LA MADRE DEL FEMINISMO MODERNO

Sami Naïr reivindica la figura de Simone de Beauvoir

El autor francés hace una evocación íntima y pedagógica de la autora de 'El segundo sexo' en su último libro

Simone de Beauvoir, en las calles de París, en 1971.

Simone de Beauvoir, en las calles de París, en 1971. / periodico

Elena Hevia

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El francés Sami Naïr (Argel, 1946) es uno de los sabios de la política en los que Pedro Sánchez más confía. Formó parte de su comité de expertos en el Gobierno del 2015 y a punto estuvo de ser el tercero de la lista a las elecciones europeas por el PSOE, pero un trámite burocrático se lo impidió. Pero ahora no ha venido a hablar de política, o sí, pero desde el punto de vista que más le interesa, el social, porque está convencido de que la revolución feminista, la lucha que situará en un plano de igualdad a mujeres y hombres es crucial en el desarrollo humano.  

Eso es algo que aprendió hace más de 40 años en la redacción de la mítica revista de pensamiento ‘Les temps modernes’, donde trabajó codo a codo con Simone de Beauvoir, ‘madame la directrice’. Un día esta se interesó por una comisión universitaria de la que Naïr formaba parte, encargada de seleccionar a los nuevos docentes. ¿Cuántas mujeres hay en ella?, preguntó suavemente. Y solo había una. "Una" fue también la respuesta a la pregunta ¿cuántas mujeres ha habido en los últimos 10 años? "Lo peor es que nunca me había planteado que eso era una injusticia", admite el politólogo y filósofo, que acaba de publicar un libro ‘Acompañando a Simone de Beauvoir’ (Galaxia Gutenberg), un retrato testimonial y cómplice de la autora francesa, madre del pensamiento feminista moderno gracias a su ensayo capital ‘El segundo sexo’. El ensayo de Naïr es también una especie de prontuario sobre las luchas, las inquietudes y los temas de una de las grandes pensadoras del siglo XX.

Alguien nada fácil

Hay que tirarle de la lengua al politólogo para que admita que De Beauvoir no era una mujer fácil (en el sentido no machista del término, claro). “Era muy exigente con sus relaciones y se abría solo a muy poca gente, pero si te dedicaba su amistad, como fue mi caso, era muy afectuosa. También tenía su lado oscuro, si afilaba su humor devastador podía crucificar a una persona tan solo con una palabra”. Así era el ‘Castor’, como la llamaba su amor ‘necesario’, Jean-Paul Sartre, por la palabra inglesa ‘beaver’ y sobre todo por su capacidad de trabajo casi enfermiza.  

Fue una mujer con coraza en un mundo de hombres encantados de haberse conocido, a quien le costó también darse cuenta de que pertenecía a un ‘sexo subalterno’ cuando cumplidos los 40 aplicó su extraordinaria mente a pensarse como mujer. Así llegó a la célebre frase de la que parte su obra magna: “No se nace mujer, se llega a serlo”. No existe, por tanto (y es un buen punto de partida para la discusión) una naturaleza femenina, es sencillamente una construcción de los hombres.

Vigencia y repercusión

Hoy 'El segundo sexo' suma edición tras edición y se multiplican las asociaciones y grupos de trabajo dedicados a su autora mientras que la filosofía de Sartre, antaño el monstruo sagrado de la intelectualidad, queda solo para uso de profesores de Filosofía. Y eso que cuando apareció el libro no fue precisamente bien recibido. François Mauriac dijo: “Ya conocemos absolutamente todo de la vagina de Madame de Beauvoir”, pero Mauriac era un buen burgués católico. Alguien más aperturista como Camus, por entonces amigo de la pareja Sartre-Beauvoir, aseguró que era un ataque vergonzoso contra el varón francés.

"De Beauvoir detectó que el núcleo de las relaciones humanas no es el contrato social de Rousseau o la lucha de clases de Marx sino la dominación de la mujer por parte del hombre" 

Sami Naïr

Lo que enseña ‘El segundo sexo’, más allá de que hoy se esté de acuerdo o no con determinados postulados que se acuñaron después de la segunda guerra mundial (y ha llovido mucho), es una aportación fundamental a juicio de Naïr: “Que el núcleo fundamental de las relaciones humanas no es el contrato social tal y como lo definió Rousseau o la lucha de clases de Marx, el núcleo es la dominación de la mujer por parte del hombre”. Advertido el problema, el autor francés todavía se duele de que las conquistas sociales de las mujeres se sigan presentando como algo excepcional: “Lo que se necesita es un trabajo por parte de los hombres para cambiar radicalmente su mirada hacia la mujer y eso puede llevar mucho tiempo”. La biblia del feminismo del siglo XX termina con una frase modélica que en absoluto apuesta por la guerra de sexos: “Quiero una sociedad basada en la fraternidad entre hombres y mujeres”. Y Naïr remacha: “Se trata de luchar contra el poder masculino y no contra los hombres, que no es lo mismo”.

Modelo amoroso

Más allá de sus ideas, la filosofía de la pensadora francesa -a menudo más conocida por sus relaciones amorosas- ha sido menoscabada acusándola de haber estado sometida a Sartre y de haber convertido la pareja abierta que formaron en un suplicio para los otros amantes “contingentes”, así los llamaban, que nunca hicieron peligrar la unión ‘necesaria’ y principal. En el Mayo del 68, ese modelo de pareja abierta sin convivencia bajo un mismo techo, parecía la nueva panacea de las relaciones sentimentales. Y durante muchos años esas contradicciones se esgrimieron para hacer una ramplona enmienda a la totalidad. Si la práctica no funcionaba, la teoría debía ser defectuosa. Pero no, 70 años después, cuando el concepto de pareja acepta multitud de variables, todavía se siguen recogiendo aquellos frutos.