PÉRFIL

Luis Tosar: las mil caras de un actor que puede ser un tipo muy chungo

El protagonista de 'Quien a hierro mata' pertenece a esa casta de intérpretes dotados de una visceralidad exuberante

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Beatriz Martínez

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Luis Tosar (Lugo, 1971) tiene una de las trayectorias más completas y diversas dentro del cine español, pero en los últimos años su nombre se ha asociado a algunos de los 'thrillers' más exitosos, convirtiéndolo en todo un icono dentro del género. Lo conocimos en ‘Flores de otro mundo’ encarnando a un tímido y parco en palabras campesino en busca del amor y acompañando a Javier Bardem en ‘Los lunes al sol’. Pero a partir de ‘Te doy mis ojos’, en la que interpretaba a un marido que ejercía la violencia machista sobre su pareja, comenzó a desarrollar su parte más turbia. El personaje de Malamadre en el 'thriller' carcelario ‘Celda 211’ constituyó un punto de inflexión en su carrera y lo situó como uno de esos actores dotados de una exuberante fuerza visceral, capaz con su mirada y gestualidad de traspasar la pantalla.

Resultaría demasiado simplista hablar de "otro 'thriller' con Luis Tosar" cada vez que estrena una película que se integra dentro de estos parámetros. Cada nueva aparición nos revela una faceta inédita que nos abre la puerta a su carisma y versatilidad. Ha estado a un lado y otro de la ley. Agente antidroga en ‘El niño’, teniente en ‘Plan de fuga', policía en la efervescente Barcelona de los años veinte en ‘La sombra de la ley’. Pero también ha atracado bancos en ‘Cien años de perdón’ y ha sido un tipo muy chungo en ‘Toro’. Y ha mantenido la tensión sin salir de un coche durante casi dos horas en ‘El desconocido’. Pocos actores pueden aguantar tanto tiempo un primer plano como él expresando tantos matices con un solo pestañeo.

En ‘Quien a hierro mata’ vuelve a demostrar que las etiquetas se quedan cortas para definir un trabajo cargado complejidad y ambigüedad moral. Su personaje, Mario, es un hombre que se debate entre la luz y la oscuridad, cargado de demonios internos y que resulta tan escurridizo como lo son las grandes figuras de la tragedia clásica, atrapado en una terrible espiral de muerte y destrucción que terminará por convertir al justiciero en verdugo y en víctima de su propia venganza.