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'Estrógenos': las chicas se quieren divertir... en el Eixample Teatre

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Eduardo de Vicente

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El Eixample Teatre sigue en su línea de combinar comedias ligeras con espectáculos centrados en la magia o el mentalismo y parece que les va bien. Da gusto pasar por allí un fin de semana y ver cómo las colas se suceden fruto de una envidiable política de ofertas que acaba creando una fidelidad y un grupo de seguidores que va en aumento. Su última propuesta tiene todas las cartas para continuar en esta tendencia ascendente. Se trata de Estrógenos, una divertida comedia femenina de David Areces que estuvo tres años en cartel en MadridEstrógenos, y que puede también eternizarse en la cartelera barcelonesa.

Su único propósito es conseguir que riamos, y eso lo logran gracias a un guion chispeante sobre un tema muy habitual, sobre todo en el cine norteamericano: tres mujeres que salen de fiesta. A partir de aquí se exprimen los clichés, se suceden los gags y nos arrancan sonrisas y algunas carcajadas en lo que también influye el trabajo, la espontaneidad y la compenetración entre sus tres actrices, ya que la escenografía es mínima y quizás tampoco necesita más.

Las opuestas vidas de dos amigas

Dos amigas de toda la vida han quedado en una tetería representada tan solo por tres taburetes, una mesa y un plafón al fondo que hace las veces de escaparate con unos muffins (las magdalenas de toda la vida pero ahora con adornos por encima). Diana está embarazada, lleva una vida aparentemente perfecta (pero eso nunca se sabe), es influencer y relaciones públicas y está más pendiente de su móvil y los selfies que del resto del mundo. Sus únicas quejas son respecto a su embarazo, que le provoca situaciones incómodas. Es culpa de los estrógenos, asegura.

Su compañera es Vicky que pasa por un momento totalmente opuesto. Es actriz pero no consigue trabajo, su novio la ha abandonado por una modelo y viste de manera informal. Está deprimida y por mucho que Diana le diga que “los 30 son los nuevos twenties” no levanta cabeza. A sus 38 ve como sus sueños de tener pareja e hijos se van desvaneciendo y el reloj biológico no perdona.

La intrusa que desata las carcajadas

Su conversación da un giro cuando aparece Sara, una joven que se presenta como azafata de eventos (aunque su tarea diaria es como dependienta de unos grandes almacenes) con la que Diana ha entablado amistad. Es sensual, desinhibida, provocadora y lleva un vestido verde chillón. No parece muy lista y sus frases son tópicas (“Claro que sí, guapi”). Desde el primer momento despierta los recelos de Vicky, la recién llegada es más joven, atractiva y, por si fuera poco, pretende ser actriz. Con su aparición llegan los primeros momentos cómicos. Es un personaje caricaturesco, pero hilarante, sobre todo cuando lanza involuntarios (o no) comentarios crueles que hieren a Vicky, o cita las frases que le contó su “tieta Montserrat”. Vicky sospecha que pretende robarle a su amiga y, harta de la situación, pretende esfumarse, pero se le enganchan como una lapa y se la llevan de fiesta.

La acción se traslada a un bar

El siguiente acto transcurre en un bar al ritmo de Girls just wanna love fun (Las chicas se quieren divertir) de Cindy Lauper. Diana no para de hacerse fotos para sus followers y sigue abusando de los anglicismos aunque ansía arrebatarles las copas a sus compañeras, ya que ella se ve obligada a tomar chupitos sin alcohol. Vicky, que tiene un vetusto móvil, emplea fórmulas antiguas para ligar mientras que Sara domina el flirteo del siglo XXI y ambas se disputan a un hombre (del público, sí, puede tocarte a ti, acepta las bromas y disfruta del momento). Sara escenifica con gestos tan explícitos como desternillantes sus experiencias sexuales.

La tensión va subiendo a medida que el alcohol hace sus efectos y cuando suena El ritmo de la noche, Vicky recupera a Diana ejecutando juntas la coreografía que hacían cuando eran jóvenes y recordando el pasado. Ahora es Sara quien siente celos y la chispa se enciende cuando aparece la palabra “karaoke”. Ambas se retan mutuamente y acuerdan resolver sus diferencias en la pista con un micrófono.

Un 'karaoke' con consecuencias inesperadas

Vuelve a cambiar mínimamente el decorado. Ya son las 3 de la madrugada, Diana está tirada en una silla mientras las otras dos se enfrentan en un duelo para interpretar la canción de Titanic, pero su embriaguez impide que los resultados sean brillantes. Vicky le reprocha a Sara que esté más pendiente de contentar a gente que no conoce que a la que tiene al lado (¿a cuántos conocemos así?) Y, entonces, todo estalla con una serie de confesiones inesperadas con resultados imprevisibles. La función finaliza con la canción Estrógenos, una versión de un popular tema de Cher con la letra cambiada y su correspondiente coreografía.

Quizás no sea la obra maestra de la comedia, pero sabe manejar bien los tempos y que pasemos un rato entretenido. Mónica Macfer es la que más brilla, sabe que tiene un papel agradecido y lo disfruta al máximo. Solo se echa a faltar que pueda demostrar su calidad como cantante (aquí aparenta estar medio borracha y no es lo mismo) como ya hizo en El futbol és així (de gai). Karen Gutiérrez, que ya demostró su versatilidad en Pijames, la comèdia, en este mismo local sabe ser el contrapunto a su personaje mientras que Cristina Brondo (Orgasmos) sabe manejar a esa mujer dependiente de las nuevas tecnologías con sobriedad y humor. Solo pretenden que nos divirtamos durante una hora y pico y dejamos los problemas aparcados. Y eso lo consiguen de sobras, sea por los estrógenos o cualquier otra hormona juguetona.