ENTREVISTA

David King: "Hitler entró deprimido en prisión y salió sintiéndose un líder"

El historiador estadounidense presenta el ensayo 'El juicio de Adolf Hitler', donde disecciona el 'putsch' de la cervecería de Múnich de 1923, el proceso judicial y el paso por prisión del futuro Führer

Hitler, recién salido de la prisión de Landberg, el 20 de diciembre de 1924.

Hitler, recién salido de la prisión de Landberg, el 20 de diciembre de 1924. / periodico

Anna Abella

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Hitler era un líder político prácticamente desconocido cuando el 8 de noviembre de 1923 entró en la cervecería Bürgerbräu de Múnich y, tras disparar su pistola al techo, iniciaba un golpe de Estado que ha pasado a la historia como el ‘putsch’ de la cervecería y que, pese a fracasar horas después y llevarlo a juicio y a prisión, contribuyó de forma decisiva a convertirlo en el terrible líder nazi que pronto despuntaría. El historiador David King disecciona ahora en el ensayo ‘El juicio de Adolf Hitler’El historiador David King ‘El juicio de Adolf Hitler’ (Seix Barral), que llega el 3 de septiembre a las librerías, las interioridades del fallido golpe, del proceso judicial y del paso del futuro dictador por la cárcel de Landsberg a través de testimonios de periodistas de la época de todo el mundo, transcripciones del juicio, archivos policiales y de la prisión.

Explica que tras el fracaso del ‘putsch’ muchos dieron por acabada la carrera política de Hitler. ¿Qué pasó para que pocos después se convirtiera en un líder con tanto poder? ¿Cómo se explica esa sentencia tan leve?

Sí, la carrera de Hitler parecía haber terminado. Hitler era culpable de alta traición. Admitió su culpa, incluso se jactó de ello en el juicio. La ley estaba claramente del lado de la acusación. Si el tribunal solo hubiera seguido la ley, Hitler habría sido encerrado y luego deportado de Alemania (era austriaco). En cambio, el presidente del tribunal, Georg Neithardt, le dio a una segunda oportunidad: le permitió hablar hora tras hora, convirtiendo la historia de su fallido golpe de estado en un relato de éxito saboteado por los enemigos de Alemania. Hitler atacó a los judíos, los comunistas, la comunidad internacional, el Gobierno de Berlín y los políticos de Baviera. La multitud a menudo aclamaba a Hitler y se burlaba del fiscal, quien llegó a abandonar furioso la sala. Gracias a la cobertura detallada del juicio en la prensa, Hitler ya no estaba hablando solo al público de una cervecería muniquesa, sino a la audiencia más amplia que jamás había tenido a su disposición. Hitler el Bufón se estaba transformando en Hitler el Mártir, un héroe nacional, decidido, dijo, a restaurar la grandeza alemana.

"Hitler el Bufón se estaba transformando en Hitler el Mártir, un héroe nacional"

¿Y el trato de favor del presidente del tribunal? 

Los historiadores suelen presentar a Neithardt como un nacionalista al que le gustaba Hitler. Esto no es incorrecto, pero hay más cosas que explican su indulgencia. Hubo grandes controversias que podrían haber surgido en el juicio si Hitler hubiera querido revelarlas: los altos líderes bávaros estaban implicados en el golpe y Alemania estaba rompiendo el tratado de Versalles al mantener sus armas y entrenar a sociedades militares derechistas, como los soldados de asalto nazis. Neithardt no quería que eso saliera a la luz porque la amenaza de graves consecuencias tanto para Baviera como para Alemania era real. Francia había entrado en el Ruhr a principios de 1923 por mucho menos.

¿En qué momento Hitler se vio a sí mismo como un líder excepcional? 

Hitler era muy consciente de la forma en que se mostraba a sus seguidores y le gustaba construir mitos sobre sí mismo. Pero hubo cambios importantes entre el golpe fallido y su liberación de la prisión. A finales de 1923, estaba deprimido. Hizo una huelga de hambre. Jugó con el suicidio. Nadie volvería a escucharlo, dijo. En febrero de 1924, cuando se acercaba el juicio, comenzó a redactar sus discursos de defensa, donde se presentaba como un patriota que "quería lo mejor para su pueblo". La audiencia en el juicio a menudo aplaudió a Hitler, que recibió críticas entusiastas de la prensa de derecha. Más que nunca, creía las feas mentiras que defendía.

"Hoy, como en la Alemania de 1923, hay desprecio por la ley, la educación, la verdad, la prensa, falta de empatía y afán por culpar a los judíos y a los extranjeros"

¿Creció su ego en la cárcel? 

Tras el veredicto, sus compañeros de prisión lo adoraron y adularon, reflejando en él sus crecientes ambiciones. La prisión de Landsberg se convirtió en una cámara de eco. En su diario manuscrito inédito un guardia mostró hasta qué punto Hitler fue tratado como un invitado de honor por los presos y el personal de la cárcel, algunos de los cuales lo saludaban con un "¡Heil Hitler!".

Sacó provecho a la prisión, escribiendo allí ‘Mein Kampf’.

El juicio había dado fama a Hitler y creó el mercado para su manifiesto autobiográfico. No era un escritor natural y siempre valoró hablar como forma más efectiva de comunicación. Hasta entonces había mostrado poca inclinación o disciplina para sentarse a escribir y concentrarse en acabar un proyecto. La prisión fue genial para eso. En diciembre de 1924, cuando salió en libertad, se vio a sí mismo como sus partidarios más fanáticos, es decir, no como el orquestador del golpe fallido, sino como un líder, un Führer, destinado a gobernar Alemania.

En 1923, la prensa veía a Hitler como alguien insignificante y ridículo. ¿Qué cambió en la opinión pública? 

En muchos círculos sofisticados, Hitler era una broma. Pero el juicio le dio la oportunidad de explicar el fracaso del golpe de la cervecería y culpar a otros de los problemas de Alemania. Explotó los instintos más bajos de la multitud y se dirigía a los menos inteligentes dando respuestas fáciles. En una sesión a puerta cerrada del juicio un militar testificó por qué le gustaba Hitler. Alemania, dijo sin rodeos, tendría que pelear otra guerra, pero no podrían hacerlo sin los trabajadores, las masas, que habían estado abandonando a los partidos nacionalistas y de derecha para unirse a los socialistas, comunistas y otros partidos de izquierda. Solo Hitler, dijo, podía reconquistar a las masas nacionalistas, de derecha. Eso es un recordatorio escalofriante de lo fácil que fue para personas aparentemente libres de antisemitismo, seguir a un demagogo lleno de odio.

También hoy Trump nos parece un ser ridículo. ¿Ve paralelismos? 

Sí, es tentador burlarse de los oponentes, pero es un error subestimarlos. La democracia es, lamentablemente, mucho más frágil de lo que pensamos. Recuerde que Múnich, cuando Hitler llegó por primera vez, era una ciudad de poetas y pintores, soñadores y bohemios, la ciudad de Kandinsky y Klee. Pero pronto se convirtió en la de Hitler y Himmler. Si esa transformación puede pasarle a una ciudad como Múnich, ¿quién está a salvo?

En la Alemania de 1923 proliferaron los grupos de extrema derecha. ¿Ve una situación parecida a la actual, con el auge ultra y líderes xenófobos, populistas y totalitarios?    

Sí, el desprecio por la ley, la verdad, la prensa y la educación, sin mencionar la búsqueda de respuestas fáciles, el afán de culpar a los judíos o a los extranjeros, la espectacular falta de empatía, la abrumadora falta de dudas sobre cualquier cosa. Podría escribir un libro sobre estos paralelismos.