PREMIO GONCOURT 2018

Nicolas Mathieu: "El tiempo va a matar todo lo que amamos; eso es la vida"

El premio Goncourt 2018 por 'Sus hijos después de ellos', ahora publicada en España, habla de la melancolía social que desprende su novela, ambientada en un valle carcomido por la desindustrialización

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Mauricio Bernal

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-Repite mucho en las entrevistas que escribe como forma de venganza. Me llama la atención. ¿Venganza contra el mundo?

-No solo el mundo, la vida misma. Hay que considerar la vida como un ring, y hay que saber que al final no vamos a ganar. El tiempo va a matar todo lo que amamos, va a destruir cada una de nuestras células, va a golpear nuestra memoria, nuestra belleza, nuestros músculos. Eso es la vida. Hay cosas muy bellas, claro. En ningún momento digo que no valga la pena. Pero la bofetada que recibimos es monumental.

Así, con lucidez, se expresa Nicolas Mathieu, el autor de la celebrada 'Sus hijos después de ellos', premio Goncourt 2018 y uno de esos raros libros que aplauden con igual brío críticos y lectores: una suculenta golosina de 464 páginas en su edición en castellano (AdN) que pone el foco en un ficticio valle francés carcomido por la desindustrialización. Desesperanza, angustia, melancolía, la desesperación de mirar hacia adelante y ver solo puertas cerradas. Al final no vamos a ganar.

-Pero entonces, ¿cómo se consuma esa venganza?

-Cuando uno escribe, uno designa eso, lo pone en palabras, y eso ya es una venganza. Hablar del tiempo y de lo que nos hace ya supone frenarlo. No podemos hacer más. Flaubert dice: "Desmenuzar es una venganza", y efectivamente: cuando se esclarecen las relaciones sociales, el funcionamiento de las sociedades, los enigmas del amor y del sexo, uno es menos esclavo, uno retoma el control de las cosas. De manera temporal e ilusoria, sin duda, pero ya es algo.

-¿No se gana nunca?

-Ah, no. Eso no es posible. Ya sabe lo que dicen los guionistas de Hollywood: una historia que acaba bien es que no ha acabado. Y es así, no puede acabar bien. Al final, lo único que se puede hacer es no tener demasiada vergüenza de lo que hemos conseguido.

-Del valle que es el escenario de la novela habla como de un "agujero perdido". De la vida de sus habitantes, como una "lenta maldición". ¿Diría que es una novela de melancolía social?

-Ah, sí. Me gusta mucho eso. Exactamente. Hay una gran melancolía que brota de la novela, porque para algunos personajes tiene que ver con el aprendizaje de las restricciones sociales que se ejercen sobre ellos. Restricciones sociales, geográficas... También, porque van a descubrir el tiempo que pasa. Y si hay algo que inspira melancolía es el tiempo que pasa. Los padres que envejecen, las desilusiones, los deseos que hay que posponer, las aspiraciones frustradas, etcétera, así que sí, todo eso exuda melancolía. Quienquiera que mire su vida retrospectivamente, incluso si ha tenido éxito, tiene ese sentimiento.

-¿Por qué el punto de vista es principalmente el de los jóvenes?

-En parte porque me permite narrar el descubrimiento de cómo funcionan las cosas, social y afectivamente. A través de las penas de amor, a través del descubrimiento del amor y del odio, de la desilusión, se empieza a comprender el mundo que nos rodea.

-La novela se desarrolla en cuatro veranos. El personaje principal, Anthony, empieza la historia con 14 años y la termina con 20. Y a los 20 descubre la nostalgia. Tan joven y ya nostálgico.

-Anthony realmente creía que todo sería posible, porque no tenía conciencia de nada. Esa inocencia, ese candor es un vector de optimismo que recorre toda la novela. Me he reunido con muchos estudiantes desde que publiqué este libro y les choca mucho la idea de que no todo es posible, porque viven todavía en esa ilusión.

-¿La sociedad europea actual es una máquina de reproducir desigualdades?

-La sociedad en general. Más una sociedad es virtuosa, más permite a la gente que lo desea afirmarse y tener éxito. Pero en la realidad vemos que las sociedades son máquinas de reproducir y mantener las posiciones sociales.

-Usted mismo salió de un medio que se refleja en la novela, si no estoy mal.

-Yo estaría situado entre Anthony y Steph, digamos una pequeña clase media.

-Se puede decir que el Goncourt lo ha sacado de allí, ¿no?

-Solo hasta cierto punto. Soy un tránsfuga de clase desde el punto de vista cultural. Adquirí una cultura, unos diplomas, etcétera… Pero como ignoraba el funcionamiento de las cosas, hice unos estudios que no servían para nada, y que no me sirvieron para encontrar trabajo. No conocía las reglas del juego. Ahora he recibido un golpe de varita mágica cultural que me ha hecho acceder a la burguesía de un solo golpe, pero mi transferencia hasta entonces había sido parcial, sobre todo simbólica y cultural. No económica.

-Me parece que su novela apunta a una cierta universalidad. El valle de Heillange podría ser cualquier valle de cualquier país de Europa. Ocurre en los 90, pero podría ocurrir ahora. Me pregunto si es un objetivo que se planteó desde el principio.

-Sería muy pretencioso si le dijera que sí. Pero es verdad que haciendo un valle ficticio quería crear un espacio donde pudiera tener la libertad de escribir como quisiera, y pensaba que ambientando la novela en este lugar ficticio hablaría de muchos otros lugares.

-Dígame, qué es lo bueno y lo malo del Goncourt.

-Lo bueno es que es una ducha de legitimidad enorme que sienta muy bien. Uno sabe que tendrá muchos lectores. La potencia de propagación de este premio es tal que todo lo que quise decir sobre el mundo, la vida y la gente va a llegar a muchos lectores, y eso es muy bueno. Lo que también está bien es que arregla cualquier problema financiero que uno pudiera tener, y abre centenares de puertas que hasta entonces habían permanecido cerradas.

-¿Y lo malo?

-Lo que es menos bueno es que no tienes tiempo para escribir, que sabes que la gente estará esperando el siguiente libro… Además, tienes muchos nuevos amigos que no sabes si están por ti o por el premio. Esas cosas que están ligadas al éxito, a esta pequeña notoriedad. Pero aún no salgo de esto, así que no sé cuáles son los beneficios o los estragos que van a quedar.

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