ENTREVISTA

Juan Carlos Martel: "No puede ser que la política esté paralizando las bases de la sociedad: educación, sanidad y cultura"

El director del Teatre Lliure evalúa sus primeros meses al frente de la institución

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Marta Cervera

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Desde que asumió la dirección del Teatre Liure el pasado febrero ha abierto las puertas de la institución a nuevas generaciones de creadores como Carla Rovira. Pero su ambicioso proyecto necesita el apoyo de las administraciones y del público. Este último ha reaccionado bien al inicio de temporada. La Generalitat y el Ministerio de Cultura siguen de momento por debajo de lo que deberían aportar mientras el Ayuntamiento de Barcelona hace de contrapeso.      

¿Cómo han reaccionado los abonados a su propuesta?

Unos son muy críticos a lo que hay en este primer semestre. Otros han sido absolutamente fieles y representan un tercio de los antiguos abonados. Entre ambos hay un grupo que confía pero espera a ver las reacciones para decidir qué hace.

¿Y el público? 

La 'Falaise' ha agotado localidades, 'Casting Giulietta' está a punto y 'Quan es faci fosc' está a un 70%. De momento el público está respondiendo. Y ahora vendrán tres compañías de Bélgica, Holanda y Chile interesantísimas. Quien conectó con 'Falaise' seguramente lo haga con 'The story of the story'.  

Valore estos primeros meses al frente del Lliure.

Tengo muchas ganas de poder desplegar la totalidad del programa que presenté a concurso. Ya están en marcha todos los puntos pero tengo ganas de ver cómo crecen estas semillas. Se presentaron muchos proyectos. Por suerte, el equipo de programación y contenidos que dirige Georgina Oliva funciona. Pero la finalidad del Lliure no es dar trabajo a todo el mundo. No podemos hacerlo, pero sí escuchar y saber cuál es el nivel artístico y creativo tanto de la gente de aquí como de fuera, que también nos hacen propuestas.

¿Y cómo estamos frente al resto del mundo?

Depende de con quién compares. En otros lugares hay más creatividad. Nos hemos pensado que somos una ciudad que no somos. Debemos empezar a construir y a definirnos identitaria y culturalmente como ciudad. Eugeni d’Ors decía que donde no hay tradición hay plagio. Muchas veces veo más plagio que tradición, y la tenemos. Debemos utilizarla.

¿Qué tradición?

Yo diferencio entre teatro tradicional y tradición teatral. Intento defender que en el Lliure se mantenga una tradición teatral e ir ampliando la cultura desde los márgenes. La dictadura frenó, rompió con esta tradición. Hay que hacer una relectura de estos clásicos. Pero las circunstancias actuales requieren una relectura desde otro punto de vista. El Teatre Lliure ha ido sumando la tradición a lo largo de sus 42 años de vida. Nadie puede entender el teatro catalán sin el Lliure.

¿Qué separa al Lliure de hoy y al de los comienzos?

El nacimiento del Lliure respondió a las necesidades de una época: defensa de una cultura, de una lengua y de una manera determinada de trabajar: con la intención de hacer un teatro de arte para todo el mundo. Y hoy esa característica estatutaria de "para todos" se mantiene pero hace falta redefinir qué es arte y que es todos. La sociedad ha cambiado. Hace 20 años Barcelona no tenía apenas emigración extranjera y ahora tiene un 22%. La ciudad tiene un amplio abanico de colores y de diversidad. Este teatro, por definición el teatro público de Barcelona, debe responder a esta diversidad.

¿Cómo será la segunda parte de la programación, a partir de enero?

Será diferente a la primera. La anunciaremos a finales de noviembre. En realidad las temporadas deberían ser un 'mix' de ambos semestres porque hemos empezado la temporada sin producciones propias del Lliure. Hay coproducciones y exhibiciones porque fue la manera de trabajar con los recursos económicos disponibles. A partir del segundo semestre, ya estamos en enero del 2020 y volvemos a tener presupuesto. Entonces mostraremos producciones de casa. El Lliure no ha hecho un giro radical. Es el mismo piano, solo que ahora toca muchas más teclas.

¿La intención es seguir presentando la temporada partida?

Sí. Hemos de tener la posibilidad de dar cabida en un periodo relativamente corto a cosas que pasan en festivales internacionales de verano o a movimientos sociales que surjan. La otra opción es pactar producciones a tres años vista porque los grandes actores de este país están agendados de manera operística. ¿Cómo puedo programar a tres años si he de amplificar todo lo que pasa hoy? Intentaremos hallar un equilibrio.

Más allá del Lliure, también la Beckett y el TNC también programan con dinero público. ¿Mantienen una sana rivalidad? 

Que yo sepa no hay piques entre nosotros y, si los hubiera, supongo que seríamos capaces de sentarnos y dialogar. En el teatro público aplicar parámetros económicos hace pensar más en la taquilla que en otros valores y hay el riesgo de hacer programaciones demasiado homogéneas. Al final el espectador quiere ver a ese actor que sale en la tele. Pero el teatro es mucho más amplio. El arte teatral es mucho más y la misión del teatro público es mostrar esa diversidad del arte teatral.

¿Programará danza?

Habrá. Colaboraremos con La Quinzena de Dansa.

¿Cómo va la renovación de los Estatutos del Lliure?

Los patrones han hecho su trabajo. Ahora está en manos de las administraciones que deben aprobarlos.

¿Alguna sorpresa desde su llegada al cargo?

No me esperaba la lentitud en la que se pueden producir los sueños. Tengo un programa que acaba el 21 de enero del 2023 si nada cambia. Ya han pasado ocho meses. Ocupa tiempo de mi vida y de mi espacio pero me sorprende la lentitud de respuesta y de acción de las administraciones. Seguramente debido a la insuficiencia de recursos, a la inestabilidad política y a la falta de empatía real con esta misma sociedad que cada vez va más rápido y le cuesta cada vez más escuchar. Quizá me meto en un jardín pero la primera misión de la política es escuchar. Yo estoy obligado cada día a dar un pequeño paso hacia mis objetivos y mis responsabilidades. Si hubiera voluntad e interés sería más fácil. No sé si hay interés.

Suena muy pesimista.

No soy el único que piensa así. A todas las demás instituciones culturales con las que trabajamos, con las que por suerte sí hay diálogo, les ocurre igual. Todo el mundo tiene problemas económicos con las administraciones pero no puede ser que la política esté paralizando las bases de la sociedad: educación, sanidad y cultura. Esto debería blindarse. Es una irresponsabilidad.

¿Por qué no se aborda el 'procés' en escena ?

La libertad no es innata, se conquista. Al final la posibilidad de escribir obras responde a la posibilidad de montarlas. Creo que las generaciones que vienen ya no tienen miedo. Espero que sean absolutamente libres a la hora de crear para abordar el 'procés' o cualquier otro tema social profundo sobre el escenario. Autores más jóvenes ya están escribiendo de la transición, algo necesario. Y otros de mi generación hablan sobre el fascismo y su reaparición. Estamos tardando en poder hablar artísticamente sobre estos temas. Hablar de lo que pasa políticamente en todas partes también es teatro social.