CRÓNICA

Amaia, rasgos de inocencia en el Liceu

La cantante navarra cautivó a sus seguidores con el pop emotivo de su álbum 'Pero no pasa nada' y sus citas desacomplejadas a La Buena Vida, Natalia y Albéniz

Amaia, en el concierto que ofreció en el Liceu

Amaia, en el concierto que ofreció en el Liceu / periodico

Jordi Bianciotto

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Amaia Romero ha encaminado sus pasos hacia un pop de bonitas formas melódicas y textos sentimentales que la aparta tanto del imaginario de ‘OT’ como de las corrientes sonoras más modernas. Pero así, cantando textos que parecen sacados de su diario íntimo, realzando su canto y presencia refrescantes, y dejándose arropar por una excelente banda, se pone en el bolsillo, por un conducto emotivo y atemporal, a audiencias como la de este viernes en el Liceu (Festival Mil·lenni).

Puesta en escena cuidada, con su piano vertical y sus cuatro músicos plantados sobre un campo de margaritas, símbolo de inocencia prolongado en el horizonte a través de la pantalla de video. El motivo instrumental de ‘El relámpago’ indicó cuál era la canción estrella y bajo ese pórtico se coló el dinamismo pop de ‘Un día perdido’ y ‘Todos estos años’. Amaia, “flipada con el sitio”, con la mirada trepando hasta los más altos palcos dorados del Gran Teatre, y colgándose la guitarra acústica en ‘Quedará en nuestra mente’, una canción que bien podría haber firmado La Buena Vida en su primer álbum.

Lecciones de piano

La herencia de aquel ‘Donosti sound’ que brotó en los 90, justo antes de que ella naciera, es indisimulada, ya que el repertorio integró una pieza de Irantzu Valencia y compañía, ‘Qué nos va a pasar’, dentro de un pasaje en que el piano de pared dio paso a uno de cola. Que recurriera a la pieza ‘El puerto’, de la ‘suite’ ‘Iberia’, de Albéniz, con la que, dijo, se examinó de piano hace poco, nos recordó que estamos ante una artista en fase de cocción. Amaia abordó tres temas no incluidos en el álbum 'Pero no pasa nada': los ya rodados ‘Javier’ y ‘Me gusta bailar’, entre el pop sesentero y La Oreja de Van Gogh, y otro más intimista que todavía no tiene título.

Ahí, en la zona más sensible, brilló Amaia cuando se quedó a solas con Núria Graham, que cambió la guitarra eléctrica por la clásica en una pieza suya, ‘Porque apareciste’, la que cierra el álbum en su punto más álgido. Arpegios ultramontanos en el corazón de la noche, conduciendo a ese ‘Nadie podría hacerlo’ que habría hecho feliz a Karen Carpenter. Modos clásicos, como los de ‘Cuando estés triste’, compatibles con el fervor pop de ‘Vas a volverme loca’, de Natalia (‘OT’ cosecha del 2001), y ‘El relámpago’ apuntando a un bis en el que Amaia cantó en euskera la tradicional ‘Aurtxoa seaskan’ antes de anunciar que volverá: el 25 de junio en el Festival de Pedralbes, otro alto eslabón para una Amaia con mucho camino por recorrer y muchas decisiones que tomar.