30º ANIVERSARIO

Psicódromo: última fiesta en el templo maldito del baile barcelonés

La discoteca más vanguardista y efímera de Barcelona, cuna de la mákina catalana y catedral del trasnoche, renace por una velada el próximo viernes

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Kiko Amat

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Entré a Psicódromo por primera vez una noche de invierno, en 1990. Eran las cuatro de la madrugada de un viernes y yo tenía 17 años, así que no esperen un despacho minucioso de la velada. Recuerdo la puerta del club, inconspicua e industrial (si quitabas el letrero parecía un taller de llantas); la inquietante pendiente de la entrada, que contribuía a la sensación de descenso al Hades; la sala en sí, un monstruo de mil metros cuadrados, crepuscular a más no poder (paredes negras, luces transilvanas), en cuya pista se contorsionaban un mar de cabezas y troncos; y sobre todo la música: electrónica y oscura, tecno-gótica, EBM con cold wave, a volumen no apto para epilépticos. Aquel Gernika vinílico era bombardeado, según atestigüé, por dos tremendos réprobos (un crispín cenceño y con tupé rompehielos, Pepebilly, y un goliat anfetamínico, Nando Dixcontrol) quienes, en lugar de estar en un cubil junto a los retretes (como sucedía en la mayoría de discotecas), dominaban la discoteca desde una suerte de balcón del Kremlin makinero. Del resto de la noche solo conservo flases. En uno de ellos mi amigo U. trata de torear los coches de la calle Almogàvers utilizando su parka mod a modo de capote. Escucho nuestros gritos de 'olé' tras cada nueva verónica-ya-no-quiero-vivir.

-Lee aquí la entrevista a Nando Dixkontrol: "En Psicódromo estábamos del lado de las brujas"

-Lee aquí la entrevista a Pepebilly: "En Psicódromo éramos una comuna en toda regla"

Psicódromo permaneció abierto tan solo dos años y medio, desde finales de 1989 hasta principios del 92. Pero en su breve periplo empujó a la ciudad (y la escena de club española) hacia el futuro, regalándole al público barcelonés una apoteosis de música arcana mezclada de un modo pasmoso, por no decir una ristra criminal de parrandas 'hardcore' y amanecidas no del todo salutíferas. La vida total. El club había recogido el testigo del bacalao valenciano pero, en lugar de rebajarlo con soda, lo radicalizó y llevó a la ilegalidad a golpe de bombo y 'bpms'. Psicódromo fue tan extremo, su visión tan transgresora, su esencia tan desobediente, que no podía sino atravesársele de mala manera al 'achuntament' (como lo bautizarían Decibelios). El PSC cerraríael garito el 5 de mayo de 1992. Muy mal, Pasqual. El genocidio cultural antijuvenil y antiproleta vino en este caso en forma de cruel inocentada:la nueva ordenanza prohibía la existencia de locales nocturnos en un radio de 500 metros de la zona de descanso de los atletas olímpicos, y Psicódromo estaba a 492. Gracias una vez más, consistorio.

Treinta años después de aquel 28 de septiembre de 1989 (11 días antes de la caída del muro de Berlín), en que abrió con 'What Time is Love' de KLF, reverendos y parroquia le rendirán homenaje el próximo viernes, 27 de septiembre, en una noche con los DJ originales (Pepebilly y Nando Dixkontrol, con el añadido de Ramón Moya, otro excombatiente del 'after') en el mismo emplazamiento de Almogàvers 88 (hoy Wolf), parejo ímpetu y alma. La velada lleva guinda: tras la apertura de puertas se proyectará 'Ciudadano Fernando Gallego: Baila o muere', el estupendísimo y premiado documental sobre Dixkontrol, codirigido por Álex Salgado y Jorge Rodríguez y con banda sonora de Frans Beltrán.