EL LIBRO DE LA SEMANA

'Los errantes': la conservación de lo efímero

El Premio Nobel ha dado a conocer la obra de Olga Tokarczuk que ganó el Booker con esta novela

zentauroepp50337695 icult olga tokarczuck191108163506

zentauroepp50337695 icult olga tokarczuck191108163506 / periodico

Domingo Ródenas de Moya

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hasta este año apenas había llegado a las librerías la obra de la reciente premio Nobel Olga Tokarczuk Un par de novelas, 'Un lugar llamado Antaño' (2001 en catalán y castellano), con elementos de realismo mágico, y la original policiaca 'Sobre los huesos de los muertos' (2016), demostraban la versatilidad de su talento, una equilibrada mezcla de imaginación, erudición, crítica social e inconformismo con la literatura de fórmula y evasión. En 2018 se tradujo al inglés 'Los errantes', cuya edición polaca es de 2007, y ganó el premio Booker, lo que agilizó su difusión internacional. El título original, 'Bieguni', alude a los fieles de una antigua secta que sostenía que solo el viaje constante permitía escapar a la maldad del diablo. Esos bieguni o errantes (peregrinos en la versión francesa y vagabundos en la italiana) somos ahora, potencialmente, todos, si bien a través no de caminos polvorientos sino de autopistas aéreas (de ahí el nombre de la versión inglesa: 'Flights'), como las que frecuenta la autora convertida en observadora minuciosa de cuanto encuentra en su peregrinación por todo el mundo.

Pero 'Los errantes' no es tanto un libro de viajes como sobre el viajar y, por tanto, apunta más hacia el sentido trascendente del viaje que hacia las anécdotas concretas del viajero, que, no obstante, son innumerables y están narradas son sintética eficacia y una llamativa penetración de los rituales colectivos y los desvíos individuales.Pero es en la idea de fondo del viaje como escapada, como huida o fuga donde la estructura fragmentaria y la discontinuidad del libro cobra su cohesión más profunda: la huida inútil de la entropía, de la acción inexorable del tiempo, del desplome de los imperios (Grecia por ejemplo) y del deterioro de los cuerpos. Tokarczuk utiliza la historia científica del esfuerzo médico por conservar los cuerpos humanos como metafórico hilo conductor de su obra: desde los gabinetes de curiosidades naturales del siglo XVIII, en los que se coleccionaban monstruosidades y malformaciones diversas hasta la impactante exposición 'Human Bodies' que desde 2005 recorre el planeta, pasando por los anatomistas que perfeccionaron la técnica de la disecación hasta la moderna plastinación de los tejidos. Desde la perspectiva del esfuerzo por preservar lo que existe, la autora concibe su propia escritura como una lucha por salvar del tiempo la experiencia fugaz, lo visto y sentido, y alienta a todos los errantes a «inmortalizarnos mutuamente en hojas de papel».

Un mosaico en forma de novela

Hay en este libro-mosaico, construido de teselas polimorfas, una potente exhortación vitalista que escupe contra el abuso y la discriminación, contra el poder ignominioso y contra el anquilosamiento resignado. Entre los apuntes de viaje, se intercalan relatos históricos apasionantes como el del médico Frederik Ruysch, el del corazón de Chopin transportado por su hermana o el de Joséphin Soliman, quien reclama a Francisco I que le sea devuelto el cuerpo disecado de su padre, que fue fiel servidor del emperador pero cuyo color de piel lo condenó a ese destino. Entre todas las historias que se entrecruzan, dos de ellas prueban la maestría de Tokarczuk para perturbar al lector y empujarlo a un espacio oscuro de inquietud moral: la de Kunicki, que pierde a su mujer e hijo en una isla croata, y la del reencuentro con un amor de adolescencia que ruega el más extremo gesto de compasión. 'Los errantes' es un libro inagotable, una maraña de senderos cruzados que se bifurcan infinitamente hasta dibujar el mapa del sueño humano más inalcanzable.