CRÓNICA DE CONCIERTO

Mehta deslumbra en su adiós a la Filarmónica de Israel

El director indio y sus músicos ofrecieron una 'Tercera' de Mahler absolutamente maravillosa en el Auditori

zentauroepp49922634 icult190919170703

zentauroepp49922634 icult190919170703 / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La gira de despedida de Zubin Mehta de la dirección de la Filarmónica de Israel después de medio siglo pasó por Barcelona como gran acontecimiento, consolidando al ciclo privado BCN Clàssics en el liderazgo de la programación musical e inaugurando, de paso, la temporada barcelonesa. Con un Auditori a rebosar, Mehta interpretó una de sus obras favoritas, la imponente e inmensa 'Tercera Sinfonía' de Mahler, un monumento de seis movimientos estrenado en 1902 e incomprendido desde sus comienzos por esa sonoridad con mucho de fiesta de pueblo, marchas militares, melodías populares y abismales profundidades. Para darle vida, Mehta contó con el apoyo del Cor de Noies del Orfeó Català, del Cor Infantil del Orfeó Català y de la mezzosoprano Gerhild Romberger.

La simbiosis entre maestro y músicos es total, siempre todos a una, con un desempeño siempre concentrado y brillante (sin desconcentrarse ni con el ruido constante de un respirador mecánico que asistía a alguien en la platea), luciendo bronces inmaculados capaces de matizar, como también una sección de cuerdas espectacular, al igual que las maderas, tan dulces como agresivas... Y la percusión, un lujo. Mehta, que dirigió sentado y sin partitura, consiguió emocionar con esta obra maestra ante una Gerhild Romberger que aportó una voz poco interesante, con sus "Oh Mensch" del comienzo desempleados, y sin graves profundos, contrastando con un Cor de Noies de l'Orfeó eficaz y siempre dúctil. El último movimiento se convirtió en un testamento musical por la grandeza conseguida, de soberbia emotividad romántica, con un fraseo esculpido a mano y con las tintas debidamente cargadas. Las intervenciones solistas del concertino, la flauta, la trompa, el oboe o el clarinete fueron demoledoras, todo sobre unas cuerdas increíbles. Una absoluta maravilla.