OTROS ESCENARIOS POSIBLES

Derroche gallego en Nou Barris

La plaza mayor del distrito bailó de todo con la descomunal Orquesta Tango en el marco de las fiestas de San Froilán

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Nando Cruz

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Tres tráilers. 350 metros cuadrados de escenario. Seis montadores. Tres técnicos de sonido y luces. Última tecnología audiovisual. 13 componentes. Con estos datos exhibe su potencial la Orquesta Tango, una de las incontables formaciones que amenizan el verano en los pueblos de Galicia. Este fin de semana se ha celebrado la 25ª edición de las fiestas de San Froilán en la plaza mayor de Nou Barris para alegría de los miles de gallegos afincados en Barcelona. Era la tercera vez que la Orquesta Tango actuaba en Nou Barris. Y por tercera vez, su descomunal escenario ha rebasado las amplias dimensiones de la plaza.

La Tango actúa en un escenario más grande que el de cualquier sala de conciertos de BCN

Las orquestas gallegas son así. Manejan unos montajes que nada tienen que ver con los de las orquestas de cualquier otra zona del país. La Tango actúa en un escenario más grande que el de cualquier sala de conciertos de Barcelona. Hablamos de un escenario más propio del Palau Sant Jordi, que se despliega como un Transformer sobre uno de sus gigantescos tráilers. Tiene pasarelas sobre las que desfila la sección de vientos y un sinfín de focos automatizados y pantallas de leds. Muy poco que envidiar a la gira de Rihanna del 2016. Y ni siquiera es una de las grandes orquestas gallegas. En el ránking oficial del gremio, la Tango ocupa el puesto 26, muy lejos de la inalcanzable Panorama.

La Orquesta Tango ha cerrado otro verano frenético con 58 actuaciones entre julio y septiembre; 26 de ellas, solo en agosto. No hay grupo de rock en España con una agenda estival tan apretada. Qué mundo el de las orquestas gallegas: con sus clubs de fans y sus estrellas de temporada, con sus fichajes y sus pagos en B, con su explotación laboral y sus ingresos millonarios, con sus juicios por fraude a Hacienda y su consumo de drogas para aguantar en el escenario tantas madrugadas infinitas. Daría para un libro como 'Fariña'. Hay algo parecido y se titula 'Derradeiro bis en catro-corenta' ('Último bis a las 4.40').

Lacón, pulpo y Tom Jones

Detrás de la plaza, 200 comensales distribuidos en alargadas mesas se están atizando un menú degustación con queso, jamón, oreja, lacón, pulpo, lagarto ibérico, vino blanco, tarta de Santiago, licores... Poco bailarán. Pero ante el escenario cada vez hay más gente. El concierto empezará antes del horario previsto. Todas las orquestas gallegas tienen su introducción en plan superproducción cinematográfica. Hoy, entre rayos y truenos, una voz en 'off' proclama: "La diversión no es algo que uno tenga en cuenta cuando equilibra el universo". Habla el Creador. Un cantante emerge de una plataforma elevadora. Otro desciende del techo sentado en un trono de hierros. Y en 10 minutos la orquesta aclarará que su misión en este planeta es satisfacer a jóvenes y ancianos.

Cinco cantantes se turnarán el protagonismo en función de sus aptitudes

Vamos, que igual cantan la tórrida balada de Miguel Gallardo 'Hoy tengo ganas de ti' (cosecha del 75) que un éxito actual como 'Él no soy yo' de Blas Cantó. Y lo mismo apañan el 'Bang bang' de la 'millenial' Jessie J que se marcan un viejo rompepistas de Tom Jones. Cinco cantantes se turnarán el protagonismo en función de sus aptitudes, pero más que su voz aquí puntúan sus dotes como bailarines desatados y resueltos 'entertainers'. Y tan rodados están que cuando el tipo que se había comprometido a presentarles no da señales de vida lanzan un: "¡Bueno, pues nos damos por presentados!", y siguen a lo suyo. Los cambios de vestuario serán constantes, pero aquí el resto lo echa el arsenal de focos y leds parpadeando figuras geométricas de forma histérica.

De Peret a Ozuna

"¡Por primera vez tenemos público sentado! ¡Habrán pagado 100 euros por vernos!", bromean los cantantes. Frente al escenario hay una veintena de señoras. No piensan levantarse de sus sillas de plástico en toda la noche. Han venido a mirar, no a bailar. A su alrededor la fiesta va tomando color. Al popurrí de rumbas le sucede el de reguetones. Y así se pasa de Peret a Ozuna. Más adelante, el pasodoble cederá a la bachata. Las parejas ancianas bailan con disciplina: agarradas por la cintura, mejilla con mejilla. Las adolescentes también se cimbrean felices y recitan una de Daddy Yankee sin errar un solo verso.

Las parejas ancianas bailan con disciplina y las adolescentes se cimbrean felices

La Orquesta Tango igual le da un meneo merenguero al 'A quién le importa' de Alaska y Dinarama que reformula 'Tu canción', de Amaia y Alfred de OT, en clave de vals, o se marca una ranchera desde una tarima de madera colocada sobre la mesa de sonido. Atención, el trompetista es José Manuel Lojo Charly, un reciente fichaje procedente de la histórica orquesta Sintonía de Vigo. Mientras ellos interpretan 'El rey' en el centro de la plaza, nadie se fija en el escenario. Allí arriba, un tipo con purazo a medio fumar y pulserón de oro en la muñeca derecha charla amistosamente con Awa, una de las cantantes. La otra, Sara, se ha sentado en el trono de hierros y la están subiendo a lo alto del escenario, donde esperará hasta que llegue el momento de interpretar la balada de Aitana 'Vas a quedarte'. Por suerte, solo se quedará allí arriba seis minutos.

Encuesta demográfica

"¿Cuántos catalanes hay aquí?", pregunta uno de los cantantes. El 25% del público alza la mano. "¿Y gallegos?". Otro 25% del aforo. "¿Y cuántos no son catalanes ni gallegos?" El 50% de la plaza. Con su eclecticismo verbenero, la Orquesta Tango ha reunido hoy a abuelas gallegas y niñas de familias latinas: migrantes cercanos y lejanos, del siglo pasado y de este. La propia orquesta es un crisol de diversidad, con un cantante colombiano y otro venezolano. Hoy su música derriba barreras aún más impensables. Un hombre perrea aparatosamente sobre su pareja, postrada en silla de ruedas y con la pierna escayolada.

Esto no es Galicia y ya se acabó el verano; aquí las ganas de juerga son más moderadas

Tras más de dos horas, la orquesta anuncia una pausa. "¿Cuántos seguiréis aquí cuando volvamos?", pregunta la banda con forzado entusiasmo. Se temen lo peor. Esto no es Galicia y ya acabó el verano. Aquí las ganas de juerga son más moderadas. Los músicos aprovechan el descanso para llamar por teléfono a amigos y familiares. Algunos ni siquiera abandonan el escenario. A la una de la madrugada volverán a sus puestos para la segunda parte del concierto. Pero ni siquiera acabará aquí su trabajo. Al día siguiente les esperan tres pases más en la plaza mayor de Nou Barris. Uno a mediodía, otro a media tarde y otro por la noche. Solo así saldrá a cuenta este viaje de mil quilómetros.