CRÓNICA

Hijos del Trueno: otra verbena es posible

Cuatro periodistas vinculados a EL PERIÓDICO coincidieron por casualidad el sábado en la epifánica presentación de 'Sorprendentes adelantos', el debut de Hijos del Trueno. Así lo vieron

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R. Tapounet / R. Roca / N. Cruz / R. Vendrell

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Si, como apuntan todas las señales, en Barcelona ha dejado de ser cierto que cualquier noche puede salir el sol, no parece un mal plan trasladar la fiesta al mediodía. Convertir los bares de menú en salones de baile. Sumergirse en La Vida a la hora de comer, como decía Tom Wolfe. Eso es lo que hicieron el sábado los Hijos del Trueno: tomar por asalto el Centro Galego de la Rambla mientras ahí fuera 'fai un sol de carallo', montar una verbena popular en sesión vermut y despachar generosas raciones de ese arroz con cosas tan suyo -huyan de la Gestapo de la paella y de los puristas en general- en el que se mezclan gozosas la rumba y la jota, en el que George Harrison y Paco Ibáñez agitan las maracas y bailan cumbia y en el que Ovidi Montllor rinde homenaje a Teresa tocándole el ventilador.

¿Apropiacionismo cultural? Póngame media docena. Porque en estos días de fachas, talibanes y gente malhumorada, la alegría es un acto de resistencia y los Hijos del Trueno son los jefes de la barricada. Los rayos que más calientan. Los que 'sucan' la salsita y se despiden diciendo "buenas noches" cuando los relojes marcan las 14.30 horas. RAFAEL TAPOUNET

"¿Esto cómo va?", pregunta un parroquiano en la barra del Louro, el restaurante del Centro Galego de Barcelona. "El concierto es en el salón de actos, ahí al lado", le dice alguien. "¿Ah, que hay un salón de actos?". Son casi la una y media del mediodía, el Louro está a rebosar y ahí no parece que vaya a haber ningún concierto. Entre otras cosas, porque los músicos también están en el bar. "Ahora montar movidas a la hora del vermut se lleva mogollón", dice otra parroquiana, esta sí, enterada de por dónde van los tiros en Barcelona. Pero aquí no huele a 'brunch' ni a 'spritz'. Aquí hay niños corriendo enloquecidos en una sala decorada con tres guirnaldas, aquí hay cuatro señoras mayores sentadas al fondo que hacen tiempo hasta que esto empiece. Aquí, en un rato, habrá una juerga. Como en las fiestas mayores. Como en las bodas. Una juerga buenaROGER ROCA

Hay grupos que lo planean todo para que nada falle y otros que lo planean todo para que, llegado el momento, pase lo que tenga que pasar. Convocas al personal fuera de su contexto nocturno, decoras el teatrillo del Centro Galego con unas guirnaldas y a jugar. Y si en ‘Volver al futuro’ la corista grita un "¡claro que sí!" que le ha salido del alma, pues vale. Y si el teclista cuela la melodía de un baladón heavy de Sangtraït, pues también. Y si en el autohimno ‘Llegan los Hijos del Trueno’, su supuesto momento de gloria, un tipo se planta en primera fila con un cubo y una fregona para secar el suelo de la sala, pues cómo no.

La banda camina, el pueblo baila, la verbena rumba que tumba y Vicente Leone, viendo el patio a través de sus gafas de sol, vocea la exclamación que mejor define a estos Hijos del Trueno: "¡Copón!" NANDO CRUZ

Muy pocas cosas mejores se pueden ver en un escenario que un buen clímax de rock and roll de garaje, y el que Hijos del Trueno se sacaron de la manga, zas, para coronar 'Lorocuervo' (en el disco también aparece de la nada) fue de aúpa. Guillem Caballero, el alma de la fiesta, y la fiesta también fue de aúpa, dibujaba con el teclado una melodía circular muy B-52's, el resto de los músicos eran un martillo pilón y el impávido Vicente Leone agitaba unas maracas y cantaba: "Saca la bota María / saca la bota María / saca la bota María / que me voy a emborrachar". Hey, no todo va a ser Bob Dylan. Quien por otro lado nunca conseguirá con sus canciones un eco del público tan retumbante como el que consiguió Leone con su imperiosa interpretación de los versos del villancico. RAMÓN VENDRELL