ESTRENO DE CINE

Crítica de 'Chicos buenos': transgresión de boquilla

La película de Gene Stupnitsky convierte a tres preadolescentes en meros expendedores de gags soeces (y graciosos, eso sí)

Nando Salvà

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Para comprender que 'Chicos buenos' aspira a ser una versión prepúber de 'Supersalidos' (2007) -Seth Rogen y Evan Goldberg figuran entre los productores de ambas películas- no hay más que fijarse en su premisa: es la historia de tres chavales de 12 años que harán todo cuanto sea necesario para asistir a una Fiesta del Beso en la que estará la niña que le gusta a uno de ellos. Si no logra estar a la altura de ese clásico de la comedia adolescente es porque funciona exclusivamente como una sucesión de chistes basados en la supuesta hilaridad que genera contemplar a unos mocosos usar palabras malsonantes y hablar de sexo sin saber cómo; en cuanto queda claro que el director Gene Stupnitsky no tiene otros recursos cómicos, el método va perdiendo eficacia. Pese a sus esfuerzos por resultar soez, en todo caso, 'Chicos buenos' en ningún momento llega a ser mínimamente subversiva, en buena medida por el empeño de Stupnitsky en recordarnos que el título de la película no tiene nada de irónico; cada escena es una demostración de lo malos que sus protagonistas son a la hora de ser malos.

Por momentos, su periplo parece tener la pretensión de reflejar el apresuramiento con el que los niños actuales se ven obligados a crecer, a causa de su permanente exposición a las redes sociales y el porno 'online'. Sin embargo, la película prefiere usar a esos mocosos como meros dispositivos expendedores de gags. Y muchos de esos gags son francamente graciosos.  Pero es una lástima que en ningún momento se nos dé la oportunidad de llegar a conocer al trío ni de comprender cómo se sienten mientras nos reímos a su costa.