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Muere a los 98 años Alicia Alonso, leyenda de la danza clásica

La fundadora del Ballet Nacional de Cuba ha fallecido en La Habana a causa de un paro cardíaco

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Marta Cervera

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La danza llora la pérdida de Alicia Alonso, fallecida este jueves en el Hospital de La Habana (Cuba) a los 98 años a causa de un paro cardíaco. La legendaria 'prima donna assoluta', impulsora y directora del Ballet Nacional de Cuba (BNC), había salido victoriosa de numerosas batallas a lo largo de una intensa vida dedicada por entero a la danza. Siempre estuvo al pie del cañón aunque este verano ya no acompañó al BNC cuando vino al Tívoli. Luchadora tenaz, Alonso nunca se jubiló ni tiró la toalla, ni siquiera cuando perdió la vista en su mejor momento y los doctores le recomendaron parar. Ella siempre imaginó pasos y saltos. La danza era su vida.     

Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez y del Hoyo nació en La Habana el 21 de diciembre de 1920. Era la menor de una familia de cuatro hermanos. Su padre era oficial del Ejército y quizá por ello era tan exigente con ella misma. Fue así como convirtió su pasión por la danza en religión. El talento natural que mostró desde pequeña lo desarrolló a base de esfuerzo y tesón.

Alonso inició su carrera en Estados Unidos una vez instalada en Nueva York tras casarse con el bailarín Fernando Alonso en 1937. En sus comienzos hizo un poco de todo: bailó con el Ballet Caravan y también en musicales de Broadway a la vez que perfeccionaba su técnica en la escuela del American Ballet antes de convertirse en fundadora del American Dance Theater. Allí debutó con su rol estrella, Giselle. "Debuté con Giselle en Nueva York cuando la bailarina principal enfermó. No tuve ningún miedo. Fui muy feliz. Me sabía todos los pasos, y no solo los de las mujeres, también de los hombres", recordó Alonso en una de sus entrevistas.

La perfección técnica unida a su gracia y capacidad para transformarse en ingenua campesina la llevaron a lo más alto. Pero también brilló en muchas más obras como 'El lago de los cisnes' o 'La fille mal gardée'. En Nueva York trabajó con Michel Fokine, Léonide Massine, Bronislava Nijinska, Jerome Robbins. Muchos crearon obras para ella. Antony Tudor, por ejemplo, coreografió  ‘Undertow’ (1945); Agnes de Mille, ‘Fall river legend’ (1948), y George Balanchine compuso ‘Theme and variatons’ para ella e Igor Yushkevich, con quien formó una famosa pareja arítistica. Fue la primera bailarina del hemisferio occidental en actuar en la entonces Unión Soviética y la primera representante americana en bailar con el Ballet del Teatro Bolshoi de Moscú y el Kirov, en Leningrado (San Petersburgo), en 1957 y 1958, respectivamente. Sus giras internacionales la llevaron a Asia, América, la Ópera de París, el Royal Danish Ballet y otras muchas compañías. 

Aunque siempre estuvo muy unida al American Ballet Theater, Alonso nunca olvidó Cuba donde en 1948 fundó su propia compañía, Ballet Alicia Alonso. Pero los problemas económicos obligaron a abandonar el proyecto al cabo de unos años. Tras la revolución cubana Fidel Castro le ofreció recuperar aquella idea para crear el BNC y popularizar la danza en el país. Fundada en 1959, la compañía desarrolló una intensa actividad con escuela propia y una manera de acercarse a la danza clasica especial en la que se han formado varias generaciones de intérpretes. 

El BNC se convirtió en la gran embajadora cultural  del país. Los años de la guerra fría congelaron sus visitas a EEUU. Cuando nadie podía salir de la isla ella y sus bailarines siempre tuvieron la puerta abierta en otros países. Destacados alumnos aprovecharon los viajes para desertar. Cada deserción era un duro golpe pero Alonso estaba curtida. El momento más duro de su vida llegó cuando empezaba a hacer papeles solistas. Un desprendimiento de retina la dejó fuera de los escenarios. Tras varias operaciones y una voluntad de hierro volvió a bailar desarrollando otras capacidades para poder orientarse en escena. "Aprendí a bailar con el cerebro", decía ella convertida en experta a la hora de moverse entre sombras. "Me ubicaba en Giselle e iba paso por paso en la coreografía, desde que se abría el telón hasta el final. Me entrené a ver los ballets en mi mente como si fuera el público. Estudiaba los pasos del cuerpo de baile, de los solistas", reveló. Bailó hasta 1995. Colgó las puntas cuando ella quiso. Mito y figura hasta la sepultura, su estilo sigue vivo a través de sus herederos, de sus alumnos como Viengsay Valdés, actual responsable del Ballet Nacional de Cuba.