CINEASTA ROMPEDOR

Los últimos días de Sam Peckinpah: paranoia, timbas, pulsos y tiros

TCM estrena el documental 'Peckinpah suite', conducido por la hija del director de 'Grupo salvaje' y que muestra sus arrebatos, inseguridades y ética personal

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Quim Casas

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El próximo 28 de diciembre se cumplirán 35 años de la muerte de Sam Peckinpah. Posiblemente no se le recordará como se merece, habiendo sido uno de los cineastas más personales y rompedores de aquel Nuevo Hollywood que acabó de oficializarse en 1969, cuando él realizó una de sus obras capitales, 'Grupo salvaje'. El canal temático TCM, de Movistar+, sí que le recuerda. Este sábado se estrena el documental de producción propia 'Peckinpah suite', dirigido por Pedro González Bermúdez, responsable de otros filmes del canal con acento cinéfilo, como 'Nostromo, el sueño imposible de David Lean' y 'El último adiós de Bette Davis'.

¿Por qué una suite? El documental tiene como personaje conductor a Lupita Peckinpah, una de las hijas del director, y como centro de atención los últimos años que el cineasta pasó en la localidad de Livingston, en el estado de Montana, instalado en la habitación 322 del hotel Murray. Hasta allí llegan Lupita y las cámara de TCM para seguir la pista de un autor epidérmico que se enfrentó contra todo y contra todos y acabó pagando cara su rebeldía regada, eso sí, en ingentes cantidades de alcohol.

La habitación 322, que hoy ostenta el nombre de Suite Peckinpah y es un reclamo para turistas y cinéfilos, encierra entre sus paredes muchas vivencias que definen al director en los últimos años de su convulsa vida. Allí se llevó Peckinpah rollos de película que, convencido de que los productores se los querían robar, protegió mediante alambre de púas. Colocó barrotes en la claraboya y la ventana del baño de la habitación para que nadie pudiera entrar desde el exterior. Tenía en la suite una mesa hecha a la medida de sus codos en la que hacía pulsos con todo el mundo, y siempre ganaba. Cuando la habitación fue reformada hubo que eliminar los agujeros de bala en las paredes: Peckinpah se instaló en la suite con su colección de armas.

Solo para abogados

En una entrevista televisiva recuperada en el filme, el periodista le pregunta: "Mr. Peckinpah, háblenos de algunas de sus controversias". Podría haberse extendido toda la noche, dados sus legendarios enfrentamientos con los productores, pero el director, muy calmado, se limita a decir: "Solo hay tres personas en el mundo que me llaman Mr. Peckinpah, y las tres son abogados de Metro Goldwyn Mayer". El entrevistador rectifica: "Perdone, Sam".

En la misma entrevista se define como una buena prostituta. Y cuando le preguntan por el apodo de 'Bloody Sam' (Sam el Sangriento), dada la violencia febril de sus películas, contesta: "Esa expresión es de una pésima belleza poética". Acto seguido, toma su vaso de plástico y se sirve una generosa ración de bourbon.

Peckinpah era como los personajes de sus películas. Él es el William Holden de 'Grupo salvaje', el Jason Robards de 'La balada de Cable Hogue', el James Coburn de 'Pat Garrett y Billy the Kid' y el Warren Oates de 'Quiero la cabeza de Alfredo García'. A su modo, inventó la autoficción cuando nadie hablaba en estos términos de la experiencia personal llevada al territorio de la ficción. La explicación de la razón por la que hizo 'Grupo salvaje' es sobrecogedora. Aplicó la teoría griega de la catarsis: experimentando piedad y temor se purificaría y eliminaría esos sentimientos violentos en él. "Pero estaba equivocado", comentó. "La violencia de mis películas va en aumento".

Uno de sus mejores amigos en los tiempos del hotel Murray, el abogado Joe Swinderhost, cuenta que Peckinpah estaba jugando a cartas con unos turistas japoneses y perdía. Antes de que se llevaran el dinero que le quedaba, prefirió tragarse un billete de 100 dólares. Lupita habla de él como la figura ausente pero idealizada del padre. Y explica la relación que el director tenía con su madre, Begoña Palacios, actriz secundaria en 'Mayor Dundee'. Se casaron tres veces y se divorciaron dos. Días antes de fallecer, Peckinpah, Begoña y Lupita se habían encontrado en Puerto Vallarta para pasar las vacaciones. Peckinpah se sintió mal, se fueron a Los Ángeles y falleció aquel 28 de diciembre, el mismo día del cumpleaños de Begoña. Lupita tenía entonces 12 años y hoy sigue buscando el rastro de su padre.