LO QUE NO SABÍAS DE...

El director y la responsable de arte de 'El hoyo' desvelan los secretos del filme

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Eduardo de Vicente

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Esta semana se estrena la película fantástica El hoyo, que fue la gran triunfadora del Festival de Sitges obteniendo los premios de mejor película, director revelación, público y efectos especiales. Supone el debut en el largo del cortometrajista vasco Galder Gaztelu-Urrutia y está protagonizado por Iván Massagué (El barco, Gym Tony), Zorion Eguileor (Estoy vivo), Antonia San Juan y Alexandra Masangkai (Los últimos de Filipinas).

La trama es altamente inquietante. Un hombre despierta encerrado con un extraño tipo (que se hace llamar Trigamasi) en el nivel 48 de un misterioso edificio. Allí hay un hueco entre pisos en el que baja cada día la comida pero tiene una particularidad. La plataforma del banquete sale completa del piso superior pero cada vez que baja una planta los que están allí comen lo que pueden durante unos minutos y desciende a la siguiente, que se alimentan de las sobras de la anterior. Es un auténtico festín pero la escasa solidaridad entre los encerrados provoca que enseguida todo quede destrozado. Por ese motivo los que están en los niveles inferiores (calculan que hay unos 200) pasan hambre.

Es una original cinta de ciencia-ficción al estilo de Cube y que también es una ingeniosa metáfora sobre las clases sociales como Snowpiercer. Dura lo que debe, tan solo hora y media, tiene en vilo continuamente al espectador y esconde varias sorpresas para mantener la atención y la tensión. Un filme ingenioso que carece de un gran presupuesto, pero está resuelto con mucha inteligencia. El director y la responsable de arte nos explican las curiosidades del rodaje. Empezamos con el realizador, Galder Gaztelu-Urrutia.

-Del restaurante al plató. “La comida sale a lo largo de toda la película y es un elemento que está muy presente y tiene que parecer muy machacada. El equipo de arte cogía las sobras del cateringy los plantaba en la plataforma. Rodábamos en verano y, lógicamente, hacía muchísimo calor y al final del día la plataforma apestaba. Iván Massagué tenía que adelgazar muchísimo por exigencias del guion, como unos 12 kilos, y la verdad es que no le costó tanto como cabria esperar. No solo fue él, otros muchos miembros del rodaje adelgazamos por el asco que daba la comida.

-Un rodaje cronológico. "Para que Iván Massagué pudiera adelgazar esos 12 kilos tuvimos que rodar en orden cronológico. Esta es una película con un presupuesto muy pequeño, por lo que no podíamos parar para darle tiempo a que adelgazara y lo tuvo que hacer mientras rodábamos. Todo ello con la dificultad adicional de que Iván sale en casi todos los planos, empezamos la película con él y terminamos con él. Fue una locura de rodaje, no paraba de trabajar, desde primera hora a última hora y encima tenía que estar sin comer y lo consiguió. En las seis semanas de rodaje perdió esos 12 kilos con la ayuda de un dietista y controladamente, por supuesto. Y eso se nota en la película, se ve cómo el personaje está físicamente y anímicamente destrozado y esta destrucción que aplica el hoyo a todos sus habitantes se trasladó al personaje de Iván porque precisamente no comía.

-Demasiado metido en el papel. El personaje de Trimagasi (que interpreta Zorion Eguileor) come muchas veces, es el único personaje que come durante gran parte de la película. Los atrecistas, entre todo ese montonazo de comida compuesta por basura y sobras, le ponían en dos o tres sitios algo que él podía comer. Pero se metía tanto dentro del personaje, se creía tanto su situación, que empezaba a hablar y a comer y terminaba comiendo de todo, hasta los restos de los últimos días de los restaurantes cercanos.

La directora de arte y vestuario, Azegiñe Urigotia nos cuenta también algunos detalles interesantes de su departamento.

-Cómo crear el hoyo. “Cuando empezamos a trabajar en la idea de cómo sería el diseño del hoyo tratamos de hacerlo desde el punto de vista del supuesto arquitecto o arquitecta encargado de su creación y construcción, desde la sociedad que lo concibe y crea. La estructura debía ser eficiente, duradera, inexpugnable, aséptica, indestructible… y barata. De manera que no fue difícil llegar a la conclusión de que el material idóneo era el hormigón, placas modulares de hormigón”.

-Un material frío. “El hormigón, material usado en la construcción, estructuras o pavimentos nos sedujo como material carente de adornos, rotundo. Nos pedía también una construcción basada en líneas geométricas, simples y un mobiliario mínimo, parte directa de su propia estructura e integrado en esa estructura aún mayor que lo contiene, del mismo material y siguiendo también la propia geometría de la estructura que lo contiene”.

-Unas medidas proporcionadas. “La planta de cada nivel era rectangular y medía 9 metros de largo por 6 de ancho. Es decir, una proporción de 1/1,5 que se repite una y otra vez consiguiendo fugas muy gráficas y repetitivas. La plataforma y sus elementos tienen exactamente las mismas proporciones: las placas de las paredes, el retrete, el espejo o las mesas. Los apliques, las camas y los lavabos tienen esa proporción multiplicada por 1,33”.

-La plataforma de un espacio neutro. “El objetivo era generar un espacio despersonalizado, muerto, tanto con las frías líneas de la forma, de la estructura y del mobiliario, como con el color gris del hormigón. Una especie de no lugar, neutro, práctico, donde lo humano se convierte casi en un anecdótico elemento decorativo, vivo, frágil, asustadizo. Ante la inmensidad del hoyo, susceptible de ser destruido tanto por la estructura que lo contiene, cómo por sí mismo. Dentro de este universo extremadamente frío, cabe destacar la plataforma con la comida, concebida casi como un personaje más de la trama. Es mágica, divina, se mueve por si sola y transporta la comida y el deseo”.

-El contraste de la comida. ”La comida representa justamente lo contrario. Es blanda, susceptible de ser devorada y destructible, líquida, cambiante. Sus formas son redondeadas y suaves, irregulares y orgánicas, sus colores ocres y cálidos. Una comida y una vajilla, con una estética manierista, caprichosa, con un halo decadente. En los primeros niveles son un objeto de deseo excesivo, casi erótico, opulento, perfecto para ser profanado, destruido para acabar en lo abyecto, en la aberración”.