QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

'Fly me to the moon': el ventrílocuo, su muñeco y el influjo de la Luna

flyme-5

flyme-5 / periodico

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Reconozcámoslo: los muñecos de ventriloquía dan un poquito de miedo. Suelen tener un aspecto algo inquietante y eso de que haya una persona que consiga hablar por él sin abrir la boca le da un cariz misterioso. Si a eso le sumamos los problemas derivados de esa posible doble personalidad tenemos todos los ingredientes para asustarnos. El cine ya lo ha hecho en varias ocasiones, desde el clásico Al morir la noche pasando por Magic (con Anthony Hopkins) o títulos más recientes como Silencio desde el mal o, incluso, en Toy Story 4 (más de un niño sigue aterrorizado por los esbirros de la muñeca frustrada).

En Fly me to the moon, la nueva obra que presenta la Sala Atrium, el muñeco no es diabólico, pero sí que provoca algo de respeto comprobar cómo conoce a fondo la vida y desengaños del artista que lo manipula y se convierte en su conciencia como si fuera Pepito Grillo. Es una pieza más compleja de lo que aparenta sobre la relación entre ambos como si fueran una pareja de cómicos que lleva mucho tiempo actuando junta.

Dos en la carretera

El escenario representa al fondo un camerino con su espejo de bombillas reglamentario y, en el frontal, puede verse a la izquierda una gigantesca piedra (que se utilizará para que repose el muñeco) y un vehículo mas similar a un auto de choque que a un coche. Lleva matrícula de Arizona y pronto aparece su conductor que, mientras el público va aposentándose, aprovecha para acabar de vestirse con su americana negra, pajarita y faja rojas como preparándose para una presentación.

Se trata de un ventrílocuo en declive (Dennis Hope) que tiene una gran oportunidad, ya que emprende un viaje para salir en televisión y que le vean millones de espectadores, lo que puede reactivar su carrera. Pero le sorprende una terrible tormenta (atención a la divertida forma en que está mostrada) su vehículo se estropea e intenta arreglarlo. Para ello debe utilizar las herramientas que guarda en el capó y se ve obligado a liberar al muñeco que esconde allí. Tiene unas grandes orejas y unas enormes cejas y, sí, resulta algo desagradable.

De la tragedia a la idea genial

A continuación se sucede la conversación entre ambos que empieza en tono divertido hablando sobre los diferentes tipos de comedia y reconocen que los chistes sobre judíos, negros y liberales ya no hacen gracia (estamos en los años 80). El muñeco parece ser más ingenioso que el artista, sabe de sus debilidades (también está en crisis con su mujer) y siempre tiene la frase justa para desarmarlo (“acuérdate de que el cuento se llama Pinocho y no Geppetto”). Es un combate dialéctico que se interrumpe en un breve intermedio para dar paso a una actuación en la que comprobamos que, efectivamente, sus bromas no hacen reír, son demasiado antiguas.

Volvemos a la carretera para constatar que nada ha cambiado. El coche sigue estropeado y descubrimos que el ventrílocuo no se ha atrevido a abrir una carta que le ha enviado su mujer y que puede marcar su futuro y su compañero se lo recrimina. Pero en ese momento surge un tercer personaje, la Luna, representada por el reflejo de una bola de espejos de discoteca que tendrá un papel determinante en el tramo final. Lo que ocurre después es una ocurrencia disparatada pero real que es mejor no desvelar.

Risas, drama y final inesperado

Es una obra sobre la dualidad, sobre un tipo dubitativo que se protege tras el muñeco pero también es quien le dice las verdades y, a la vez, una irónica visión de cómo un individuo tiene una idea totalmente absurda que acaba resultando revolucionaria. El texto ha sido escrito por Marc Angelet (Inmortal, Inmortal,Lapònia y se muestra más ingenioso en su inesperado tramo final. Pasamos de la risa inicial a, casi, un drama, para acabar con un giro inesperado.

Dani Arrebola resulta convincente como el ventrílocuo que no se atreve a dar pasos adelante mientras que Marçal Bayona tiene la oportunidad de jugar más cartas con los distintos matices del muñeco. Juntos nos transportan a un (no) viaje en coche que acaba transformándose en un insospechado vuelo (metafórico) a la Luna al ritmo del tema que popularizó Frank Sinatra. Let me play among the stars…