RING LITERARIO (11)

Vladimir Nabokov contra Edmund Wilson

Un gerundio mal puesto en 'Eugenio Oneguin' finiquita el 'bromance' entre un crítico manoblanda y el escritor más ponzoñoso del siglo XX

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Kiko Amat

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El ring de esta semana enfrenta a un crítico literario y a un escritor, y por tanto deberíamos tener ganador moral antes del primer vituperio. Pues, como sabe todo el mundo, los críticos literarios están, por definición e históricamente, equivocados.

Por desgracia para mí, y suerte para ustedes (que leen mis paridas), no es tan sencillo.

Edmund Wilson era un crítico estadounidense. Se parecía a Truman Capote pasadas las fiestas y pregimnasio, y estaba enamorado de Rusia y su cultura (era marxista, aunque desde la distancia). Vladimir Nabokov era un escritor ruso de clase alta que, tras ser desahuciado por los bolcheviques, llegó a Amerika con ropa prestada y un inglés execrable. Wilson, que como otros negados para la ficción sabía reconocer el talento cuando lo veía, le consiguió trabajo de reseñista, le buscó editor, le procuró una beca y, aún más crucial para el 'bromance', pasó años evitando criticar (en público) los libros del otro. Nabokov reciprocó corrigiendo el titubeante ruso del yanqui y manteniéndolo exento de la hiel que regurgitaba sobre el resto de mortales. A los dos viejos verdes, además, les unía lo que Vera Nabokov llamaba 'nyeprilichnaya literatura' (libros guarros), y echaron más de una tarde leyéndose el uno al otro pasajespicantes de 'Historia de O'.

Los dos 'buddies' inundaron el servicio postal con un intercambio epistolar en el que no ahorraban elegías a su camaradería mezcladas con apuntes literarios de desaconsejable franqueza. Cuando Wilson publicó en 1946 una novela de erotismo pasteurizado, Nabokov le soltó: "El lector no deriva ninguna satisfacción de los coitos del héroe. Preferiría intentar abrir una lata de sardinas con mi pene". Wilson, por su parte, le dejó caer a su amigo que 'Lolita' le parecía un pedo, a la vez que, ciclotímicamente, reclamaba crédito por haberlo inspirado (años atrás le había regalado a Nabokov un librito francés de pederastia 'soft'). 'Lolita', es bien sabido, se convirtió en 'hit' intergaláctico, y el libro de Wilson 'a casa seva el coneixen', que decía mi abuela. Eso no ayudó.

Dichos agravios fueron bajando el mercurio hasta que la traducción de Nabokov del 'Eugenio Onegin' inauguró su era glacial. Al breve original Nabokov le añadía mil páginas de notas bibliomaníacas, referencias farragosas, mezquinas desautorizaciones de todos los traductores previos, arcaicismos infumables y loas a su propio genio. Wilson no dudó en reventarlo para el 'NYT Review of Books'. Su reseña comentaba el "afecto cálido a veces helado por la exasperación" que sentía por su amigo, para luego cargar, ejemplo a ejemplo, contra los errores de traducción. Recordemos que el ruso de Wilson era tirando a tosco, lo cual convierte su crítica en el equivalente de que yo, notorio lengua de estropajo y paladar de gorrino, fuese a Monvínic a darles lecciones de enología a los sumillers.

Nabokov, como era de esperar, agarró el revólver cargado que le había entregado el listillo de Wilson y le voló la crítica faz. Su carta pública rebatía con tono salfumán y conocimiento inapelable cada nota de Wilson, no olvidando hacer mofa a cada párrafo del acento del crítico, y finalizaba así: "Su mezcla de pomposo aplomo e ignorancia maliciosa ciertamente no conduce a una discusión sensata del lenguaje de Pushkin, ni del mío".

Me encantaría decirles que, tras la segunda carta, algún patricio caritativo alquiló un ring de 'mudwrestling' texano y conminó a ambos plúmbeos a que, completamente desnudos, prosiguiesen su pique practicándose 'half nelson' fangosos el uno al otro, con posible desempate de calcetinazos sudados en cara. Pero no. Más bien lo contrario: Wilson regresó con una réplica cuya frase más excitante era "debería haber dicho que 'vsyo' era el singular nominativo neutro y 'vse' el plural nominativo para los tres géneros, y debería haber descubierto que el gerundio presente puede usarse en el sentido del pasado". Por favor, mátenme.