MUCHO MÁS QUE UNA BELLA VOZ

Jaroussky, el contratenor comprometido

La estrella francesa de la lírica contagia la afición por la música culta a través de un ambicioso programa educativo en La Seine Musicale de París

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Marta Cervera

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Más allá de ser un número uno de la lírica, el aclamado contratenor Philippe Jaroussky tiene un don como profesor de canto y como inspirador de proyectos sociales relacionados con la música. Tanto su Academia Musical para jóvenes talentos del canto pero también del piano, del violín y del violonchelo que aspiran a dar el salto a profesional como el programa destinado a acercar la clásica a niños sin recursos funcionan como un tiro en La Seine Musicale, flamante centro cultural de diseño situado al oeste de París. El centro ofrece instrumentos durante tres años y clases gratuitas a razón de dos días por semana durante una hora. Tal es el éxito del programa que este interesante proyecto pronto se extenderá a La Philarmonie, el otro imán musical de París, inaugurado en el 2015 en el Parc de la Villette.

EL PERIÓDICO pudo ver a Jaroussky en acción en La Seine Musicale como profesor de jóvenes promesas, entre ellas Lauriane, una chica con una voz especial. "Tanto ella como los demás cantantes lo que más temen es enfrentarse a los agudos", afirma en un descanso el contratenor, que actuará en Barcelona el 14 de enero y el 21 de mayo (Palau de la Música).  Ser capaces de traspasar la orquesta es otra de sus preocupaciones. Borrar esos temores ha sido una de las batallas a las que el propio Jaroussky se ha entregado más en los últimos 10 años con ayuda de un 'coach'. Quizá por eso empatiza tanto con sus alumnos, señalándoles con humor los defectos de su canto. Es exigente pero también cómplice.

Cuestión de confianza

Jaroussky tiene un don para enseñar y disfruta con estas clases. Los alumnos le recuerdan sus comienzos y le obligan a ser consciente de todo lo que implica cantar. "Son muchas las dudas que te asaltan cuando empiezas a destacar. Si un músico no se siente sólido antes de salir a escena el mínimo miedo o duda pueden ser fatales", comenta el contratenor. Lo dice por experiencia y lo transmite con tal naturalidad y gracia a sus alumnos que todos salen encantados. Sus clases son inspiradoras. Tras una crítica siempre intenta quitar hierro y predisponer a sus discípulos a dar lo mejor de sí. "Para cantar en público hay que prepararse, conocerse por dentro y concentrarse en qué quieres transmitir. Al fin y al cabo los intérpretes somos médiums, instrumentos al servicio de la música". Lo mismo decía la añorada Montserrat Caballé.   

A diferencia de un piano, un violín o un violonchelo, la voz es un mundo de sensaciones creado por la vibración de dos cuerdas vocales que nadie ve. "El canto es complejo. ¡La voz es tan personal! Cuando empezaba a cantar tenía la sensación de estar completamente desnudo", recuerda el cantante, que también estudió piano y violín.  "Ahora disfruto mucho más cantando que antes. Tengo menos miedo y estoy dispuesto a dar más. Cuando eres joven tienes que demostrar muchas cosas y te pueden las ganas de complacer a todo el mundo, algo imposible". Él recomienda no agobiarse y asumir que cada voz es distinta. "En mi caso tengo una voz particular: a unos les encanta, a otros no". Aunque sus fans abundan, por eso esta temporada hará doblete en el Palau de la Música.

Cambio radical

"Cuando yo tenía 22 años a veces me levantaba y me decía: hoy no tengo la voz en forma. Como si no dependiera de mí. Aprendí que con la técnica puedes tener la misma voz en forma cada día", recuerda Jaroussky, cuyo registro de contratenor -el más agudo de las voces masculinas- tiene una amplia gama de matices. Pero la del cantante es una carrera de fondo. "Yo no tenía una voz grande al principio, necesité muchos años para aprender a resonar en mí", afirma Jaroussky, quien asistió a sus primeras clases de canto con 18 años y solo dos años después debutó como Nerón en su primera ópera, 'La coronación de Poppea', de Monteverdi. "Aquello fue inconsciencia pura", recuerda. "Luego, con 22 y 24 años, lo pagué porque cantaba con el instinto pero no con la seguridad que da la buena colocación del cuerpo". A los 25 años se concentró en trabajar su voz a fin de consolidarla. "Entre los 25 y los 35 gané en armónicos pero fue un trabajo largo que todavía sigue". 

En sus clases insiste en lo importante de hacer las cosas de forma orgánica pero sin olvidar pensar en la manera de pronunciar las consonantes, de abrir la boca y sobre todo de colocar los labios para liberar y canalizar la voz. Pero también habla de otros aspectos más profundos y a menudo les revela a sus pupilos los propios escollos a los que él se enfrenta. "A mí me costó mucho trabajo hallar una serenidad interior y sigo peleando a diario para encontrar ese equilibrio necesario entre la belleza sonora, el karma interior, la precisión y las emociones que has de trasmitir".

Él, a diferencia de Farinelli, el 'castrato' más famoso de la historia, está marcando época no solo como intérprete sino también como maestro. Recientemente el museo Grévin de París ha reconocido su trayectoria con una figura de cera como también tienen otros grandes de la lírica como Maria Callas, Luciano Pavarotti y Cecilia Bartoli. 

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