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'Els músics de Bremen': mucho más que un musical para niños

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Eduardo de Vicente

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El popular cuento de los hermanos Grimm, Els músics de Bremen, es ya todo un clásico de la cartelera teatral barcelonesa que ha visto múltiples versiones de todo tipo como la meritoria adaptación reciente de Pot Teatre interpretada por discapacitados. Cuando parecía que ya estaba dicho y escrito todo sobre esta popular obra, el Teatre Gaudí estrena una nueva lectura en clave de musical muy divertida, animada y que resulta también muy entretenida para los adultos (que muchas veces tenemos que soportar cada tostón…) con algunos chistes o referencias graciosas que entenderán básicamente ellos. Ever Blanchett, Joan Olivé y Maria Clausó son los artífices de este original montaje muy muy recomendable.

Músicos, cantantes y actores

Para empezar no se trata del típico espectáculo de una compañía especializada en teatro infantil en el que los actores cantan como pueden, es al revés. Se trata de expertos cantantes con un amplio bagaje en musicales que se pasan al terreno de los niños… y se nota. Y, además, son unos músicos estupendos, toda la partitura se interpreta en directo, nada de grabaciones. Su calidad es excelente y las canciones son pegadizas, contagiosas van del rock al pop pasando por la clásica y no están al alcance de cualquiera. ¡Bravo!

Mientras buscamos la butaca descubrimos que la orquesta ya está tocando. El suelo está cubierto por una enorme alfombra verde representando el bosque y unas hojas otoñales. Los cinco actores/músicos están sentados en unos taburetes que parecen unas setas y tanto el maquillaje como el vestuario de sus respectivos personajes está muy cuidado. El único elemento escenográfico es una escalera con una enredadera en el centro. El perro (Ivan Herzog) toca la guitarra, la gallina (Berta Peñalver) se ocupa del piano, la gata (Aina Vallès) interpreta el violoncelo, el burro (Joan Rigat) aparece con una pandereta pero la cambiará por un violín y un quinto personaje, el grillo (David Maculé) se limita a tocar la batería con pequeñas intervenciones actorales.

El burro, el perro y la gallina

La trama arranca con el encuentro entre los dos primeros animales: el burro y el perro. Aprovechando una tormenta, ambos han decidido huir de sus amos que pretendían deshacerse de ellos. El primero se queja de que su dueño no tiene corazón y que pretende llevarlo al matadero por lo que ha decidido escapar e irse a Bremen para convertirse en cantautor (Em vull jubilar). Su compañero se dedicaba a la caza, pero ya no es tan rápido y, por lo tanto, prescindible (Sóc un gos de caça). Ambos concluyen que los humanos son poco personas.

En Un ruc és un ruc, empiezan a conectar con el público que les acompaña con sus ¡hey! En varios momentos se pasean junto a las butacas y miran fijamente a los niños, se mezclan con ellos y los peques se sienten más protagonistas. La tercera en incorporarse al grupo es la gallina, que ya no pone huevos y la van a utilizar para el caldo. En La granja, reconoce que se “ha hecho abuela en la jaula”. Su estilo es más clásico, casi operístico.

La gata y la mejor escena

La insinuante gata se une y cuenta la historia de Els gats del carrer llegando a la conclusión de que es mucho mejor vivir así, sintiéndose libre. Los personajes bailan y también hay una referencia (que solo pillarán los mayores) al musical Cats. La banda ya está formada, se encamina a Bremen y llega el principal momento participativo en el que los espectadores deben ayudarles a llegar formando parte del túnel del recorrido.

L’escala musical es uno de los mejores números, en el que ironizan con los nombres de las notas (do, re, mi, fa, sol, la, si) para jugar con canciones populares que empiezan por estas sílabas. Es parecido a la conocida canción de Sonrisas y lágrimas de traducción imposible (¿quién no la recuerda?: “do, estrato de varón; re, selvático animal; mí, denota posesión; far, es lejos en inglés…”). Sí, aquella adaptación era espantosa, pero la de Els músics de Bremen es brillante y, por si fuera poco, culminan esta escena con un momento mágico, un tema delicioso interpretado a cappella (su único inconveniente es que se hace muy corto). Pasamos de la diversión a la emoción en cuestión de segundos.

De la intriga a un desenlace con mensaje

La ciutat que ens agradaria muestra las visiones idílicas de cómo debería ser una ciudad para cada uno de los cuatro personajes y vuelven a combinar los estilos musicales (ópera, pop y rock… “es la reina del lugar”). El tono cambia y ahora parece que estemos en una película de intriga, ya que los animales intentan colarse en L’hostal (incorporan guiños musicales a James Bond y Misión Imposible) para encontrarse con una sorpresa y rebelarse.

El número final (Junts) nos insta a hallar nuestras propias cualidades (todos tenemos alguna) y perder el miedo para hacer realidad nuestros sueños, como los protagonistas, y pronuncian una frase que define perfectamente este montaje “la vida sense artistes seria molt ensopida”. Y es que Els músics de Bremen lo tiene todo: risas, animación, música, mensaje y no deja de lado a los padres, tíos y abuelos que participan con entusiasmo y lo pasan tan bien como los peques. Gracias a artistas como estos nuestra vida es mucho más entretenida…