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El musical '42nd Street': la apoteosis del claqué

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Eduardo de Vicente

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Los amantes del teatro musical adoran especialmente aquellos montajes repletos de lujo, con escenografías sorprendentes, coreografías multitudinarias, vestuarios elegantes y canciones nostálgicas. Todo ello lo pueden disfrutar esta noche en la proyección (único día) en diversos cines de La calle 42 (42nd Street), un clásico en una versión muy muy espectacular que hará las delicias de los aficionados al claqué más apoteósico y a las puestas en escena impactantes.

La adaptación que podrá verse fue grabada en el londinense Theatre Royal con un elenco encabezado por una actriz legendaria de los escenarios británicos, Bonnie Langford (más conocida aquí por su personaje de Carmel Kazemi en la serie Eastenders (Gent del barri), que da vida a la veterana intérprete Dorothy Brock y está acompañada por otros habituales del West End como Tom Lister (Julian Marsh, director del espectáculo), Clara Halse (Peggy, la aspirante a bailarina) y Philip Bartioli (Billy, el protagonista de la obra que representan). La trama es muy sencilla y ha sido mil veces imitada (recordemos que la película original data de 1933): una joven novata intenta triunfar en Broadway y tiene su gran oportunidad cuando la protagonista sufre un accidente.

Un musical de lujo ambientado en 1933

Durante la obertura podemos ver unos carteles de luces anunciando la cartelera de los años 30, época en la que transcurre la acción (Follies 33, Fred Astaire en La alegre divorciada o la nueva obra de Tallulah Bankhead) para a continuación sumergirnos en el primer número: Audition. El prestigioso director Julian Marsh prepara su nuevo espectáculo, Pretty lady, y ha convocado un casting para escoger a su reparto. Más de 40 bailarines en el escenario (¿serán también 42 como la calle?) siguen los pasos del coreógrafo en una apertura que es una exhibición de claqué que ya nos deja con la boca abierta. El baile es impresionante, el vestuario colorista, los peinados y las sonrisas de los participantes nos transportan a esa época.

Marsh motiva a sus actores y les asegura que van a tener que trabajar muy duro durante cinco semanas para ofrecer el mejor show que se ha visto. La obra estará protagonizada por Dorothy Brock, una vieja gloria que hace años que no triunfa, y por el joven Billy, aunque la diferencia de edad entre ambos es demasiado evidente. Y en el grupo también está Peggy, una chica soñadora de Pensilvania. La diva tiene su primer número de lucimiento vocal con Shadow waltz donde, con las bailarinas, ejecuta un delicioso juego de sombras que culmina con un vistoso efecto óptico por medio del cual un bailarín danza con la silueta de la actriz.

Un gran espejo contribuye al efecto coreográfíco

En Go into your dance, Peggy y sus compañeras visitan un bar y le enseñan los pasos del espectáculo y descubrimos que la joven es toda una virtuosa del claqué. Con You’re getting to be a habit with me, los protagonistas ensayan una escena de amor en la playa de Atlantic City y se preparan para viajar a Filadelfia en Getting out of town mientras los enredos amorosos se suceden.

La temperatura vuelve a subir en Dames / Keep yound and beautiful donde cuatro chicos danzan frente a la Maison des dames y pasamos al interior donde ellas se están arreglando mientras sostienen un espejito. Un gran cristal se alza al fondo y podemos ver, como en un plano aéreo, las coreografías caleidoscópicas que popularizó Busby Berkeley en las que las piernas y los brazos de las chicas, estiradas en una plataforma giratoria, representan diversas formas. Volvemos al exterior y los chicos ahora lucen un esmoquin blanco, sombrero de copa y bastón en la más típica tradición de Broadway y ellas salen del local con un vestuario que juega con los diferentes tonos de colores como el amarillo, el verde o el azul. Todo un homenaje a la película original.

Un escenario repleto de oro

Llega una de las canciones más conocidas (y versionadas), I only have eyes for you, que transcurre en dos niveles: I only have eyes for you, Dorothy desde su habitación y la compañía celebrando una fiesta en el Regent Club y culmina con Billy y unas chicas vestidas de flores. La prima donna vuelve a mostrar su talento en la dramática y arrabalera Boulevard of broken dreams ambientada en un callejón donde, mientras canta, una pareja baila un tango.

El primer acto acaba como empezó con una escena repleta de brillantez, We’re in the money que arranca con cuatro mendigas para dar paso a un escenario dorado con las bailarinas provistas de monedas gigantes y, como los chicos, con vestidos de color oro y otra nueva exhibición de claqué que concluye con una gran ovación del público. Antes de la pausa se produce al accidente de la protagonista que obliga a Julian Marsh a suspender el espectáculo.

Recursos ingeniosos y sorprendentes

El intermedio dura 10 minutos pero hay que advertir que, durante el mismo, se ofrecen en pantalla datos curiosos sobre la obra (como que supuso el espaldarazo a la carrera de Catherine Zeta Jones cuyo debió sustituir a la protagonista y a su suplente cuando ambas enfermaron) y que, dos minutos antes, la orquesta ya empieza a interpretar la música del entreacto. Otro ingenioso elemento escenográfico es utilizado en There's a sunny side to every situation, donde se juega con las 21 ventanas de un edificio en las que se encuentran los cantantes y se van iluminando a medida que llega su turno.

Peggy ha sido despedida por provocar involuntariamente el accidente, pero sus compañeros coinciden en que es la única que puede sustituir a Dorothy y van a buscarla a la estación de tren para convencerla en la coral Lullaby of Broadway, repleta de entusiasmo, esperanza y alegría aunque Marsh tiene claro que, tras el estreno, “nacerá una nueva estrella o morirá una corista” y la intenta ayudar a interpretar utilizando un método muy particular.

Empieza el espectáculo

Dorothy asume la situación y acude al camerino de Peggy para darle ánimos en About a quarter to nine (las 8.45, hora en la que suelen empezar los musicales). "La vida empieza a las 8.45", aseguran. Y empieza el estreno de Pretty lady  Peggy baila con los chicos un nuevo número de claqué frente a un piano blanco y un decorado de rascacielos (With plenty of money and you) y le sigue una escena cómica (Shuttle off to Buffalo) sobre unos recién casados que pasan la noche de bodas viajando en un tren que puede recordar al de Con faldas y a lo loco.

Pero lo mejor está aún por venir, ya que más allá de algunas ráfagas, aún no habíamos escuchado las notas de 42nd street y ya ha llegado el momento. Va in crescendo desde la aparición de Peggy en solitario, con cada vez más personajes en escena: policías, mimos, marineros, chicas… con unos letreros al fondo que recuerdan a Cantando bajo la lluvia. Una trama con elementos dramáticos, momentos con notas jazzísticas y un desenlace a la altura, con los bailarines con trajes plateados, las imprescindibles escaleras y más claqué. Tras el desenlace cuando las luces se apagan llega el momento de los aplausos, o mejor dicho, de las ovaciones, al que la compañía responde con un medley de propina punteando con los pies los temas más populares del musical. Una auténtica gozada, con una cincuentena de actores/bailarines, escenografía y vestuario de lujo. Una calle por la que hay que pasar para dejar atrás los problemas y soñar un poco, que buena falta nos hace.