EN LA CASA GARRIGA NOGUÉS

La Fundación Mapfre abre al público una ambiciosa muestra sobre el pastel

'Tocar el color' amplía las habituales fronteras temporales y espaciales de las exposiciones dedicadas a esta técnica con 96 obras prestadas por una setentena de instituciones y coleccionistas

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Mauricio Bernal

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Durante mucho tiempo, el pastel fue el hijo feo de la familia. "Un arte dominado, carente de legitimidad", dice Philippe Saunier. Los primeros artistas que se volcaron con la técnica venían del grabado y la escultura, y lo hicieron para ganarse la vida con un arte que al fin y al cabo era barato, susceptible de ser ejecutado con simples tizas de color puro. En comparación con la pintura al óleo, un asunto menor. "Esto explica muchas cosas, esto explica todo en la historia del pastel", vuelve a decir Saunier, conservador de museos, responsable de la colección de pasteles del Museo de Orsay entre el 2008 y el 2011 y comisario de la muestra 'Tocar el color. La renovación del pastel' que la Fundación Mapfre abrirá este jueves al público en la Casa Garriga Nogués de Barcelona. En cierto modo, el cuento del feúcho ánade vuelto cisne.

El pastel es frágil. Sus condiciones de conservación son extremas. Por lo tanto, siempre es difícil que museos y coleccionistas privados hagan préstamo de sus pasteles. En la mayor parte de muestras que han tenido lugar en la última década (Orsay, el Petit Palais, el Louvre, el Hermitage), los museos han sacado del armario sus propios fondos. De ahí el carácter excepcional de la exposición barcelonesa, que reúne 96 obras de 68 artistas facilitadas por una setentena de museos y colecciones particulares, entre ellos la Tate de Londres, el Museo Picasso de París, el Centro Pompidou o el Museo Reina Sofía de Madrid. "Es un proyecto que ha necesitado de muchos viajes por Europa y EEUU para convencer de los préstamos", explicó Nadia Arroyo, directora de Cultura de la fundación durante la presentación a la prensa.

Saunier se ha salido con la suya y ha confeccionado una exposición "sobre una historia del arte en la que no se pone el foco habitualmente", con vocación de ampliar las fronteras tanto espaciales como temporales en las que se suele circunscribir el pastel. "No quería contar la historia que nos cuentan siempre", dice el comisario. La muestra pone el acento en el resurgimiento del pastel durante los años 30 del siglo XIX, cuando se acuñó el término de 'pastelista', explica el apoyo decidido que recibió de los paisajistas y acompaña su evolución hasta que a finales de ese siglo atrajo a los artistas consagrados y tentó a los que empezaban. Es decir, logró la legitimidad. Cosas de patos y cisnes.