FESTIVAL DE CINE DE TORONTO

El irresistible encanto pop del Papa llega a Netflix

Fernando Meirelles reúne a Francisco y Benedicto XVI en 'Los dos Papas', película para Netflix presentada en Toronto que ratifica el atractivo popular del actual pontífice

Benedicto XVI (Anthony Hopkins) y Francisco (Jonathan Pryce), en 'Los dos Papas'

Benedicto XVI (Anthony Hopkins) y Francisco (Jonathan Pryce), en 'Los dos Papas'

Nando Salvà

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El Papa de Roma es el líder político más poderoso del mundo. Y, a pesar de su monumental importancia -y del hecho de que, por regla general, un pontífice no es pontífice solo por unos años sino hasta que se muere-, tradicionalmente el cargo ha suscitado un interés limitado por parte del entretenimiento popular. Pero eso era antes. Desde la llegada al Vaticano de Jorge Bergoglio el cargo se ha convertido en tendencia, y de esa fama se nutre 'Los dos Papas', la producción de Netflix que estos días ha visto la luz en el Festival Internacional de Toronto.

Hace seis años, en un momento particularmente delicado de la controversia sobre los abusos sexualesen el seno de la Iglesia Católica, el papa Benedicto XVI se convirtió en el primer pontífice que renunciaba a su posición en más de seis siglos. Y lo sorprendente no es solo que decidiera marcharse, sino que lo hiciera poco menos que nombrando a dedo a un sucesor de posturas radicalmente opuestas con respecto al futuro de la institución. Antes de que Bergoglio se convirtiera oficialmente en el pontífice Francisco, eso sí, se reunió con Benedicto en tres ocasiones. “Por supuesto, no sabemos qué se dijeron”, señala el director brasileño Fernando Meirelles -'Ciudad de Dios', 2003-, que se ha apoyado en el guionista Anthony McCarten para imaginar el contenido de esas charlas y convertirlo en la columna vertebral de 'Los dos Papas'. “Todas las frases que se pronuncian en la película se han dicho realmente, en entrevistas o libros”.

A lo largo de la película descubrimos que Benedicto (Anthony Hopkins) escucha música clásica, es fan de la serie austriaca 'Rex, un policía diferente' -sí, la del perro detective- y bebe Fanta Naranja; Francisco (Jonathan Pryce), en cambio, es más de fútbol y de pizza, y su canción favorita es 'Dancing queen', de ABBA. Sus discrepancias, claro, van mucho más allá. El uno es el dogmático ultraconservador, el otro considera que la Iglesia necesita evolucionar para mantenerse fiel a su misión; su contraste es el mismo que Jude Law y John Malkovich escenifican en la piel de sendos pontífices en 'The new Pope', la serie de Sorrentino que vio la luz hace unas semanas en la Mostra de Venecia y cuya existencia misma, para qué negarlo, tiene mucho que ver con el ascenso al poder de Bergoglio.

Improbable camaradería

“Me interesó retratar a dos hombres que inicialmente no se gustan pero que aprenden a escucharse el uno al otro”, explica Meirelles. “Son un ejemplo de tolerancia necesario en un mundo como el nuestro, en el que quien se atreve a disentir es silenciado”. Es otra forma de decir que Los dos Papas rehuye la polémica: no solo pasa de puntillas por el silencio que Benedicto mantuvo en su día al respecto de los citados escándalos sexuales sino que los trata como si fueran cosa del pasado, para que el espectador no piense en lo inoperante que ha resultado ser la política de “tolerancia cero” frente a los curas pederastas anunciada por Francisco. Prefiere entretenerse en escenas de improbable camaradería que muestran a los ilustres ancianos viendo juntos un Argentina-Alemania y hasta bailando el tango.

A lo largo de su metraje, la película en todo momento deja claro de qué lado están sus simpatías. De hecho, aunque no alcanza los niveles proselitistas mostrados por el reciente documental 'El Papa Francisco, un hombre de palabra' (2018), uno de sus principales objetivos parece ser reforzar el estatus de icono pop adquirido por el nuevo pontífice a través de portadas en revistas como 'Rolling Stone' o 'Time Magazine' -o 'The Advocate', una influyente publicación de temática LGTBI-, selfis con celebridades , un estilo de vida low cost que conecta con la juventud y el tipo de ascenso fulgurante del anonimato al estrellato que experimentan quienes participan en un 'reality-show'. De hecho, no es descabellado imaginárselo en el centro de su propia versión de Las Kardashian, ambientada en el Vaticano y, por supuesto, mucho más austera. Todo se andará.