ENTREVISTA

Werner Herzog: "Es una falacia que arriesgue las vidas de mis actores"

El mítico realilzador alemán recibe de la Academia de Cine Europeo un premio honorífico a toda su trayectoria

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Nando Salvà

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A lo largo de una trayectoria tan larga y prolífica como llena de proyectos quijotescos -en ella destacan proyectos cinematográficos hercúleos como 'Aguirre: la cólera de Dios' (1972), 'Fitzcarraldo' (1982), o 'Grizzly Man' (2005)-, el alemán Werner Herzog (Munich, 1942) se ha confirmado no solo como uno de los cineastas más iconoclastas de su generación sino también como algo parecido a un icono pop. La semana pasada, la Academia del Cine Europeo (EFA) le otorgó un premio en honor a sus cinco décadas de carrera. 

Señor Herzog, ¿a usted le importa recibir premios honoríficos?

No sirven para nada, no hacen que mis películas sean mejores ni peores. Y me parece inapropiado recibir un premio como este precisamente ahora, cuando trabajo a un ritmo mucho más intenso que nunca antes en mi carrera. Hace 30 o 40 años yo hacía una película al año y en los últimos 12 meses, en cambio, he estrenado nada menos que tres largometrajes; y ahora mismo debería estar acabando de montar mi próxima película. El mejor momento para recibir un premio honorífico será más adelante, cuando me encuentre postrado en una silla de ruedas. 

Entre todas sus películas, ¿hay alguna por la que sienta especial predilección?

No, las amo todas. Me molestan esos directores que dicen: “Odio mi última película, en la próxima sí que voy a innovar de verdad”, y luego se dedican a hacer un cine cada vez peor. Yo, insisto, no me arrepiento de nada de lo que he hecho.

En la nueva ficción del universo Star Wars, la serie 'The Mandalorian', usted interpreta a un villano. ¿Qué siente al formar parte de una saga tan célebre? Probablemente le permitirá darse a conocer entre un público completamente nuevo para usted.

Hace poco celebraron un preestreno de la serie, y entre la audiencia había unos 800 fans adolescentes. Y sus reacciones durante la película, todos esos espontáneos aullidos de placer, me dejaron boquiabierto; nunca había experimentado algo así. Es una locura: no tengo más que hacer un comentario escueto acerca de 'The Mandalorian' en la prensa para que, de repente, 50 millones de personas discutan sobre ello en las redes.

"El 'streaming' me parece fantástico. 50 o 55 de mis películas están disponibles en internet y recibo correos entusiastas de chavales de 15 años"

¿Qué opina de los cambios que el paisaje cinematográfico está experimentando?

Son inevitables, y yo no soy nostálgico en absoluto. El 'streaming' me parece fantástico. Actualmente, 50 o 55 de mis películas están disponibles en internet; recibo emails entusiastas de chavales de 15 años que han visto 'El enigma de Gaspar Hauser' (1974), que yo rodé cuando sus padres aún no habían nacido. Es fantástico.

Pero el 'streaming' también tiene efectos negativos, ¿no cree?

Los adolescentes ya no van al cine, claro, porque no les gusta estar a oscuras ni sentarse al lado de gente a la que no conocen. Pero tampoco leen en absoluto, y eso me parece mucho más negativo. Yo siempre recomiendo a los alumnos de mis cursos de cine que lean, a ser posible a los clásicos de la Antigua Grecia. Yo soy un experto en la materia, y gracias a ello soy más capaz de entender el presente que cualquier otra persona que conozco.

"Toda la teoría que se necesita para ser director se aprende en una semana como máximo"

Pese a que usted organiza esos cursos, al mismo tiempo es muy crítico con las escuelas de cine. ¿Por qué?

Porque solo sirven para homogeneizar a todos los potenciales cineastas y prevenirlos de hacer nada que sea atrevido y arriesgado. Les enseñan demasiada teoría cinematográfica, lo que en mi opinión supone la muerte del cine. Toda la teoría que se necesita para ser director se aprende en una semana como máximo. Todo lo demás se debe aprender rodando. 

Usted rodó varias de sus películas en circunstancias extremas. ¿Cree que el peligro y el miedo pueden resultar inspiradores?

Al contrario, el peligro y el miedo deberían ser eliminados del proceso cinematográfico, porque hacen que resulte difícil comportarse con profesionalidad. No soy nada temerario. Sobre mí se dice que suelo arriesgar las vidas de mis actores, y eso es una falacia. Ninguno de los actores con los que trabajé a lo largo de más de 70 películas sufrió jamás una herida o una lesión. 

Usted, en cambio, recibió un balazo en 2006, mientras daba una entrevista en plena calle.

Fue una bala insignificante. Antes de alcanzar mi cuerpo atravesó mi chaqueta de cuero y un catálogo que llevaba enrollado dentro de ella, así que no penetró mi cavidad abdominal. Tan solo sangré un poco. Si aquel loco quería matarme, tendría que haberme disparado a la cabeza. A mí ya me habían disparado otras veces antes. Cuando tenía 17 años, por ejemplo, lo hizo una mujer policía que me confundió con un acosador sexual. Es una larga historia.

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