CRÓNICA DE CONCIERTO

Pasión por Orlinski

El cantante polaco es vitoreado en su debut en el Palau de la Música

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Pablo Meléndez-Haddad

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Antes de cumplir 30 años, el joven contratenor polaco Jakub Jozef Orlinsky ha entrado con muy buen pie en el mercado musical internacional. Un considerable talento, una imagen más de modelo y de artista pop que de cantante lírico y una actividad ‘on line’ que no da tregua en redes sociales le han ido encumbrando hasta llegar a ocupar un lugar de honor entre los representantes de su cuerda, cada vez más normalizada en los escenarios del mundo.

A Orlinski ya lo fichado una multinacional discográfica y en su agenda se mezclan actuaciones en teatros de ópera y salas de concierto; en estas últimas, como en este caso, en amplias y publicitadas giras con el propósito de promover sus discos. En esta ocasión era el turno de dar a conocer en directo parte del contenido de 'Facce d’amore', cuyo programa fue concebido por el cantante junto al musicólogo Yannis François, con quien ya colaboró en su anterior trabajo discográfico. En ambos discos, y en la gira de promoción, acompaña al cantante polaco -que en Barcelona se presentó en el 2018 en el Life Victoria- el eficaz y virtuoso conjunto barroco Il Pomo d’Oro, aquí a cargo de un espectacular Francesco Corti desde el clave.

En su debut en el Palau -evidentemente, prematuro como protagonista del ciclo Grans Veus-, el contratenor fue recibido como la gran estrella mediática que es, siendo literalmente vitoreado. Sabedor de su potencial económico, después de la segunda pieza saludó al público y alabó al diseñador de su traje. Nunca visto. Orlinski, en todo caso, volvió a demostrar su poder de comunicación y su pericia artística con un programa cargado a la pirotecnia, con obras de Cavalli, Boretti, Händel, Bononcini, Predieri y Hasse, entre otros. Pero también volvió a quedar patente su escasa potencia en una zona grave gris y sin mucho armónico, castigando especialmente arias como 'Crudo amor' de Boretti. En su canto, a un agudo brillante y a una voz bien proyectada se une una línea florida consolidada -su mayor baza-, lastrado eso sí, por ataques con sonidos fijos y, lo más grave, algún problema de afinación. Las bajadas al pecho las salva su equilibrado esmalte, como demostró en la primera aria de Pradieri.

Orlinski, se diga lo que se diga, encanta, y si en las arias de bravura lo hace por su dominio de la coloratura, en las contemplativas hechiza por línea y expresividad. El público decretó un triunfo arrollador y ante el mezquino programa -poco más de una hora y diez minutos- él quedó como un rey generoso, con cuatro propinas. Se las sabe todas.