paraguas (¿bailando bajo la lluvia?). No paran de moverse acompañadas por una música épica hasta que, del cielo surge la cola y la cabeza de un dragón. Son los miedos que la impiden avanzar, ser feliz, luchar por lo que realmente desea. Una delicada versión en piano del clásico It had to be you da paso a un nuevo cambio de protagonista. La nueva Arlet ahora se mira en el espejo, quiere sentirse mayor, olvidar al peluche de su infancia. Las otras limpian la casa y uno de ellas ejecuta un ballet clásico de puntillas.

Reaparece la chica de blanco (que hace un poco de su conciencia, de Pepito Grillo) y con ella, su mejor amiga, es el momento del reencuentro y bailan felices pero aún no está todo superado. Debe enfrentarse al espejo del que surge la Arlet niña y descubre que no se reconoce, ha cambiado mucho y bailan juntas. El dragón le pregunta quién es y ella tampoco lo sabe. Tiene que hacer frente a sus temores de una vez por todas. Una canción alegre y mágica avanza el desenlace esperanzador y optimista.

Un espectáculo muy original que combina poesía, fantasía, delicadeza y virtuosismo. Aunque quizás sería más adecuado para jóvenes (y adultos, por supuesto) que para niños, la mayoría de ellos prestan atención y comprueban con asombro como unas chicas (algunas de su misma edad) son capaces de acrobacias que nunca han imaginado. A algunos se les puede haber hecho algo largo (dura unos 50 minutos) pero lo que han visto les ha fascinado y acaban quedándose con lo positivo. Es emocionante, se nos puede escapar alguna lagrimita, y un estupendo regalo de Navidad. Verlo es amarlo.

Más alicientes en el recinto

Además de esta gran novedad, el Poble Espanyol mantiene este fin de semana todas las actividades navideñas que mencionamos en un artículo anterior publicado a principios de mes como el mercado gastronómico, actuaciones de grupos tributo de pop, rock, góspel y swing, pista de patinaje sobre ruedas que se convierte en roller-disco, degustación de cervezas artesanas o taller de percusión, spin-art o sobre un telar de madera.

Podremos encontrarnos con Papá Noel o los Reyes Magos, visitar el jardín de los tións, el árbol de los chupetes, el bosque de los deseos o fotografiarnos en el photocall navideño, ver cortometrajes, saltar en los inflables, dibujar o participar en una gimcana. Para conocer más a fondo estas actividades, recomendamos consultar el reportaje. No nos va a quedar otra, saldremos del Poble Espanyol… ¡eufóricos!