CRÍTICA DE DISCO

Crítica de 'Per la bona gent', de Manel: una colección de inspirados giros

El grupo barcelonés reafirma su voluntad de romper ideas aprendidas sobre lo que es una canción de Manel

Manel, fotografiados esta semana en Barcelona

Manel, fotografiados esta semana en Barcelona / periodico

Juan Manuel Freire

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con cada nuevo disco, Manel se confirman como verdaderos adeptos del experimento, el juego y el atrevimiento. Si en 'Atletes, baixin de l’escenari' (2013) ya marcaban distancias con su pasado folk a base de groove y dulce tensión, en el posterior 'Jo competeixo' (2016) terminaron de desdibujar ideas aprendidas sobre lo que es una canción de Manel.

¿Terminaron? No, siguen en ello. Cuando creíamos que conocíamos su segunda época, entregan 'Per la bona gent' y nos obligan a desarrollar la definición de la misma. Como en el también producido por Jake Aron 'Jo competeixo', hay inyecciones de electrónica, pespuntes latinos, mucha diversidad de ritmos e imaginación en los arreglos, pero 'Per la bona gent' es, en realidad, otra cosa. O doce nuevas cosas.

Cada canción es aquí casi un mundo en sí mismo, aunque hay dos ideas, una de producción y otra más narrativa, que recorren el álbum como curiosas subtramas. Por un lado, están los múltiples ejercicios de apropiacionismo y recontextualización de obra ajena, a veces de forma literal y clásica (esa versión en catalán del 'Stars' de la cantante folk Janis Ian), pero más a menudo a través de samples sorprendentes.

Va más allá del rescate de 'Alenar' de Maria del Mar Bonet en el single 'Per la bona gent'. En la estupenda 'Amb un ram de clamídies' no solo encontramos un trocito de 'Cal que neixin flors a cada instant' (Lluís Llach), sino también, a la altura del estribillo, 'Ràdio Capvespre' de Maria Cinta, que suena casi como el eco embrujado de alguna producción de The Caretaker. En 'Aquí tens el meu braç' se recupera/reivindica a Els Pets de 'Vine a la festa'. Gato Pérez anima la vivaracha coda 'El vell músic'. Es el modo de Manel de profundizar en su relación con el hip hop a muchos niveles: igual que dicho género encuentra su nutriente sonoro y espiritual en viejos samples funk y soul, el nuevo pop de Manel dialoga a través de este trasvase con generaciones anteriores de la música popular.

Homenaje al oficio del músico (y el ídolo)

Hace ya tiempo que las canciones de Manel no son solo crónicas cotidianas entre la nostalgia y la fina ironía, sino lo que Guillem Gisbert quiera que sean. Aquí la apertura conceptual es total e intrigante. Lo que no quiere decir que no haya temas sobre relaciones, aunque con sus giros: en 'Per un ram de clamídies' las flores que intercambian los amantes son las de una ETS. Y –esa es la subtrama narrativa de la que hablábamos antes– siguen presentes las canciones sobre las propias canciones, o mejor, sobre sus fabricantes.

El oficio de la música está en la base de 'Estrelles', fielmente traducida, pero también en 'Boy band', canción de broma que no es ninguna tontería: con su gran melodía y letra perfectamente diseñada, está al nivel del repertorio de otros bromistas melómanos como Flight Of The Conchords. Sobre los artistas no lozanos, sino mayores, que también importan, trata la final 'El vell músic', colaboración con Sisa de sonido menos cincelado que todo lo escuchado antes. Es tan solo un giro más, el gran giro final en toda una colección de ellos.