A LOS 94 AÑOS

Muere Robert Frank, el fotógrafo de los márgenes del sueño americano

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Idoya Noain

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El tan traído y llevado 'sueño americano' tiene un claro reverso, la pesadilla, pero entre ambos hay un inmenso espectro de grises. Pocos se atrevían a enfocar o detener su mirada ahí en los años 50 del siglo pasado, pero es precisamente donde fijó el objetivo de sus dos cámaras Leica Robert Frank, el autor de una obra tan fundamental como ‘The Americans’, que falleció el lunes a los 94 años en Inverness (Nueva Escocia, Canadá).

27.000 veces apretó el disparador Frank en ese recorrido de 16.000 kilómetros que hizo a partir de 1955, financiado por una beca Guggenheim, por 48 estados del país. Y las 83 que seleccionó para el libro, publicado por primera vez en Francia en 1958 y en Estados Unidos un año después, crearon una obra seminal de la fotografía documental, del arte y de la sociología estadounidense.

Frank vio lo que otros no querían mirar: la gente en los márgenes, el racismo, el anestesiante consumismo que empezaba a desatarse... Inspirado por Edward Hopper y apadrinado por Walker Evans, lo retrató rompiendo los esquemas y tradiciones de la época, empujando con el grano, el encuadre, la exposición o la definición los límites formales y abriendo caminos que luego han sido mil veces recorridos por otros. Y él, que odiaba las fotos preparadas tan comunes en la época, “esas malditas historias con un principio y un final”, prefería dejar espacios, silencio, puntos suspensivos. Quería, dijo, “presentar lo que veía, puro y simple”. Y aspiraba a algo más que dirigir la mirada o el pensamiento. “Cuando la gente mira mis fotografías quiero que sientan como cuando quieren leer dos veces el verso de un poema”.

Un pionero

Fue denostado inicialmente por algunos como “antiamericano”, su trabajo cuestionado como “¡una degradación de la nación!”, o como un “lacerante y amargo ataque a algunas instituciones estadounidenses”. Pero lo suyo no era crítica, sino búsqueda de la verdad. O una “honestidad dolorosa, sin parpadear”, como escribió Sarah Greenough, la comisaria que organizó una muestra de 'The Americans' en la National Gallery of Art de Washington en el 2009. “Encontró nuevas áreas de belleza en esas esquinas simples y olvidadas de la vida americana, en ‘diners’ o en la calle. Y fue pionero de nuevos temas que ahora definimos como iconos: coches, 'juke boxes', incluso la propia carretera”.

‘The Americans’ fue el trabajo más destacado pero no el único de un fotógrafo que nació en Zúrich y se marchó a EEUU en 1947 huyendo de las miras estrechas de ese país donde había crecido en una familia judía acomodada. “No sabía exactamente lo que quería pero sabía lo que no quería”, diría. A él se suma fotografía que había hecho previamente en Europa (incluyendo en Barcelona y Madrid) y en Latinoamérica, y obra gráfica posterior, incluyendo 'Lines of my hand', una “autobiografía visual”.

Frank tenía aversión a repetirse y exploró otros terrenos. Dejó huella en el mundo del cine independiente, donde con decenas de trabajos a partir de 'Pull My Daisy', que realizó en 1959 con sus amigos 'beatnicks' Jack Kerouac, Gregory Corso y Allen Ginsberg, se convirtió en una figura clave de la vanguardia que hoy siguen citando como referencia cineastas como Jim Jarmusch o Richard Linklater, que reverencian su desdén por enfoques tradicionales, su voluntad de intentar todo, su disposición a fracasar.

Su película más famosa, no obstante, es una que casi no se ha podido ver, 'Cocksucker Blues', un documental que grabó en una gira de los Rolling Stones después de que usaran una de sus fotos en la portada de 'Exile on Main Street' y cuya exhibición la propia banda frenó en los tribunales. “Si se ve en EEUU nunca nos dejarán entrar otra vez”, dijo Mick Jagger sobre ese trabajo donde Frank retrató, entre otras cosas, orgías de sexo y drogas.

Tragedias personales

“Siempre miro fuera intentando mirar dentro, intentando decir algo que es verdad. Pero quizá nada es realmente verdad, excepto lo que está ahí fuera, y lo que está ahí fuera es siempre diferente”, dejó dicho en otro de sus trabajos de vídeo Frank, cuya vida estuvo marcada por tragedias personales. En 1974 murió en un accidente de avión su hija Andrea y en 1999 se suicidó su hijo Pablo, bautizado en honor a Casals y diagnosticado con esquizofrenia. Los dos eran fruto de su primer matrimonio con la artista Mary Frank. Le sobrevive su segunda esposa, la artista June Leaf.