CRÍTICA DE CINE

'The laundromat: Dinero sucio': papeles (de Panamá) mojados

Más allá de las virguerías visuales y narrativas, Steven Soderbergh no puede evitar reírse por lo bajo mientras nos cuenta a los pobres infelices cómo el sistema nos roba

Estrenos de la semana The laundromat: Dinero sucio

Estrenos de la semana The laundromat: Dinero sucio / periodico

Nando Salvà

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La nueva película de Steven Soderbergh pretende explicarnos el que quizá sea el mayor escándalo fiscal que se recuerda, y que conocemos como Papeles de Panamá; y para ello relata tres casos personales -el de un magnate chino y el de otro africano, y el de una inocente ciudadana estadounidense encarnada por Meryl Streep- dotados de ingredientes como lavado de dinero, sobornos, sociedades pantalla, testaferros, adulterios y muertes. Para separarlos entre sí, asimismo, 'The laundromat: Dinero sucio' ofrece una sucesión de interludios en los que los dos abogados situados en el epicentro de la trama, Günter Mossack (Gary Oldman) y Ramón Fonseca (Antonio Banderas), rompen la cuarta pared para ofrecernos un curso acelerado de corrupción financiera.  

En el proceso, esas historias individuales en ningún momento dan la sensación de funcionar como piezas de un relato más amplio, en buena medida por lo escuálidas que son y por la falta de interés de sus protagonistas. Entretanto, eso sí, Soderbergh exhibe todo un catálogo de virguerías visuales y narrativas -segmentos animados, transiciones intrépidas, chistes metatextuales- que son resultonas pero que no logran impedir que nos demos cuenta de lo poco que 'The laundromat' tiene que decir sobre el asunto del que se ocupa. En todo lo caso lo peor no eso sino una decisión narrativa que no se puede desvelar aquí y a través de la que se sugiere que al final todo esto no es más que un chiste para Soderbergh y compañía, que no pueden evitar reírse por lo bajo mientras nos cuentan a los pobres infelices cómo el sistema nos roba.