CRÓNICA

Amon Amarth, invasión vikinga en el Sant Jordi Club

El grupo sueco recreó su mundo mitológico a golpe de un death metal más melódico que extremo

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Jordi Bianciotto

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Después de más de 20 años de camino y a medida que su death metal se ha ido haciendo más melódico y accesible, Amon Amarth ha visto como los locales en que actúa se han hecho más grandes. Hasta llegar, en Barcelona, al Sant Jordi Club, donde este viernes reunió a más de 3.000 personas con su receta de épica sonora, lírica con vistas a los viejos mitos nórdicos y ‘atrezzo’ de parque temático vikingo, empezando por ese gigantesco casco con cuernos sobre el que se ubicó el titular de la batería.

Al grupo sueco le pirra la mitología y la recreación de los viejos mundos paganos del norte de Europa (hace tres años, en el Rock Fest, instaló en el escenario la proa de un barco guerrero), y defiende un metal apegado a dinámicas ‘power’ ortodoxas, donde el factor ‘death’ se reduce a la voz gutural del maestro de ceremonias Johan Hegg. Esa forma de cantar ha pasado con los años de ser extrema a convertirse en un estándar metalero. En el Sant Jordi Club, la practicó previamente una dama, lo cual es menos corriente: Alissa White-Gluz, vocalista de Arch Enemy, imperativa formación del ramo que animó la doble ración de teloneros, estrenada con Hypocrisy.

Ceremonia del fuego

Amon Amarth prescindió de sus dos primeros discos, los más radicales, y combinó el ‘grandes éxitos’ con cuatro únicas menciones a su nueva obra, ‘Berserker’. Canciones que revelan un acomodo en ciertas fórmulas: arranques pomposos, frenazos en seco, aceleraciones severas. Contrastes efectistas entre la introducción lírica y el tortazo del doble bombo, como en ‘Fafner’s gold’, y armonías relucientes de las dos guitarras en fricción con la garganta cavernosa de Hegg. Y fuego, mucho fuego, en forma de llamarada larga o de fogonazo, adornando los rescates de ‘Death in fire’ o la inhabitual ‘Prediction of warfare’ en un ambiente de feliz aquelarre.

Pero las canciones de Amon Amarth permiten la celebración verbenera: en ‘Crack the sky’, Hegg pidió al publico que diera botes como si no hubiera un mañana, y en ‘Raise your horns’ brindó con un cuerno lleno (entendemos) de cerveza al grito de ‘¡skol!’. Momentos muy Manowar; un poco de folclore que sella cohesiones. Y antes de concluir con su tema más popular, ‘Twilight of the thunder God’, entraron en acción dos altos guerreros de cartón piedra, uno a cada flanco del escenario, para cantar a Odín en ‘Guardians of Asgaard’, símbolo de la resistencia nórdica a las religiones que en otro tiempo llegaron del sur y pieza acogida con vítores por el público de una templada ciudad mediterránea.