CRÓNICA DE MUSICAL

'La llamada', del 'off' al cielo

El famoso musical de los Javis pasa por Barcelona solo tres semanas para agitar un fenómeno escénico tan fascinante como difícil de justificar

Un momento de la representación de 'La llamada'

Un momento de la representación de 'La llamada'

Manuel Pérez i Muñoz

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Pasa de vez en cuando. Salta una chispa nada inocente ni casual y prende un fenómeno que dura ya seis años. 'La llamada' se estrenó en plena crisis en el vestíbulo del Teatro Lara de Madrid. A los pocos meses, el nacido como musical 'underground' saltaba al escenario principal y el resto ya es conocido: lleno continuo, premios y versión cinematográfica mientras, en paralelo, asistimos al ascenso mediático de sus creadores, Javier Calvo y Javier Ambrossi, los Javis. No existe una explicación sencilla para este éxito, más bien todo lo contrario. 

Podemos empezar por la valentía del productor Mariano Piñero. Cualquier persona en sus cabales habría enviado a paseo –por decirlo fino– a los autores de una historia como esta. La acción se sitúa en un campamento de monjas llamado La Brújula. Allí vemos como dos chicas adolescentes se evaden de su barracón para una noche discotequera de perreo, borrachera y anfetamina. Las pillan, las castigan y para su custodia entran en juego dos monjas que perfectamente se podían haber escapado de una película de 'Cine de barrio'. El trazo grueso de los personajes se va mezclando con un humor popular casi blanco cuyos referentes sobrepasan el pop para caer en el kitsch. Para rematarlo, se hace la luz del motor del argumento: Dios se le aparece a la joven María (sic), un altísimo que se presenta vestido con los flecos de Johnny Cash pero cantando Whitney Houston. Así de loco todo.

Si con la posterior serie 'Paquita Salas' los Javis dieron en el clavo de personajes con recorrido y referentes chispeantes de nostalgia y decadencia, La llamada parece un esbozo que incluso tiene que tirar de canciones de Presuntos Implicados para colar un hit. Siendo así, ¿dónde está la magia? Porque la hay, es evidente. Las dos horas pasan volando, y hasta el más reacio se engancha a los chistes chorras y a las carcajadas de una platea abarrotada de jóvenes entusiastas. Fresco e insólito, 'La llamada' acierta al conservar ese aire cutre-'off' –con cuatro músicos y escenografía espartana– que ventila pretensiones y cualquier intento de mensaje o transcendencia. El título del tema central lo resume bastante bien, 'Lo hacemos y ya vemos', y va y les sale. 

Energía divina

Del reparto original que pasó por Barcelona unos pocos días del 2014 solo queda el Dios de Richard Collins-More, que hace suyo con inteligencia el explosivo repertorio de la Houston. Entre un elenco cambiante por días, el resto de las actrices habita un éxtasis de hilaridad administrado de forma casi matemática por los directores. Curtidas en 'talents shows' televisivos, Nerea Rodríguez consigue contagiarnos del desasosiego de María, mientras Lucía Gil da la réplica cómica como poseída por el desparpajo de la Terremoto de Alcorcón. Por parte de las monjas, la sincera candidez de Roko como Milagros y la gestualidad absorbente de Mar Abascal como Bernarda consiguen engancharnos al pastiche aunque no creamos. Entradas agotadas aunque atentos, volveremos a recibir 'La llamada' más pronto que tarde: junio 2020.