CRÍTICA DE LIBROS

Crítica de 'Memorias de un hijueputa': vomitarlo todo

El colombiano Fernando Vallejo escribe una obra amarga y cansina a la medida de sus incondicionales

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Mauricio Bernal

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Así como el peruano Jeremías Gamboa tituló su novela del 2013 'Contarlo todo', así el colombiano Fernando Vallejo podría haber titulado sus 'Memorias de un hijueputa' (Alfaguara) 'Vomitarlo todo'. Los incondicionales del iconoclasta escritor de Medellín, autor de notables obras como 'La rambla paralela' o 'El desbarrancadero', probablemente encuentren desde algo hasta mucho que les produzca satisfacción, puede que placer, en este sueño húmedo de voy-a-gobernar-como-un-tirano-sanguinario-a-Colombia (y a matar a todo el mundo), que es de lo que se trata, pero a alguien no especialmente entregado a la causa o virgen totalmente de ella le costará hallar algo de lo qué agarrarse. A los vírgenes del escritor colombiano se les aconseja que empiecen por otra obra.

Dicho de otro modo, la capacidad de seducción de este libro depende mucho del conocimiento del personaje y de su obra previa. Mala cosa: quiere decir que no se vale por sí solo. La primera obra que publica Vallejo desde su regreso a Colombia, adonde había jurado que jamás regresaría, se parece mucho a un: "He vuelto, pero pienso igual", es decir, que su país es execrable. Que se puede hacer literatura de alto nivel 'con' el odio a la propia tierra lo dejó claro el maestro Thomas Bernhard, y el propio Vallejo había rozado cotas elevadas, pero otra cosa es hacer literatura solo 'de' ese odio. La acidez y el sentido del humor de otras novelas suyas aquí trocan en amargura, y puede que no sea menor el peso que ha tenido en este libro su situación personal. Pero de nuevo, eso solo interesa cuando interesa el personaje.

Vallejo ha cometido un pecado mortal en literatura que es hacer una obra aburrida. Aburrida por monótona. Nada vale la pena y todos merecen morir. Menos los perros, claro.