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Una aventura marítima infantil para sentirse un pirata del Caribe

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Eduardo de Vicente

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Los niños sienten una atracción casi irracional por los piratas. Quizás sea porque son rebeldes, indisciplinados y divertidos como ellos. El caso es que muchos peques les admiran, les encantan sus peripecias… y les gustaría sentirse uno de ellos. La oportunidad para lograrlo la brinda BCNaval Tours que ofrece cada fin de semana un desayuno (o merienda) para vivir una aventura pirata en el mar de una hora y cuarto de duración aproximada. Cogemos nuestro parche con la calavera sobre fondo negro y nos disponemos a disfrutar.

Cuando llegamos al puerto (al final de las Ramblas) vemos una infinidad de barcos desde las clásicas golondrinas a modelos supermodernos repletos de avances tecnológicos y suponemos que ninguno de ellos es el nuestro. Aguardamos pacientemente la llegada y lo reconocemos rápidamente desde la lontananza, que dirían los antiguos. Es una goleta rojo chillón de 21 metros de eslora con dos niveles y capacidad para unos 80 pasajeros. Se denomina Jolly Rogers y fue construida en 1951 aunque fue remodelada pero siempre siguiendo la estética original. Al entrar vemos una pancarta negra con la frase “Pirata Party” que nos da la bienvenida y nos sorprende comprobar que la mayoría de los asistentes no son turistas sino gente de aquí atraída por esta original oferta familiar.

Dos actores interpretan a los piratas

La capitana (¿quién dijo que los piratas solo eran hombres?) hace sonar la bocina. Es el aviso de que zarpamos y nuestro recorrido consistirá en dar una pequeña vuelta por los alrededores. Cuando ya estamos un poco alejados de la costa aparece un hombre ataviado de corsario con un sombrero pirata, su parche y un micro de diadema saluda a los grumetes. Se trata del actor Toni Galera (nunca un apellido fue tan apropiado para este papel) e insta a los chicos a llamar al capitán Jack. También sigue la moda pirata, tiene acento argentino y es Rafael Bieladinovich, autor del guion de esta aventura.

Finalmente aparece y junto a su ayudante nos introducen interpretando la Canción del pirata de Espronceda (“Con diez cañones por banda…”) acompañados por una pegadiza música. La tripulación está formada por nuestros niños, los piratas del futuro, pero los adultos también nos podremos integrar si encontramos nuestro niño interior. Para ello deberemos seguir un sencillo ritual. A continuación nos explican la triste historia de David Jones, su rival, que cambió su corazón a cambio de la vida eterna y chupa la energía de quienes tienen miedo.

Canciones, bailes y retos

Los peques deberán desvelar a sus nuevos amigos cuál es su sueño, les explican que en cada puerto hay una canción diferente y les animan a unirse a ellos para interpretar (cantando y haciendo gestos) su particular versión del popular Chuchuwa. Ya han dejado atrás la vergüenza y empiezan a soltarse.

Seguidamente les enseñan el cofre donde esconden su secreto para vencer la batalla contra los monstruos del mar. Se trata del corazón de David Jones, que parece de goma pero aseguran que no es así. Y descubren que un mono les ha robado el tesoro. Para ello deberemos completar un mapa y encontrar pistas por el barco repartidos entre los grumetes de babor y estribor. Ahora sí que ya están como en casa y se ponen a corretear sin problemas por el barco en busca de los papeles que les den la clave para hallarlo. También deberán liberar al mono que aparece atado en uno de los mástiles y que solo les habla a los niños. Finalmente, si logran completar el juego obtendrán una simpática recompensa que guardarán como un auténtico tesoro.

Descubriendo a David Jones

Han sido unos minutos muy intensos y es el momento de descansar un poco con la ayuda de un batido de chocolate y una magdalena. Cuando ya hemos repuesto fuerzas conocemos al malvado David Jones que lleva un sombrero repleto de conchas marinas, una pinza por mano, una máscara tipo antigas de la que cuelga una manguera y una capa negra. Para vencerle deberemos demostrar que no tenemos miedo con la intención de que deje atrás su forma diabólica y encuentre su corazón. Dos canciones napolitanas interpretadas por el ayudante nos amenizarán el viaje hasta nuestra llegada a puerto.

Es una experiencia que los niños disfrutan mucho, y los mayores aún más viendo sus caritas de felicidad, con dos actores que deben improvisar mucho (nunca se sabe por dónde pueden salirte los “grumetes”), que se nota que adoran a los peques y una historia que ha provocado que se hayan sentido piratas de verdad durante un ratito y se les haya pasado el tiempo volando. ¡Al abordaje!