CRÓNICA DE MÚSICA

Makaya McCraven, aquí y ahora

El batería norteamericano y su banda ofrecen un intenso y honesto concierto en La 2 de Apolo

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Roger Roca

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Nació oficialmente hace un siglo y lleva media vida debatiéndose entre honrar sus raíces y buscarse un futuro viable. Y mientras el jazz se pregunta hacia dónde, el batería norteamericano Makaya McCraven toca como si lo único que importara fueran el aquí y el ahora, como si viviera ajeno a esa angustia existencial. Es jueves en La 2 de Apolo, McCraven y su banda debutan en la ciudad vía el Festival Internacional de Jazz de Barcelona. Y es tanta la intensidad, tan fuerte el ahora, que lo último que importa es de dónde vienen o a dónde van. Son cinco: vientos, bajo, pianista-teclista y batería, cada uno con su carácter. Makaya es un río que baja lleno, distinto en cada momento pero imparable.

Su pianista es más de destellos. El bajista, un hombre sabio. Pero a todos parece que les empuja lo mismo. Y no es una idea, ni la búsqueda de un estilo. Es más bien una necesidad. Las piezas son largas, densas y a veces un punto imperfectas, muy humanas. Cuando se termina un solo y llegan los aplausos, se diría que el público no celebra la destreza del músico –que también–, sino la honestidad. La conexión.

Antecedentes y raíces

Por supuesto que la música del batería norteamericano tiene antecedentes y raíces. No las esconde: la historia entera del jazz, el hip-hop, el funk, Jamaica, el soul. McCraven se ha empapado de todo. Y hay tanta información codificada en cada pieza que identificarla y clasificarla toda daría para un juego de lo más entretenido. Una melodía rota que parece de Thelonious Monk, una algarabía colectiva que es hija del Art Ensemble Of Chicago, un vacile como de Funkadelic, una obstinación en los teclados que es puro D’Angelo, una cadencia que es hip-hop sin fecha, ni clásico ni moderno, solo hip-hop. Pero el jueves en la sala 2 de Apolo lo último que apetece es buscarle el truco a la música. Apetece vivirla.

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