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El Cirque du Soleil y Leo Messi: una jugada repleta de magia y fantasía

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Eduardo de Vicente

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Quienes han visto en alguna ocasión a la compañía canadiense Cirque du Soleil ya conocen las características habituales de sus espectáculos, marcados por la elegancia, la originalidad y la espectacularidad. Resulta curioso que para su último montaje se hayan fijado en un futbolista, pero es que se trata del mejor de la historia, Leo Messi, que han utilizado de excusa para poner en marcha un show repleto de sorpresas con el sello de buen gusto que les caracteriza y que estos días celebra su estreno mundial en Barcelona. Pretende resaltar los principales valores de este deporte que tan bien representa Messi: valor, lucha, esfuerzo, fortaleza, etcétera…

Mejor llegar antes de hora

Para empezar hay que advertir que vale la pena llegar un poco antes de la hora de inicio de la función. Su ubicación en el parque del Fòrum es algo lejana y nos espera una buena caminata desde el transporte público más cercano. Hay varios plafones con imágenes gigantes de Messi para hacernos fotos y diversas atracciones para que los niños se entretengan, como intentar marcarle un gol al Robokeeper, un guardameta que se mueve, pero tiene truco ya que hay unos sensores en la pelota y el recuadro de juego le indican por dónde va a ir el balón. Aseguran que el truco es lanzarla a la escuadra. Probar tres veces cuesta 5 euros.

La animación empieza 10 minutos antes de la hora anunciada. El escenario está ocupado por 10 balones iluminados por una luz rosa. En lo alto, otra pelota colgada del techo y, en los laterales, unos focos azules. Un individuo vestido de blanco va llevándoselos y empiezan a aparecer personajes en las gradas: un freestyler, que muestras sus habilidades, un exhibicionista que se ha colado en el terreno de juego y es perseguido por unos policías o un simpático arbitro (Mateo Amieve) que combina el catalán y el castellano y que nos enseñará a hacer la ola, a rivalizar entre los espectadores de los dos espacios o a bailar. Está claro que será quien haga la habitual función de clown (lectura subliminal ¿estarán llamando payasos a los colegiados?)

Malabarismos, acróbatas y 'freestylers'

Ha llegado el momento: empieza el espectáculo. Nos advierten que, como si fuera un partido de fútbol, tendrá dos partes de 45 minutos, aunque el descanso será algo más largo (25 minutos). El primer número evoca la celebración del gol. Una pantalla gigante nos recuerda los mejores goles del 10 y un grupo de artistas hacen equilibrios y malabarismos en el aire. Le sigue el entrenamiento representado por un trío que ejecuta la cuerda floja serpenteando con espectaculares (y peligrosas) evoluciones con una soga.

Dribbling Symphony transcurre en el vestuario y combina dos disciplinas los juegos icarianos (un artista acostado de espaldas hace girar y saltar a otro con los pies) y un duelo entre freestylers, capaces de hacer cualquier movimiento increíble con un balón. Velocidad es un baile acrobático que podríamos denominar acrodanza con varios artistas perfectamente sincronizados que dan la impresión de movimiento veloz. Muchas emociones, mucha tensión. Conviene un respiro y el árbitro propone a dos espectadores un divertido juego con una pelota imaginaria para que nos relajemos. Los niños se parten de la risa.

La equilibrista y el hombre de goma

Llegan dos de los momentos más espectaculares. Yang Huang representa el equilibrio caminando por encima de una cuerda sobre la que hace un espagat, se sostiene sobre un monociclo, se balancea y se aguanta con una escalera de por medio. Todo ello mientras la plataforma gira. ¡Brutal! Y, a continuación, uno de los más celebrados, el de contorsionismo. Un individuo (Meara Kidu Gebreslase) simula haberse lesionado como si fuera un Sergio Ramos cualquiera y dobla su cuerpo hasta límites insospechados: retuerce sus brazos, la da vuelta a la cara, se tuerce un pie... Es muy muy impresionante verlo aunque también hay que reconocer que da un poco de grima. Hasta la niña de El exorcista alucinaría con él.

El primer acto finaliza escenificando la fortaleza. Nunca te rindas es el lema. Un comentarista argentino narra un penalti y unos artistas vuelan y saltan con elegancia y belleza. Fantástico. Es el momento del descanso que podemos aprovechar para comer un bocadillo, palomitas, hacernos fotos, participar en las atracciones o comprar artículos relacionados con el espectáculo. Tras la pausa, arranca la segunda mitad a ritmo de una versión del Matador de Los Fabulosos Cadillac mientras se disputa un duelo entre dos grupos de cuatro artistas que utilizan unas camas elásticas en dos niveles para retarse.

Del diábolo a los vídeojuegos

Un balón esconde en su interior un diábolo para que juegue con él un virtuoso de esta especialidad. Lo lanza hacia arriba, los lados y nunca se le cae. Chih-Han Chao es el diablo del diábolo. La tecnología también tiene su espacio con los juegos de ordenador. Un gigantesco brazo mecánico aparece en el escenario. Messi versus la máquina, lo titulan. Un hombre representa al personaje de un videojuego que se enfrenta al robot y acaba montándose en la barra haciendo piruetas inimaginables. Un número muy original que acaba revelando irónicamente cuál es la única manera de detener a Leo. El árbitro se enfrenta a la máquina con hilarantes resultados y se da paso a la siguiente escena.

El recinto se convierte en una fiesta porque es la hora de los hinchas. Tambores y banderas se entrecruzan por todos lados, gritos de ¡Alé Alé!, el público es el protagonista. Dos enormes camisetas del FC Barcelona y la selección argentina van bajando por las gradas principales hasta cubrir a los espectadores para que nos sintamos aún más en un partido de fútbol. Un número de piruetas aéreas sobre un trapecio pone la guinda al encuentro.

Dos apoteósicos números finales

Estamos llegando al final, pero aún nos quedan dos escenas brillantes. Se compara a Messi con un león y dos artistas disfrazados del rey de la selva saltan como si fueran uno solo sobre unas pequeñas plataformas elevadas circulares perfectamente coordinados para que visualicemos la danza del león.  Precioso. Y, para acabar, la celebración del gol, ese instante de explosión de felicidad entre oé oé oé oés. El final, como no podía ser de otra manera, es apoteósico. Un grupo se balancea sobre el trapecio ruso y salta haciendo mortales sobre unas redes que están situadas… encima de los espectadores provocando un efecto impresionante y el último salto es ya el no va más desde una distancia casi imposible. La compañía se despide del público que le dedica una gran ovación. Este partido lo han ganado este sensacional conjunto de virtuosos… claro, Messi jugaba con ellos. Así cualquiera…