OTROS ESCENARIOS POSIBLES

¿Quién puede comprar o vender el cielo?

La casa okupada Buenos Aires de Vallvidrera organizó una charla sobre la amenazante Ley Aragonés rematada con un concierto de reggae balsámico a cargo de Adala

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Nando Cruz

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Algo ha cambiado en el skyline de Vallvidrera. Tras siete años cerrado, el imponente edificio modernista que antaño albergó la residencia de ancianos Betània vuelve a estar abierto. Al anochecer su luz se divisa desde todo el barrio y desde la carretera que llega de Sarrià. Y si hay luz, hay vida. Hay vida desde que el edificio fue ocupado el pasado 2 de marzo. El edificio se ha rebautizado como Casa Buenos Aires, recuperando así el nombre del hotel que la ocupó a finales del siglo XIX.

Los okupas que hoy habitan la casa no son esos ubicuos anarquistas italianos que se apuntan a todas las revueltas de Barcelona sino una quincena de jóvenes de Vallvidrera sin posibilidad de independizarse en su barrio debido a los astronómicos precios de los alquileres. Y el problema de la vivienda no es el único. Esta colina de altas rentas y grandes mansiones también carece de lugares donde socializar: parques, espacios culturales y, ahora, la residencia de ancianos. El único lugar en el que pueden coincidir los vecinos es el funicular.

Por todo ello, la ocupación ha sido vista con buenos ojos por buena parte del barrio e incluso apoyada por la asociación vecinal. Las señoras traen libros para nutrir la biblioteca y los jóvenes han montado un casal. El edificio ya acogido sesiones de cine al aire libre, veladas de poesía, bicicletadas, jornadas de trabajo en el huerto y varias charlas. Todo ello en unas instalaciones que, si nadie lo impide, acogerán un hotel con lujosas suites, piscina y zona para jugar a golf con vistas a Barcelona. Porque, aunque los vecinos intentaron comprar la finca a sus propietarios, la congregación religiosa de los Pares Paüls, esta decidió venderla a una empresa privada que ofrecía medio millón de euros más.

Una perspectiva más clara

Desde ahí arriba todo se ve más claro. Por ejemplo, la fina capa de contaminación que cubre Barcelona. También, problemáticas tanto o más graves que las que estos días se combaten a pie de calle. Y, como cada martes, hay conferencia en el antiguo comedor de la residencia y actual sala de actos de la Buenos Aires con espectaculares vistas sobre la ciudad. La de hoy aborda el proyecto de externalización de servicios públicos conocido como Ley Aragonés. Belén Tascón, presidenta de la Federación de AMPAS de Catalunya la califica como “la ley más importante de los últimos 15 años” debido a los efectos nocivos que puede tener en el estado del bienestar, pues su objetivo es el beneficio económico que solo llegará empeorando el servicio y precarizando a los trabajadores.

El portavoz del sindicato USTEC, Ramon Font, eleva el tono de la charla al referirse a los centros concertados como “aspiradoras de dinero público” y afirmando que ERC necesitará su propia red clientelar cuando llegue al poder, una red que tejerán las empresas que proveerán todos esos empleos que la ley quiere externalizar. Y con la tranquilidad que da hablar tan lejos de los despachos mezclada con la indignación que le carcome por dentro, aporta nombres y apellidos de políticos republicanos que ya están montando esas empresas.

 El panorama es terrorífico. El precioso comedor del edificio está prácticamente lleno. La mayoría de asistentes son muy jóvenes. Muchos son alumnos y miembros de la asociación de familias de Nabí, una de tantas escuelas públicas que sufrirán los efectos de la Ley Aragonés. Están informándose en la okupa del barrio lo que nadie más les explica. La mitad de habitantes de la Casa Buenos Aires estudiaron en la escuela Nabí. Una espectadora pide la palabra: “Estoy aquí porque mi día a día no me permite ver lo que está pasando realmente. Necesito que alguien me lo explique. Muchas gracias por venir”.

El primer visitante

Guillem Simón, alias Adala, visitó la Buenos Aires el mismo día que fue ocupada y hoy vuelve para decorar con su música esta velada de activismo político. Su hermano Quim y el teclista Otger Ibars le secundan en un formato inédito de guerrilla que le permite rebajar la cadencia de su roots reggae hasta transformarlo en una cálida letanía. En cuanto empieza a cantar, Danko, el perro de la casa, avanza lentamente por el pasillo y se tumba a escuchar a Adala. Con tan pocas armas y tanta expresividad, uno se acuerda de la Lauryn Hill más acústica. Y de cuando Dusminguet apoyó con un concierto la ocupación del cine Princesa.

El concierto no frenará la ley Aragonés, pero sí detiene el tiempo. “La música és música però si la mires i no està dins teu no és música”, canta el del Guinardó. Y subraya el silogismo con el trombón. Desde el comedor se ve el Tibidabo iluminado. Adala celebra que haya espacios donde hablar de “esos temas que los partidos que luchan por la independencia no quieren que tratemos. ¿Independencia de qué y de quién?”, se pregunta. Y sigue meciendo versos concienciados y traviesos trabalenguas con su plácida voz.

 El teclado, el saxo, la guitarra acústica y el huevo de percusión acarician sus palabras. Pero nada arropa mejor esos versos sobre la codicia, las malas hierbas y el deseo de cambio que el silencio con que el público atiende a la actuación. Un silencio al que se suma todo el barrio, siempre mudo. Y esa Barcelona que, desde aquí arriba, parece mucho menos ruidosa. Adala quiere probar una nueva canción. No es suya, sino de Mercedes Sosa. Una pareja joven se mece al son de la cantautora argentina. “Cambia, todo cambia”, invita a cantar Adala. Y todo el público transforma el estribillo en otro mantra esperanzador.

Un jefe indio en 1854

La última canción de la velada será la prueba definitiva de la sintonía natural del repertorio de Adala con la okupa de Vallvidrera. Se titula ‘El foc que mou la terra’ y está inspirada en la carta que el jefe de la tribu de los suwamish envió en 1854 al presidente de Estados Unidos respondiendo a su intención de comprar sus tierras. “Qui pot comprar o vendre el cel? Qui s’ha apoderat de cada estel?”, canta Adala con su voz cálida y llorosa. “Estimeu la terra amb totes les forces i conserveu-la per als vostres fills”, recita parafraseando al jefe indio.

La Buenos Aires no es una okupa hermética y seguirá ofreciendo actividades culturales y de formación para los vecinos. El próximo domingohay jornada de puertas abiertas. El hashtag de esta okupa es inequívoco: #FemPoble