CRÓNICA
John Mayall, eterno disfrute del blues en Barts
El cantante y multinstrumentista británico ofreció un recital generoso y vibrante en su gira de 85º aniversario
A John Mayall ya se le va a ver como quien rinde honores a una reliquia andante: seas más o menos forofo del blues, acudir a un concierto suyo equivale a tocar una piedra Rosetta de las músicas populares del siglo XX. Pero, aunque este lunes saliera al escenario de Barts precedido de una exclamación grandilocuente ("señoras y señores, ¡el legendario John Mayall!"), no hubo ni pompa ni circunstancia en sus generosas dos horas de concierto, sino música refrescante, humilde e inquieta con la que este músico de 85 años (86 el 19 de noviembre) nos vino a decir que se lo sigue pasando de miedo tocando el viejo blues.
Bien, viejo, joven o eterno, el código sonoro afroamericano volvió a relucir en sus manos con su elegancia y su pulcritud, siempre con las notas justas, recreando literalmente cada canción y dándole un sentido único e irrepetible. De eso va el blues. También su repertorio es siempre cambiante, y esta vez abrió con ‘Mother-in-law blues’, préstamo de Little Junior Parker a trotón ritmo de boogie.
Ecos de contracultura
Mayall se sirvió sobre todo de sus dos teclados, el Roland, soporte principal, y un órgano Hammond al que sus manos se desviaban de vez en cuando para propinarnos un solo. Así fue en ‘What have I done wrong’, pieza procedente de ‘Nobody told me’, el disco que ha lanzado este año (y que ofrece encuentros con músicos de variado rango, como Joe Bonamassa, Todd Rundgren y Steve Van Zandt). Se decantó, en cambio, por la guitarra en ‘Walking on sunset’, viaje a uno de sus álbumes de cabecera, ‘Blues from Laurel Canyon’ (1968), testimonio de su viaje en busca del alma bluesística de la comunidad bohemia de Los Ángeles. Pocas y certeras pulsaciones, las suyas, en vibrante fricción con el estilo más fogoso de Carolyn Wonderland, con quien estableció intensos diálogos.
Si dos años atrás, Mayall nos visitó al frente de un trío sin guitarrista, esta vez tuvo en Wonderland a una cómplice de altos vuelos, sacando humo de su estilo tejano y con sutiles acentos de rock sureño. Secuencias jugosas en ‘Gimme some of that gumbo’, con vistas a Nueva Orleans, y ese tema "un poco sexy" titulado ‘Do I please you?’. Al bajo, Greg Rzab, y a la batería, Jay Davenport, fijos desde hace una década. Mayall los presentó a todos hasta tres y cuatro veces, reforzando la idea de banda en la que cada pieza es valiosa.
Su célebre armónica asomó en varios momentos, muy enfáticamente en ese ‘Mail order mystics’ que, después de la hondura de ‘Call it stormy Monday’ (T-Bone Walker), cerró la noche con fibras de robusto blues-rock. Esta vez, ‘Room to move’ quedó en el tintero, pero hubo mención final a otro clásico, ‘Checkin’ up my baby’, resoplando como una vieja y fiable locomotora y señalizando el camino a Sonny Boy Williamson con el más despierto de los talantes.
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