QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

El Cercle de Gràcia viaja a los años 60 con el divertido musical 'Hairspray'

dscf8493

dscf8493 / periodico

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Parece mentira pero las compañías de teatro musical amateur hace tiempo que están aceptando un reto que las profesionales no quieren o pueden asumir. En primer lugar, salirse del repertorio predeterminado. No hace falta señalar pero ¿cuántos de los grandes teatros están programando obras vistas ya un montón de veces o importadas directamente de Madrid? Para continuar ¿por qué muchas de ellas tienen que ser en castellano si están dirigidas y protagonizadas por gente de aquí? La excusa de que también la representarán fuera de Catalunya no sirve, ya se había hecho en otras ocasiones una doble versión. Al fin y al cabo, hacer una traducción y cambiar de idioma tiene un coste ínfimo comparado con las estructuras de un gran musical.

Probablemente sean cuestiones comerciales, para atraer más público, pero el caso es que estamos perdiendo mucho por el camino, cuando compañías como Dagoll Dagom marcaron la ruta y en Madrid los musicales se parecían más a una zarzuela que a un espectáculo de Broadway. El grupo de Bozzo, Cisquella y Periel sigue dando guerra con Maremar, por ejemplo, pero casi nadie les sigue. Y por eso es bueno mirar el esfuerzo irreductible de esas aldeas galas como la de Astérix que son los teatros amateurs que intentan ofrecer productos diferentes y en catalán. Buenos ejemplos son el meritorio Jesus Christ Superstar del Foment Hortenc (no, no era el montaje habitual sino una adaptación actualizada con una escenografía totalmente diferente) o el Miss Saigon del Cercle de Gràcia (probablemente la obra más difícil tanto musicalmente como a nivel de estructura con la que nadie más se ha atrevido).

Vestuario colorista y simpáticas coreografías

Y este fin de semana (¡últimos tres días!) hay la oportunidad de disfrutar de otro espectáculo único. Se trata de Esprai, título catalán de Hairspray, el divertido e integrador musical de Marc Shaiman, Hairspray,compositor de grandes bandas sonoras como Algo para recordar o Sister act. La acción se ambienta en los años 60 y se centra en Tracy Turnblad, una chica algo gordita que sueña con formar parte de los bailarines del show televisivo de Corny Collins. El número inicial, Bon dia Baltimore, repleto de optimismo nos la muestra en su casa y por la calle cantando a todo el mundo sus ambiciones. Aparece toda la compañía y nos sorprende la riqueza y el colorido del vestuario. Hasta hay un exhibicionista con gabardina (en la película, era un cameo de John Waters, autor del original). Tres chicas vestidas de lentejuelas hacen las funciones del coro con elegancia y la protagonista (Núria Martínez) entona acertadamente y no falla una nota. Esto arranca bien.

En Els nois més eixerits descubrimos el programa sesentero de baile, con un decorado muy luminoso y divertidas coreografías muy de la época presentado por Corny Collins (Guillem Talens), con dos estrellas juveniles, el guaperas Link (Àlex Fuster) y la caprichosa Àmber (Txell Bou, que fue Kim en Miss Saigon), hija de la productora del show, Velma (Cris Vidal). En Mama, que ja sóc prou gran, las chicas hablan con sus madres. El escenario se divide en tres para escuchar la reivindicación de las jóvenes: Àmber, Tracy y la reprimida Penny (Lia Bou) frente a sus progenitoras.

Bailes con sabor afro y un hombre disfrazado

Són campanes, oi? escenifica las fantasías amorosas de Tracy, que se ha enamorado de Link y empieza a ver alguna posibilidad, mientras que en la siguiente escena Velma explica cómo consiguió llegar a ser coronada Miss Baltimore utilizando sus encantos sin ningún tipo de escrúpulos. En El Madison, Tracy descubre una nueva manera de bailar más descarada siguiendo los pasos de unos compañeros negros del instituto con los que entablará amistad pese a la discriminación que sufren por parte de los blancos.

La relación entre Link y Tracy va creciendo en Calen dos y la gran explosión llega con Això són els 60, en la que las chicas intentan explicar a sus madres que los tiempos están cambiando. Está ambientada en una tienda (L’amagatall de l’obés) que pretende que Tracy sea su imagen. Vestuarios estrambóticos, coreografías muy simpáticas y especial protagonismo de Edna (la madre y ahora agente de Tracy) que, para seguir la costumbre de las dos películas (en las que el personaje era interpretado por Divine y John Travolta), también es un hombre disfrazado (Rafel Gràcia).

Una manifestación y una gran cantante

El gimnasio es escenario de una pelea estupendamente coreografiada y llegamos al refugio de los afroamericanos donde Mabel Cotorra (espléndida Maria Romeu) se luce antes de que se cierre la primera parte con una impactante manifestación a favor de la integración con pancartas como “la tv és en blanc i negre”. Algo más de una hora que se nos ha pasado volando y que nos ha hecho reír y disfrutar.

Tras el descanso, las tres coristas sacan una jaula que representará la prisión en la que Tracy está encerrada y la compañía ejecuta un baile que simula casi un claqué. Luego llega el número más divertido de la función (Tu no tens edat), el inesperado baile de Edna con su simpático marido Wilbur (Bernat Fàbregues) que levanta tantos aplausos que obliga a hacer un pequeño bis aún más hilarante. La canción Sense amor (una de las mejores) es interpretada en formación de cuarteto como prólogo a otro momento memorable de Mabel Cotorra, un tema con aires de himno góspel que provoca un silencio respetuoso.

Un desenlace con un ritmo contagioso

Llegamos al tramo final donde se celebra el concurso para elegir a la ganadora de la competición televisiva en el plató en directo y con un gigantesco bote de laca del patrocinador que esconde sorpresas. El colorido del vestuario vuelve a predominar mientras todos acaban bailando No pots parar el batec, un tema contagioso que levanta al público de sus butacas para cerrar el espectáculo con brillantez.

Un trabajo muy meritorio al que hay acudir con generosidad. No es perfecto, por supuesto, técnicamente los micros fallan a veces impidiendo entender el texto al completo y algunos actores sobresalen por encima de otros más limitados (entre ellos hay algún profesional camuflado), pero el resultado es muy satisfactorio, consiguen la complicidad del espectador y le hacen divertirse durante más de dos horas sin desfallecer. Hay que mencionar la titánica labor de un elenco que trabaja sin retribución alguna más que la del aplauso y la virtuosa dirección de Guillem Peire (hay momentos en los que te preguntas cómo pueden bailar simultáneamente 40 personas en el escenario) que también ha hecho una traducción modélica del original. Todo un ejemplo y un espejo en el que también deberían mirarse los autoproclamados profesionales.