LOS DISCOS DE LA SEMANA

Crítica de 'Ghosteen', de Nick Cave and The Bad Seeds: más allá del umbral

Nick Cave, en una imagen promocional

Nick Cave, en una imagen promocional / periodico

Jordi Bianciotto / Juan Manuel Freire / Roger Roca / Ignasi Fortuny

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Entonces no lo sabíamos, pero con ‘Push thesky away’ (2013), Nick Cave emprendió un camino hacia la desmaterialización de la canción, jalonado por otras dos obras que completarían así una trilogíade un peso instrumental decreciente. Después de aquella entrega de rock lento y envolvente vino ‘Skeleton tree’ (2016), con sus connotaciones elegíacas, dada la accidental muerte de su hijo Arthur, de quince años, durante el proceso final de la confección del álbum. Y ahorallega ‘Ghosteen’, álbum doble y cierre de ciclo que sigue el sendero de su predecesor aportando haces de luz tenue como las que colorean el jardín del Edén que ilustra la portada. Trabajo que ve la luz primero en formato digital (el físico llegará el 8 de noviembre).

Hablamos de un material de calado espiritual con el que Cave se aparta del cuerpo para profundizar en el alma, y en el que destila su narrativa en algún lugar entre el cuento de hadas y el salmo, expresando anhelos de consuelo y paz interior sobre un terreno musical de trazo largo y minucioso. La voz de Cave brilla ahí de un modo excepcional, de los tonos más graves al falsete, con puntas de insólita vulnerabilidad en el canto lastimero de ‘Spinning song’ o la desolación de ‘Waiting for you’. Los Bad Seeds renuncian a su musculatura: percusiones de mínimos, notas impresionistas de piano como faros en la noche, el quejío del sintetizador en ‘Galleon ship’.

Niños que suben hasta el sol

Como ha hecho saber Cave, el primer volumen apunta a los niños, y brinda momentos convulsos en ‘Sun forest’, con su lírica apocalíptica y su opaco estribillo redentor: ese “espiral de niños subiendo hasta el sol”. El segundo se refiere a los padres, y abre las puertas a la catedral de ‘Ghosteen’, sobre un ‘drone’ de órgano de iglesia, camino del recitado de ‘Fireflies’ y de un desenlace con vistas al otro lado del umbral: “Ahora solo espero que llegue mi hora”, repite en ‘Hollywood’.

Cave reduce el papel de la música a soporte grave, con aisladas pinceladas de color (las marejadas con vestigios góspel de ‘Ghosteen speaks’) y apartándose de la noción de canción de herencia pop. Como el ultimísimo Cohen, quizá sospeche que la mayor variedad melódica y armónica es una frivolidad, y como el Scott Walker maduro, busca su lugar sumergiéndose en los abismos y diciéndonos que el arte de la canción puede ser lento y monótono.

No es preciso recurrir a una estética musical tan extrema para tocar materias trascendentes (en ‘Magic and loss’, Lou Reed tocaba esos puertos sin necesidad de ponerse tan solemne), y es posible que el seguidor de Nick Cave de largo recorrido eche de menos un poco de rock’n’roll. Pero, aunque el australiano se deleite oyéndose a sí mismo, ‘Ghosteen’ te arrastra a otra dimensión mental y traspasa las líneas de defensa emocionales a través de su extrema severidad. JORDI BIANCIOTTO


OTROS DISCOS DE LA SEMANA

Debut en solitario de una tercera parte de Mountain Man, el grupo folk que también dio a conocer a Amelia Heath, después en Sylvan Esso. Son canciones centradas en la expansiva, embriagadora voz de Sarlé, artista que propone, a nivel literario, bastantes más preguntas que respuestas: el viaje de autodescubrimiento nunca termina. JUAN MANUEL FREIRE

Un Jaume Pla sulfúrico, que tras hincar el diente en la electrónica y desnudarse como trovador acústico, enchufa las guitarras y busca su núcleo expresivo en un punk de autor. Mazoni sardónico y eléctrico, pero presto a la modulación: alerta con la cálida crudeza de ‘El mirall’ y el galope liberador de ‘M’han sortit dues ales. J. B.

En el 'biopic' 'Judy' la actriz se pone en la piel de la Judy Garland más derrotada, la de los últimos años. Y aunque como cantante Zellweger tiene limitaciones técnicas, parece que viva carne propia todo lo que cuenta. Aquí hay emoción, intención, arrojo... En tiempos de vocalistas anodinas, esto es un buen bofetón. Una sorpresa. ROGER ROCA

El artista estadounidense se mueve con habilidad asombrosa en la difuminada zona entre el rap y el rock a la que le da un empaque pop que hace su música idónea para el consumo de masas. A eso juega constantemente en este disco, conducido por su voz voluble, que es una secuencia de ‘hits’ cimentados en la melancolía. IGNASI FORTUNY