CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Star wars: El ascenso de Skywalker': demasiada reverencia a la nostalgia

J. J. Abrams cierra la saga con una película conservadora y prefabricada, desprovista de cualquier atisbo de iconoclastia, destinada a contentar a todo el mundo

Una imagen del tráiler de 'Star wars 9: The rise of Skywalker'

Una imagen del tráiler de 'Star wars 9: The rise of Skywalker'

Beatriz Martínez

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Dicen que cuando George Lucas compuso su primera trilogía de ‘La guerra de las galaxias’, se basó en parte en las teorías de Joseph Campbell en torno al origen del mito. Todas las historias tendrían una base común, un carácter concéntrico, un pulso repetitivo y una función tanto de aprendizaje como de autoconocimiento.

En todas las películas de la saga hemos asistido a un esquema similar alrededor de la lucha entre el bien y el mal a la hora de definir la personalidad del héroe. El camino de Anakin Luke, y ahora de Rey Kylo Ren, ha sido para todos el mismo, luchar contra sus demonios internos y descubrir su verdadera identidad.

En efecto, los relatos parecen condenados a reproducirse a lo largo del tiempo, pero en el caso de la última trilogía de ‘Star wars’, existe una voluntad casi patológica de mimetizar los aciertos y defectos de su modelo original. Así, si ‘El despertar de la fuerza’ funcionaba como imagen especular de ‘Una nueva esperanza’, sentando las bases de toda una cosmogonía; ‘Los últimos Jedi’ dialogaría directamente con ‘El imperio contraataca’ en su capacidad para abrir nuevos caminos y romper con las expectativas. Esa misma analogía ha llevado a convertir ‘El ascenso de Skywalker’ en una decepción en la misma medida que para muchos lo fue ‘El retorno del Jedi’ en su momento. J.J. Abrams, treinta y seis años después, ha vuelto a caer en la misma trampa en la que resbaló George Lucas: querer contentar a todo el mundo.

Sin entidad propia

Si la anterior película de Rian Johnson se mostraba impetuosa y valiente a la hora de introducir toda una batería de conceptos que parecían orientar la nueva trilogía hacia una nueva dimensión, en esta ocasión, Abrams ha vuelto a coger las riendas para tranquilizar los ánimos y componer una obra más conservadora en la que cualquier atisbo de iconoclastia se ve aplastado por la reverencia a la nostalgia.

Adiós al discurso en torno a la necesidad de enterrar lo viejo y dar valor a lo nuevo que sustentaba ‘Los últimos Jedi’: la tradición vuelve a dar sentido a una película que parece más pendiente en condensar homenajes en cada fotograma que en alcanzar una entidad propia e independiente. Todo ello aderezado por giros de guion culebronescos, toda una batería de extenuantes reapariciones, una machacona banda sonora de John Williams dispuesta a dilapidar cualquier atisbo de sutileza para subrayar los momentos más épicos y poca imaginación visual a la hora de crear imágenes potentes que perduren en el tiempo.

‘El ascenso de Skywalker’ es una película demasiado abigarrada y prefabricada. Resulta complicado entrar en su juego porque todo su mecanismo interno se basa en decisiones caprichosas que encajan con calzador para componer una conclusión que se esfuerza demasiado en cerrar el círculo a base de trampas y falsa trascendencia, y en la que solo funciona de verdad, como único núcleo de magnetismo, la química entre Daisy Ridley y Adam Driver.