QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

'Testimoni de càrrec', una versión interactiva de Agatha Christie

accio-testimoni-raval156

accio-testimoni-raval156 / periodico

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La obra de la escritora Agatha Christie, como bien saben sus seguidores, se caracterizó por su capacidad para mantener el suspense (como Hitchcock en el cine) con obras repletas de giros inesperados en el tramo final que sorprenden aún hoy a las nuevas generaciones. Lo que quizás la autora nunca habría sospechado es que podían también convertirse en obras más interactivas de lo que parece. Un buen ejemplo es la adaptación que se repone estos días en el Teatre del Raval de Testimoni de càrrec.

Esta versión tiene varios elementos originales. El principal de ellos es que ocho espectadores en cada función son parte privilegiada del público al convertirse en el jurado de la obra y pisar el escenario, sentir la respiración de los actores y escuchar a dos palmos de distancia los argumentos del fiscal y el abogado defensor. Eso sí, van ataviados con un vestuario respetuoso con el tono de la pieza ¡faltaría más! La otra novedad que probablemente no hubiera sospechado Agatha es que, durante el juicio, dos de los personajes se sientan en la platea y hablan tanto con los otros personajes como con los espectadores como si fuera un show

Un escenario y vestuario en tonos pálidos

Este montaje también pretende rendir homenaje a la magistral versión cinematográfica que hizo Billy Wilder en 1957 con Charles Laughton, Tyrone Power y Marlene Dietrich. El filme era en blanco y negro y aquí se utilizan esos dos colores o tonos pálidos en el mobiliario y vestuario, hasta en las fotos promocionales, a excepción de unas cartas azules que tienen un gran protagonismo en el tramo final. En los preestrenos de la película se hacía firmar un documento al público que le obligaba a no revelar el desenlace. En el Raval siguen sus pasos en el programa de mano con la frase: “En parlaràs, però si us plau, no expliquis el final”, así que a nadie se le ocurra desvelar que el asesino es el mayordomo.

Muchas de las obras de Christie (Diez negritos, Asesinato en el Orient Express, etcétera) se caracterizan precisamente por eso, descubrir quién fue el criminal de entre una larga lista de sospechosos. En Testimoni de càrrec, no, simplemente se trata de descubrir si el acusado es culpable o inocente aunque habrá que esperar hasta el final para saber lo ocurrido.

Un primer acto introductorio

El primer acto transcurre en el despacho de un veterano abogado, sir Wilfrid (Jordi Coromina, que ya impacta desde la primera frase con su potente voz) quien recibe la visita de un joven (Carlos Briones) que intuye que va a ser detenido por la muerte de una anciana millonaria con la que mantenía una extraña amistad. Sus temores se hacen realidad cuando sale a la luz que la mujer había cambiado recientemente su testamento a favor del chico y, poco después, la policía aparece para arrestarlo. Más tarde, su esposa, una misteriosa mujer alemana (enigmática Empar López) visita también al defensor que le explica que el testimonio de una esposa apoyando a su marido suele ser irrelevante por lógico.

Estos minutos iniciales incluyen también sus momentos de comedia centrados en la relación entre el abogado y su enfermera (una divertida Muntsa Tur) que vela por su salud, siempre le habla con diminutivos y en plural. Por cierto, que este personaje no estaba en la obra original, fue un invento de Wilder y, desde entonces, ya aparece con normalidad en sus nuevas adaptaciones sin que nadie la cuestione.

El jurado y las sorpresas

Mientras suena una música de jazz, el escenario se convierte en un juzgado y los ocho espectadores afortunados se convierten en el jurado, y se lo toman muy en serio, no desentonan. Es importante saber que no se escogen al azar, hay que inscribirse previamente en la web del teatro y, por lo visto, ya hay cola. Quizás se planteen algún día ampliarlo para que sean los… doce hombres (o mujeres) sin piedad. Paralelamente, la enfermera se sienta en el patio de butacas junto a otra espectadora muy parlanchina y hacen comentarios en voz alta al tiempo que la cuidadora le recuerda al abogado que debe tomarse las pastillas.

Este segundo acto consiste, básicamente, en las declaraciones de una serie de testigos del fiscal (un sobrio Lluis Altés) que sir Wilfrid intentará desmontar para probar la inocencia de su cliente. Se trata de un inspector de policía y la mayordoma de la difunta (otro personaje con detalles humorísticos). Más adelante llegarán las sorpresas con los testigos inesperados con afirmaciones insospechadas, pruebas de última hora y el impactante desenlace.

Rompiendo la cuarta pared

Es un entretenimiento que mantiene en vilo al espectador, que tiene un modélico respeto con la obra (y la película original) y añade algunos detalles para convertirla en más atractiva para el público del siglo XXI, más acostumbrado a romper la cuarta pared que en 1953, fecha de su estreno original. ¿Será inocente o culpable? La verdad es que, incluso quienes conocen el final se lo pasan bien pero, por si acaso, que nadie haga spoilers (expresión que en los tiempos de Christie tampoco se utilizaba).