IDEAS

Ironía contra cinismo

Pedro Sánchez, en su visita del 21 de octubre en el Hospital de Sant Pau.

Pedro Sánchez, en su visita del 21 de octubre en el Hospital de Sant Pau. / periodico

Jordi Puntí

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Quizás no es sólo una coincidencia que dos de los ensayistas (no académicos) más lúcidos de los últimos años, al menos en cuanto a la comprensión del presente en que vivían, se suicidaran. Una de las constantes en la obra de David Foster Wallace (fallecido en 2008) es subrayar el descrédito de la ironía para reconectar con el sentido de la realidad. Tras la distancia juguetona postmoderna, venía a decirnos, necesitamos una nueva ingenuidad, sin muchos filtros culturales y que apele a los sentimientos. Proponía así una alternativa al consumismo capitalista, que se había apropiado incluso de la estrategia irónica para hacernos comulgar por un único camino posible, el del dinero como representación de todo.

Unos años más tarde Mark Fisher (fallecido en 2017) definía el período histórico que vivimos como “realismo capitalista”. Es decir, nuestra visión de la realidad estaba determinada por el capitalismo como único territorio que había  colonizado las otras narrativas, ya fueran conservadoras, socialistas, religiosas... En manos del capitalismo, pues, el uso de la ironía posmoderna se había convertido en otra cosa: en el cinismo. En una entrevista, Foster Wallace había recordado una campaña publicitaria de Burger King que invitaba a sus clientes a comer hamburguesas para “romper las normas”. Hoy, el uso cínico de la conciencia social para atraer a los clientes es una constante en la publicidad.

Y quien dice en la publicidad, dice en la realidad que quiere imponer el discurso oficial sobre los ciudadanos. En las últimas semanas, ante la actitud sentimental, a ratos irónica, de la gente que se manifestaba contra la sentencia del proceso, los políticos han respondido con altas dosis de cinismo. La visita de Pedro Sánchez al hospital de Sant Pau para ver un policía herido, ignorando a los otros heridos por las cargas policiales, es un ejemplo de esta actitud. Cuando el gobierno catalán declara que los Mossos cargan contra las manifestantes para protegerlos de la sedición, es otra muestra. Uno diría que todo se justifica como ensayo general para la campaña electoral —tan a menudo el acto de cinismo político por excelencia.